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M A X.
—Es toda suya.— Dijo el director, dejándome en el salón junto a mi nuevo maestro.
Intenté caminar lo más rápido posible hacia un asiento vacío que se encontraba en la esquina de atrás, pero al parecer no fue lo suficientemente rápido.
—Espera, no te librarás tan fácil.— Mencionó el profesor con una sonrisa de emoción.— Dustin, redoble, por favor.— Un chico de gorra que estaba sentado en la silla de enfrente cerró su libro y comenzó a dar golpecitos en él.— Todos denle la bienvenida, desde la soleada California.— Gracias por hacer recordar mi hogar, al que probablemente nunca regresé.— a la nueva pasajera en este viaje de curiosidades, Maxine.
—Es Max.— Corregí al profesor, intentando que mi irritación no se hiciera notar. Creo que fallé, ya que cuatro chicos, incluido el tal Dustin, se miraron con el ceño fruncido. Aunque el nombre del mencionado se me hacía familiar.
—¿Disculpa?
—Es Max. Nadie me llama Maxine.
—Oh, okay, Max. Bienvenida a bordo.— Dijo dejándome libre. Llegué a mi asiento y vi como los mismos cuatro chicos me volteaban a ver. El de gorra me veía emocionado, al igual que el moreno, el castaño me miraba con curiosidad, pero el de cabello negro era el que más me intrigaba; me miraba con el ceño fruncido, pero sus ojos parecían repudiarme. A decir verdad, esos chicos estaban intimidandome, así que giré mi vista hacia la ventana, esperando que dejarán de verme como acosadores.
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M I K E.
—No hay forma de que sea MadMax.— Mencioné mientras mis amigos miraban a esa estúpida chica andar en patineta. Ni siquiera la conocían y ya decían que era genial.
—Sí, las chicas no juegan videojuegos.—Me apoyo Will, aunque él seguía embobado viéndola.
—Y aunque lo hicieran, no hay forma de que obtuviera 751 000 puntos en Dig Dug.— Ataqué de nuevo.
—Pero ella se llama Max.— Contra atacó Lucas.— ¿Cuántas personas en el pueblo, aparte de ella, conoces que se llamen Max?
