Un día de invierno, cuando la nieve caía paulatinamente en el tan majestuoso reino, en la punta de aquella inmensa montaña; el brillo, lo conocido y la belleza que representaba aquel lugar caía lentamente por la cumbre hasta llegar al encantador bosque donde comenzaba lo desconocido, bajando por lo alto de la cima corría un hombre. Meneando su melena de lado en lado, con pequeños copos de nieve que cubrían su poblada y desordenada barba color avellana como su cabello. Corría sin cesar con la mirada llena de adrenalina con una expresión facial que dejaba ver su desespero. Avanzaba casi sin poder, ya que el camino que llevaba recorrido le dejó secuelas por todo su cuerpo, moretones, cortadas y sangre por doquier, era tal el sangrado que su mirada era nublada y dejaba un rastro en aquel lugar donde se paraba. Seguía a su ritmo entre tropezones con cada paso que daba, pero sin parar un solo segundo aún con su ligera condición formada por los años de entrenamiento que lo precedían, avanzaba mientras los nervios atacaban su sistema, pero él seguía con el mismo objetivo, escapar de aquello que se avecinaba, algo tan espectacular como aterrador, pero no iba sólo, llevaba algo con él, algo que a pesar del dolor y de todo lo que le pesaba, no soltaba y se aferraba a ello.
- ¡Se acerca el invierno! – gritaba desesperado esperando a que alguien lo escuchara y que comenzaran a correr por sus vidas.
El hombre desesperado corrió y siguió corriendo, abrazando fuertemente el bulto que sostenía entre su pecho y sus brazos. Llegó al campamento que tenían a las afueras del bosque Seelen y entró empujando a todos lo que se cruzaban en su camino para dirigirse a su general lo antes posible.
- Mi… señor… se acercan. – Dijo entrecortadamente.
El hombre de porte alto, mirada profunda, voz gruesa, una apariencia de una persona mayor con un físico espectacular para alguien de su edad, miró fijamente al hombre. Sus ojos tomaron sorpresa cuando vio el bulto entre sus manos y este pidió que todos salieran del lugar, dejándolos solos.
- ¿Qué carajos has hecho? – preguntó con sorpresa y enojo viendo al pequeño bebé.
- Lo necesario para acabar con ellos, señor.
El general se quedó sin que decir, viendo al bebé que dormía en los brazos de su mejor hombre. Comenzaba a ponerse nervioso e inquieto, y eso era muy raro en él.
Temía por sus hombres, por la gente que era parte de esa rebelión. Temía hasta por la vida de ese niño, por lo que comenzó a generar un nuevo plan en su cabeza. No sabía lo que se acercaba, pero debía estar preparado.
- ¿Cuál de todas se acerca? – preguntó viendo un mapa que mostraba las ubicaciones clave para contraatacar a cualquiera que fuera su respuesta.
- Señor, no es sólo una. – dijo el hombre temiendo por lo que iba a salir de su boca, a la vez que se iba recuperando de la travesía que había vivido anteriormente.
- ¿A qué te refieres? ¿Cómo que no sólo es una? – preguntó el general asombrado
.
- Así es señor, se acercan las cinco, todas y cada una de ellas.
El general llamó por radio a sus líderes de tropas, dando la orden de retirada.
- Perdone señor, pero… ¿Cómo que retirada? No podemos, tenemos la pieza clave para derrocarlos. ¿No se da cuenta de que tenemos todas las de ganar?
- ¿Todas las de ganar? Seth, estás muy equivocado muchacho. Ese niño es sólo el inicio de una guerra de verdad, ¿Crees que esto es una guerra? Hijo, esto es una simple rebelión, esto no es nada comparado con lo que se avecina si no hacemos algo con ese niño. – comentó desesperado el hombre.
- Pero… señor. – iba a comenzar el joven, el general lo había llamado por su nombre, eso no era nada bueno.
- Pero nada, Seth. Este es el inicio de una guerra despiadada, fría; una que dejará marcas a lo largo de los años, que hará que se derrame mucha sangre. Que nos hará lamentarnos haber hecho esto. Chico, esa gente está loca, los conozco muy bien, han hecho cosas peores por nimiedades. – dijo mientras veía al bebé que Seth llevaba con él.
El joven no sabía qué hacer, había hecho lo que creía que era lo mejor, lo que creía que su general quería hacer. Sólo seguía órdenes, como siempre las siguió. Quería ganar la lucha, y seguir los pasos de su general para alcanzar la cima y llevarse la victoria; pero esto se estaba saliendo de control y al parecer había cometido un grave error.
- Señor, sólo hice lo que usted pidió. – sentenció el joven de manera fría y desconcertada.
- Ahora te pido que dejes a ese niño en un lugar lejos de aquí, que nadie sepa su nombre, ni en quién debería de convertirse, mucho menos de dónde viene, ¿Entendido?
