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Corea del Sur, Busan. 2008.
-J-

Salgo de mi casa, con prisa, me acomodo con desgana el bolso en uno de mis hombros, peino con mi mano izquierda mi cabello húmedo causa de la ducha rauda que me di hace 10 minutos y con la otra mano sostengo una bolsa pequeña de fresas, las guardo rápido dentro del bolso. Cierro la puerta con las llaves y camino hacia el pavimento, cruzando la calle poco transitada.

—¡¡YEBIN-AH!!— Desde las rejas de afuera de la casa de HyeBin, grito su nombre —¡Vamos tarde! ¿Puedes darte prisa?— grito, con desgana, frunciendo el ceño y entre-cerrando los ojos. No me cuesta mucho tiempo en darme cuenta que su papá está afuera, fumando su cigarro que se ve eterno, con parsimonia; Le saludo con la mano y una sonrisa un poco forzada y él me devuelve el gesto.

Como respuesta escucho un -voy- con hastío, y como si tuviera la boca llena de comida.

No tarda mucho en salir, cierra la puerta interior de la casa y sale corriendo a abrir la reja exterior. Sus dos cachetes hechos un mohín con su gran parte del desayuno dentro y su cabello negro corto por los hombros más que despeinado. Está hecho un desastre.

Le miro con una mueca de asco y ella rueda los ojos, traga con fuerza la comida que tiene dentro de su boca para hablar —¡Aiish, me peino en el colegio!— dice con aparente amargura , quejándose. Veo sus labios rosas levemente fruncidos, apretándolos, haciendo que se vean más pequeños, como los de una muñeca —¿Qué hay con ese cabello? Antes de hablar sobre el mío, ¡piensa primero en el tuyo!— dice, haciendo énfasis en lo último —Nunca dije nada sobre tu cabello— suelto de carrerilla mientras frunzo el ceño —¡Camina de una buena vez, vamos tarde!

Tomo de su antebrazo tirando de ella y empiezo a correr, ella de la impresión suelta un grito ahogado y se empieza a reír — Adiós papá, nos vemos más tarde— exclama despidiéndose de su padre. Ella detrás mío, corriendo.

Llegamos al atajo que siempre tomamos, el camino arenoso, amarillo, donde hay sólo mala hierba a los lados, pero ya no hay muchos escombros. Decido parar de correr y caminar, Hyebin hace lo mismo. Caminamos silenciosos pero sólo se escuchan nuestras respiraciones jadeantes, ajetreados del trote continuo. Me dirijo hacia el mirador y me siento en aquella banca de madera, descansando. Suelto un suspiro largo y profundo cuando observo aquella hermosa vista. HyeBin me imita, se sienta al lado mío, pero su suspiro está acompañado de una sonrisa.

Una oleada fría pega en mi rostro, un estornudo estruendoso mío la asusta a ella, volteando rápido su cabeza hacia mí. —Jimin-Ah, te tuviste que secar muy bien el cabello, ya estamos en Primavera, en la mañana hace mucho frío— dice con un tono materno —¿Acaso quieres enfermar?

Doy caso omiso a su última pregunta —Observa esta vista Yebin-Ah— musito deleitado.
El aire frío húmedo no se nota al ver esa vista, como el sol de la mañana no es tan fuerte, los árboles rosas, naranja , casi tirando rojo oscuro, verde potente se notan desde allí. Como los árboles danzan junto a la brisa desinteresada, y luego, me fijo en Yebin, como su cabello ya de por sí despeinado revolotea por causa de el viento.

Me había desconectado por un momento del mundo y del tiempo.
Viendo su rostro, embelesado.
Observo el mundo, pero ella se ve reflejada en mi ojos.

Lleno mis pulmones con todo el aire posible para luego soltarlo rotundamente —Ya se hace la hora, vayámonos— suelto. Yebin asiente muy animadamente y me da una sonrisa de labios. Ah, esta chica, me contagia siempre su sonrisa, termino también sonriendo junto a ella.

ANEMOIA⇢ ParkJimin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora