Un sábado por la noche Jiyong se encuentra en la fiesta de algún diseñador famoso cumpliendo con su agenda, acababa de presentar su nueva canción y ya estaba considerando fuertemente el irse. Deshace el pensamiento al visualizar a la rubia modelo que había llamado su atención durante el show, aunque de algún modo ahora esta era castaña, si eso era posible.
Phoebe era su nombre, lo sabía porque salía con un antiguo socio suyo, Joshua.
Phoebe era una modelo de diecinueve años imagen de grandes compañías de alta costura, su carrera yendo en ascenso, Phoebe es joven, brillante, talentosa, encantadora. En contraste Joshua, su novio, es un joven empresario de veinticuatro años, engreído y narcisista, sólo asistía a ese tipo de eventos para presumir a Phoebe, un perfecto idiota en opinión de Jiyong.
Ese hecho no lo detuvo de acercase a ella esa noche.
Luego de conversar durante horas, Jiyong considera que Phoebe es sublime.
— Podría jurar que eras rubia.
Su tono sarcástico consiguiendo que ella gire sus ojos con fastidio, concentrando su mirada en su trago.
— Lo teñí al bajar de la pasarela.
— Luces hermosa. — comenta causando que la castaña ría. — Puedo preguntar ¿Por qué sales con alguien como Joshua?
La joven se encoge de hombros.
— Es bueno para mi carrera.
Una expresión de satisfacción en su rostro.
— ¿Te gustaría irte de aquí?
Lo que pasa esa noche es inevitable para ambos. Terminan en el departamento de Jiyong, haciéndolo por todo el suelo en la sala, hasta que son las cinco de la mañana del siguiente día y Phoebe debe volver a su hotel.
Acuerdan que sería algo casual, algo físico y sin ataduras.
La siguiente vez que se encuentran en público es en un evento justo como la primera vez. Phoebe había modelado esa noche, se vio deslumbrante.
Jiyong se encuentra a sí mismo ansioso esperando que Phoebe aparezca en la habitación.
Y lo hace, pero no de la manera que él espera que lo haga, entra acompañada por su novio, él la toma de la cintura de manera posesiva cuando saludan a los invitados.
Jiyong sabe que no debería sentir celos, sin embargo lo hace, porque ella es suya. No le pertenece, pero es suya porque ella así lo quiso, se entregó a él, y la mirada angustiada que le dirige esa noche no hace más que confirmárselo.
Más tarde esa noche ambos logran escapar juntos a un hotel, y Phoebe se hace cargo de demostrarle a Jiyong lo que sentía.
Ella se siente suya.
Así las noches de excelente sexo casual se convirtieron en encuentros no tan casuales: salidas cada vez que su trabajo lo permitía, visitas al departamento del otro, acompañadas de horas de cariños en la cama, que podrían parecer innecesarias, pero no se sienten así.
De pronto Jiyong no podía tener suficiente, quería más de ella, necesitaba más.
Es viernes cuando pasa a recoger a Phoebe al finalizar una sesión de fotos. Recargándose en el marco de la puerta de su camerino, la observa deshacerse de los tacones bastante incómodos al juzgar por su expresión.
— ¿Día difícil? — pregunta después de un rato de observar.
Sonríe ante la reacción espantada de la joven, ella vuelve a lo suyo al percatarse de su presencia.
— ¿Sabes? A veces me gustaría renunciar, — comenta de manera casual, batallando para bajar el cierre de su ajustado vestido — ¿te importaría ayudarme? — gesticula.
Asegurando la puerta tras de sí, se acerca a ella por la espalda haciendo a un lado su cabello para facilitar el trabajo con el cierre.
— Pero no puedo hacerlo, — continúa ella. — siempre fue mi sueño ser modelo de alta costura, he trabajado tan duro que retirarme ahora significaría tirar seis años a la basura y no puedo permitírmelo, — Jiyong se deshace del cierre para ayudar a la castaña a salir del vestido dejándolo caer al suelo.— así que continúo llevándome a mi límite, probándome constantemente, y ¿para qué? Si al final del día volveré a casa sola. — se gira dándole la cara —. Es diferente ahora que te tengo Jiyong, no me mal intérpretes, sé lo que acordamos y estoy de acuerdo con ello solo quiero agradecerte por estar ahí.
Un martes por la noche Jiyong yace echado en el sofá de su sala en compañía de uno de sus preciosos Sharpeis, acaricia su pelaje beige mientras cambia de canal la televisión.
Un toque en la puerta lo obliga a dejar lo que hace.
Cuando abre allí está ella.
No hacen falta las palabras, Jiyong se hace a un lado dejándola entrar para luego cerrar la puerta.
Cuando alguno de los dos lo necesitara el otro debería estar siempre dispuesto, entonces mantendrían encuentros clandestinos debajo de las sábanas.
Esa noche la recuesta lentamente sobre su cama, se toma el tiempo de apreciar cada gesto, cada expresión de su rostro cuando toma todo de ella, lleva sus manos a su cintura queriendo sentirla más cerca, su piel quemando sobre la contraria, moviendo sus caderas hasta el límite.
Al recostarse a su lado aún siente escalofríos recorrer su espina dorsal.
Cierra los ojos forzándose a creer la falsa premisa de lo nuestro es algo físico.
Ella se permite recostarse en su pecho abrazándolo por la cintura.
Hacemos el amor sin amarnos.
Jiyong era muy consciente de que no era de esa manera, al menos no para él.
Esa mañana en su cama Jiyong observa a Phoebe dormir plácidamente entre sus brazos y siente que no puede esconderlo más, a pesar de que ha estado enviando señales bastante obvias, Phoebe ignora el hecho de él estando enamorado de ella.
Cuando ve a Phoebe abrir sus ojos, se asegura de que lo primero que escuche esa mañana sean las palabras que tanto peso le generan:
— Te amo.
Escanea su rostro expectante.
— Voy a casarme.
Resuena en su cabeza la respuesta que obtuvo a cambio.
Phoebe se marcha dejando algo más que un corazón roto.
No dice palabra al irse.
No es necesario, él sabía que sería de esta forma.
Quizá ella no tenía el valor suficiente, o simplemente no lo amaba lo suficiente.
— Te amo Jiyong, pero no puedo hacerlo.
ESTÁS LEYENDO
Yours » Kwon Jiyong.
Short StoryJiyong y Phoebe comparten algo más que su gusto por el medio artístico; ella siendo modelo y él un fenómeno musical. Lo suyo era algo físico, ocurría durante la noche por debajo de las sabanas, en secreto. Hacían el amor sin amarse. Sin ataduras, qu...