- Si mi señor. – dijo el hombre mientras veía al bebé con una mirada inconforme.
El joven salió de la carpa con el bebé en brazos, y aún resintiéndose de sus heridas. Analizó lo ocurrido y se dio cuenta de que el panorama estaba siendo un completo desastre. Lo que tanto temía cuando bajaba por la montaña ya había arribado a donde se encontraban. Había fuego por doquier, árboles caídos, flechas en todos partes y miles de cosas encima volando. El bosque estaba siendo cubierto de cuerpos de guerreros que estaban entregando sus vidas, unos por el reino, mientras que otros por acabar con el mismo.
El piso comenzó a retumbar, se escuchaban pisadas a un solo compás. Por la cima donde Seth había bajado. Se acercaba el más temible de los ejércitos, los guerreros mejor preparados de todo el reino, la última oleada.
El joven se había quedado perplejo viendo a ese ejército del cual llegó a ser parte. Cuando por fin reaccionó comenzó a correr con muchas dificultades. Se adentró en el bosque Seelen, dejando atrás su lucha. Corrió en dirección contraria a la montaña de nieve, buscando un refugió o un lugar en donde dejar al bebé.
Después de recorrer casi todo el bosque Seelen y habiendo pasado por muchas dificultades en el proceso, el joven hombre ya iba con múltiples heridas, ya que estaba siendo perseguido por 2 hombres, la más grave, una flecha en la parte trasera de su muslo derecho. Estaba cojeando y sabía que no llegaría más lejos, no alcanzaría a ver a la gente que lo acogió desde que escapó del reino y aun menos a la gente que dejó en lo alto de esa montaña de la que antes quería gobernar y ahora, ahora huye de ella.
No había nadie a quién amara ahí, pero ese lugar era su casa, el lugar donde se formó como persona, el lugar en el que hizo amigos y conoció a su general, el lugar que quizá abandonó, pero que lo hizo con la idea de volver, para convertirlo en algo mejor. Toda su vida estaba en ese reino y el futuro de ese lugar estaba en ese bebé que tenía en sus brazos. Él quería un final distinto, pero ahora no quedaba de otra, tenía que improvisar y arriesgarse.
Se escucharon pasos a unos metros de él, los 2 hombres que había dejado atrás gracias a que él conocía perfectamente ese bosque, cosa que pocas personas hacen, ya estaban cerca de él, por lo que se asustó y tomó sus precauciones. Dejó de correr para empezar a trotar, o por lo menos lo intentó, evitando hacer el menor ruido posible, cosa que era difícil en su condición.
Los pasos cada vez se escuchaban más cerca, Seth pensó de manera rápida y encontró un hueco en un árbol, el lugar perfecto para dejar al bebé.
Lo cubrió con hojas y ramas, lo tapo bien y pidiéndole perdón lo dejó. Cuando estaba por irse, se percató de que en el cuello del bebé había un collar de oro con su nombre, tomó un cuchillo que guardaba en su bota izquierda y le arrancó el collar con cuidado. Borró todo lo que pudo intentando eliminar cualquier indicio de la existencia de ese niño.
Los pasos se incrementaron y con muchas prisas dejó el collar a un lado medio enterrado en un costado del árbol y se fue.
Cojeando por la flecha en su muslo, no logró avanzar demasiado, la herida estaba empeorando y el dolor comenzó a intensificarse.
Cuando menos lo esperó, viendo el punto más alto del reino, sus sentidos se fueron desconectando y su mirada se fue perdiendo. De pronto una flecha atravesó su abdomen, Seth calló en rodillas al instante, volteó a ver la flecha mientras se tambaleaba, la observó detenidamente, hasta que algo al final de la misma llamó su atención, una nota en ella le robó toda su atención.
“TRAIDOR”.
La nota estaba escrita con sangre. Seth volteó al frente y vio a sus perseguidores, miró fijamente a uno, el cual comenzó a preparar su arco para disparar.
Y así fue, una flecha atravesó su brazo izquierdo, una más aterrizó justo en su costado izquierdo, eso bastó para hacerlo caer definitivamente. Los sujetos lo miraron un momento fijamente, hasta que optaron por abandonar al hombre sin despegar sus miradas de él. Un charco de sangre empezó a brotar a su alrededor, el cual incrementaba en mayor medida cada segundo que pasaba.
– Perdónenme hijos. – lanzó palabras al aire dando su último suspiro.
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La caída del Invierno. [EN EDICIÓN]
FantasyConnor, un sordomudo con un fatídico pasado se enfrenta a la lucha que por años ha llevado a un reino a la cima. Pensar en el invierno siempre ha sido un secreto para Connor, sin imaginarse que un invierno marcó el inició de esta guerra. Un invie...