Capítulo 26

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Se fue. Cruzó el océano.

Me hubiese gustado que a último minuto, antes de abordar, se hubiese dado vuelta y me hubiera dicho que se quedaría; que no le importaba nada. Pero eso ya era mucho cuento. Y lo que me había pasado era bastante irreal.

Me sentía un poco vacía, porque de cierto modo, Joaquín era el que últimamente le ponía emoción a mi vida. Era el único que la volvía interesante. Al cabo de unos días mis labios ya se acostumbraron a su ausencia, mis manos se olvidaron de su tacto y mis ojos de verlo.

Me acostumbré a extrañarlo y necesitarlo, y todo volvió a la normalidad. Todo se volvió demasiado normal.

Mi madre, perdonó a mi hermana y me desterró a mi habitual lugar de rebelde. Pero yo ya no tenía ánimos para eso. No me daban ganas de ser la problemática y rebelde, prefería quedarme en cama todo el día a ver películas románticas y dramáticas.

Algunas mañanas me despertaba con dolores de cabeza terribles o mareos, pero con una pastilla se solucionaba.

La facultad me resultaba terriblemente aburrida, las clases me agobiaban y los profesores precionaban nuestros cerebros hasta hacernos estallar. Me había replanteado varias veces si en realidad era lo que quería estudiar al ver las pilas y montones de libros que tenía que estudiar.

Carlota estaba oficialmente de novia, así que si me sentía abandonada por Joaquín, ahora me sentía olvidada por Carlota. Que deliraba con su novio y le dedicaba las veinticuatro horas del día -pobre chico-. No entendía porqué cuando una chica tiene novio debe olvidarse de sus amigas. ¿Acaso yo era así cuando estaba con Joaquín? No, porque él no era mi novio, y luego, él se había ido.

Entonces, yo me había vuelto más unida que Ian, más cercana. Porque lo sentía como un pilar en el que me podía apoyar. Y se comportaba como todo un caballero conmigo; era tierno y atento. Ian era un valioso amigo para mí.

Habían pasado cuatro meses, sin verlo, ni escribirle. Cuatro meses recordando aquella despedida.
A pesar de tener su número y poder contactarlo por las redes sociales, no le había escrito; ni él a mí. Me daba miedo de que mi respuesta fuera ignorada o quedara en visto.
Además él debía estar ocupado en España, con preocupaciones y sin tiempo. Pero cada vez que me lo imaginaba lejos, me lo imaginaba acompañado de alguna chica; porque de seguro estaba con alguna. Joaquín era perfecto. Del tipo que tiene miles haciendo fila de chicas para verlo, y lo más patético era que yo sería capaz de hacer esa fila.

Me volví, de cierto modo, más fría. Yo me sentía así, mas alejada de los demás. Pero no tenía el ánimo para cambiar. Prefería ser la rebelde oveja negra a discutir por ser una más del rebaño.

Durante los cuatro meses la rosa china había crecido notablemente, e incluso superado en tamaño a plantas con mayor tiempo. Verla solo me lo recordaba, y a esa sonrisa inigualable.

Los partidos se habían vuelto más emocionantes para mí, y veía hasta de equipos de Jamaica, porque eran los únicos que me lograban distraer. Me sacaban a Joaquín de la cabeza por noventa minutos.

Estaba en mi habitación, con Ian. Que me había pedido que le ayude con un cover que quería hacer. Él era cantante y algo fuerte que nos unía era eso. La música.

—¿Y de qué querés hacer el cover?—Le pregunté cuando sacó la guitarra de su funda.

—No sé, estoy en pensando en una de Axel—. Dijo y reí.

—¿Una de amor?—Hice montoncito.—Tremendo gato sos y vas a cantar una de amor.

—No te rías... —se quejó y reí aún más.

—¿De verdad?—pregunté y asintió.

—Sí, me parecen buenas sus letras...—se acomodó con su guitarra. Comencé a grabar con mi celular mientras él cantaba.

Y al principio me parecía un poco extraño, porque me dedicaba miradas distintas a las que usualmente hacía y parecía que me dedicaba aquella canción.

En medio de la canción se detuvo y lo miré confundida.

—¿Por qué parast...

Estaba por decir pero me interrumpió. Con un beso. Me interrumpió besándome.

No le correspondí, pero tampoco lo aparté. No hice nada, me quedé con los ojos abiertos mientras Ian me besaba y una tonelada de confusión me caía encima.

Lo aparté un poco brusca.

—¿Qué haces?—me alejé.

—Perdón... Pero me gustas, y hace tiempo—. Admitió un poco brusco.

—¿Qué decís, Ian?—Arrugué mi ceño.—Vamos a hacer como que nunca dijiste eso...

—Es verdad Rena, me gustas... Desde que te conocí y me moría de ganas de besarte—. Habló nervioso.

Lo miré y no me dio tiempo de hablar y volvió a besarme, pero igual que la vez anterior, sin respuesta de mi parte.

Unreal | Joaquín CorreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora