El último poder que le quedaba

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"El auténtico arte de la memoria es el arte de la atención."

Samuel Johnson (1709-1784) Escritor inglés.


Taciturna, así permanecía aquella dama últimamente.

Desesperada e impotente, sin mostrarlo, intentando ocultar cualquier gesto que permitiera dejar al descubierto su aflicción. Sin rostro; irreconocible. Su desaliento incluso traspasaba el detallado maquillaje. Lucia hermosísima, pero distinta.

Sin embargo, su preocupación era indeleble. Ella, en su afán de permanecer visiblemente "bien" había olvidado que sus ojos eran el mero portal a su interior; el cual se derrumbaba a pedazos en el devastador olvido; pues sus privilegios sobre él estaban desapareciendo. Si, los había perdido casi todos...

Entonces, después de haber perdido la mayoría de los poderes que él mismo le había otorgado alguna vez, voluntariamente, a ciegas, por amor; ella seguía alimentando su dominio, o lo poco que le quedaba, de alguna forma. Siempre estaba ahí, ausente pero presente. Al borde de la desesperación, porque estaba a poco de dejar de poseerlo.

Ella era astuta, debido a que, aunque ya no estaba presente, seguía viva en la mente de él; sabía perfectamente cómo hacerlo. Y es que, había expandido sus límites en todo su cuerpo y su ser, él le pertenecía, tanto así, que tenía derechos sobre él.

Él no podía negarse a ella; no existía algo que le pudiera negar, de su boca nunca salía un "no" para ella. Su espacio y su tiempo se habían congelado; hasta sus huesos...

En eso se había convertido ella, mas él era de su jurisdicción, y lo manejaba a su antojo. Pero eventualmente, toda esa trivialidad que lo torturaba fue quedando atrás, y le empezaba a restar poder a ella. Hasta que un día, por amor, pero esta vez amor propio, él le arrebató el último poder que le quedaba, su atención.

Que quede claro que, esta vez fue involuntariamente, él no quería, pues seguía importándole, a pesar de todo. Pero cuando rompió el hechizo de su encanto y dejó de pensarla, cuando dejó de importarle, se acabó su poderío también. Cada dominio que tenía sobre la vida de él fue quedando sin efecto, inútil. Sobre él, ya no tenía privilegio alguno, pues ya los había perdido todos, incluso, el último poder que le quedaba.

Quítale el único poder que algo o alguien tiene en tu vida, la atención, y le habrás quitado todo el derecho sobre ti.

El último poder que le quedabaWhere stories live. Discover now