|Criying in the Mirror|

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— Déjame... Por favor...—

Su cuerpo, ahora desnudo, era recorrido por las palmas de alguien que para ella, en este momento tan surreal, no era ni su novio, ni su amigo, decir conocido habría sido demasiado, esa noche trataba con un total desconocido, un extraño que sin un atisbo de sutileza, o al menos pudor, se atrevía a tocarla como si tuviese todo el permiso del mundo, aunque en realidad,  no lo necesitaría, lo único que hubiese ameritado era un inexistente “Si”, pero claro, ¿Quien requería aprobación de una zorra facilona?, al parecer, nadie.

Todo su cuerpo se estremeció, y el trayecto de su espalda se curvó, regresando a la realidad, sintiendo como lo que parecía un enorme intruso tomaba más de lo que ella era capaz de dar. Embestidas fuertes y sin remordimiento la azotaban contra las frías baldosas del muro, era sumamente desagradable, ¿Qué clase de animal haría eso?, oh claro, él maldito idiota que soltaba sordos gruñidos contra su oído, era asqueroso como su aliento a alcohol impregnada su cuello, ¡Dios mío! No podría apartarlo aunque lo pateara, era un mastodonte el muy desgraciado.

No se molestó en fingir algunos jadeos, simplemente se quedó allí, intentando concentrarse en cuantas baldosas habría en el muro contrario, hasta ahora, llevaba unas cincuenta y dos; hacía tanto que aquella era la rutina, que el sexo ya no tenía mucho significado para ella, eran unos aproximados cuarenta minutos, teniendo en cuenta que nunca se dedicaban a hacerle sentir bien, al contrario, la metían como unos salvajes, buscando su propia satisfacción. Cuando aquel chico después algunos exasperantes minutos, logró terminar, se repitió una escena que a ese punto, le sonaba incluso cliché a la chica que poco a poco, recuperaba el espacio suficiente para respirar con calma.

Con rapidez, el tomó sus ropas, vistiéndose incluso con desespero, evitando siempre el contacto visual, clara señal de que no quería tener que ver absolutamente nada con ella. La fémina se sentó con lentitud en la cama, buscando con la mirada la poca ropa que la bestia que tenía delante no había roto. Como siguiente acto, él chico pronunció las palabras que, al parecer, en la mente de los hombres, los salvaba por si, bueno, el condón resultó roto.

— Fue un buen polvo.—

La chica sintió una ligera, pero esperada angustia, y a pesar de conocer la respuesta, de saber que otro se le escaparía entre los dedos, preguntó.

— ¿Polvo?, creí... Creí que éramos algo...—

El bastardo era un animal, asqueroso e impulsivo, pero al menos era alguien que la escuchaba, alguien, quien fuese. Una tensión se instaló en el ambiente, y el apresurado chico se digno a responder.

— Eh... Esto no está funcionando, no se ve bien que yo este contigo.— bajó su tono de voz al pronunciar la última palabra, como si así fuese menos hiriente.— No lo tomes a mal, no es nada personal, pero, ¿Podrías no mencionar “Esto”?.—

Bueno, al menos este preguntaba, algunos incluso la insultaban y se iban como si nada, a sabiendas de que si hablaba, la golpearían hasta desfigurarle el rostro. Levemente decepcionada y cubriéndose con la fina tela de la manta que antes descansaba en la cama, buscó lo que quedaba de su ropa interior.

— Si, claro, no hay problema.—

De todas formas, si llegase a decir algo posiblemente media universidad se enteraría, y claro, el pobre y angelical chico fue seducido por la manipuladora chica, siempre es así, nunca era la víctima, a ojos de todos, lo único que aquella castaña podría lograr en la vida, sería ser la más buscada en un prostíbulo. Aquel fornido varón atravesó la puerta de su dormitorio, y desapareció en la oscuridad del pasillo, posiblemente nunca volviese a verlo, realmente no era de importancia, sólo era otro más que esperaba hasta poder meterse en su cama, para luego decirle que no funcionaba o que ella no era la indicada, otros eran más directos y preferían expresar que ella era “Una zorra estúpida” si pensaba que alguna vez alguien la amaría, las palabras variaban, pero el objetivo siempre era el mismo.

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