El tic-tac del reloj pareció ir más lento apenas puso un pie en la estancia. De aquí para allá, el soporífero trabajo de oficina le había mantenido demasiado ocupado para pensar en lo que se encontraría al llegar a casa.
Pero al cruzar su departamento a oscuras, recordó lo que había estado suprimiendo en el fondo de sus pantanosos pensamientos.
—¿DongYoung...?
Nada. Por instinto su mano se posicionó al lado de un cuadro de arte abstracto en tonos azules y purpúreos, en la pared de la derecha, y le tomó un par de segundos dar con el plástico relieve del interruptor.
Con la luminosidad el panorama, entonces, volvió a hacerse realidad.
A final de cuentas, no era una simple pesadilla que olvidaría al despertar.
—¡DongYoung! —gritó, y sus pies corrieron por inercia al bulto aferrado al sofá, con la mitad inferior del cuerpo en el suelo. El olor que presintió en cada paso de acercamiento se intensificó al tomarlo entre los brazos, pero esta vez algo más estaba entremezclado con el alcohol que flotaba hasta sus fosas nasales: una sensación metálica e inconfundible—. ¡DongYoung! ¡Amor...!
La última palabra se sintió extraña al pronunciarla, tal y como el primer día en que aceptó lo que sus ojos veían al llegar a casa.
Pero esta vez, de todas formas, era distinto.
—Por qué... por qué gritas, Jae —lo sostuvo cuando su rostro amenazó con golpearse en el piso. Sus movimientos eran torpes. Se reía—. Estoy... estoy...
—Volviste a embriagarte —murmuró.
DongYoung reía con el alcohol; de manera descoordinada y extraña, pero al menos lo hacía. Acarició sus mejillas con ayuda de los pulgares, y se mordió el labio.
—¿Qué hiciste ahora? ¿Por qué hueles a sangre?
—No hice... no hice nada —DongYoung hipeó, y frunció el ceño—. Me duelen las mu-muñecas...
Inspiró con fuerza, el olor del alcohol y la sangre se entremezcló aún más, y con cuidado descubrió los brazos de DongYoung.
—No, no, no, no, no, no...
Los dedos le temblaron y se mancharon de un rojo profundo, casi negruzco. Gotas cayeron y mancharon la alfombra. A un lado, descubrió la hoja afilada de un bisturí teñida de color escarlata.
—No, no, no, no, no, no...
Salió y regresó en un suspiro. Presionó la tela contra las líneas que discurrían de izquierda a derecha.
—Déjame —le escuchó susurrar. Siguió presionando. La tela cambió de color y pequeñas motas rosadas aparecieron en su superficie—. Márchate. Abúrrete de mí y simplemente de-déjame.
—Presiónate fuerte un poco —le obligó a poner su mano derecha en el paño que tenía en su brazo izquierdo, y se levantó. Pensó con rapidez. El baño. El botiquín estaba ahí. Cuando lo sacó de la repisa, estuvo a punto de caérsele. Regresó a su lado y reparó en la sangre que se deslizaba por su brazo, hasta caer por sus dedos e impactar la alfombra. DongYoung no presionaba el paño y le miraba directamente a los ojos—. ¿Te sientes débil?
—Vete. Déjame.
—¿Has comido algo? Tranquilo. Yo te haré de cenar. ¿Qué te gustaría?
—JaeHyun, no quiero.
—¿O preferirías que ordenara algo? —presionó fuerte y quitó el paño para aplicar un poco de solución antiséptica con motas de algodón. Al limpiar, los cortes se hicieron más visibles. Más profundos—. Podríamos comer pizza, ¿no crees?
—JaeHyun.
—No, pizza no, ya comimos el otro día...
—JaeHyun.
—¿Qué tal rammyeon? ¿O palomitas de maíz? ¿Son tus favoritas, verdad?
—Ya no te amo.
Dejó de limpiarle. DongYoung le miró fijo.
—Ya no te amo —repitió. Sus ojos brillaban—. Lárgate de acá. Déjame solo.
Podría haber dudado; dejarlo allí tirado, tomar sus cosas y marcharse, tal como DongYoung le demandaba con frialdad en la voz.
Sí, podría haberlo hecho perfectamente, pero sus ojos realmente brillaban.
—...Pues yo sí te amo —susurró, y acarició sus mejillas, cada vez más enflaquecidas, marchitándose lentamente como el resto de su ser—. Te amo con toda mi alma. Y no me iré.
Lo besó, pese a la férrea reticencia de su ser, que ni siquiera le empujó hacia atrás.
Terminó de limpiar sus cortes y colocó una venda firmemente enrollada alrededor de su antebrazo. Luego, lo levantó del piso con cuidado, acurrucándolo contra su pecho.
Su peso no le supuso ningún problema esta vez, a diferencia de aquella noche hermosa sucedida hace casi tres años. Se fijó en el anillo que llevaba DongYoung en el dedo anular de la mano izquierda, idéntico al suyo propio, a excepción del color rojo que brillaba sobre el grabado; sangre que había corrido desde sus cortes hasta manchar la plata. Se aseguraría de limpiarlo para que la fecha, de tres años atrás, volviera a brillar justo en el lugar que correspondía.
Lo acostó en la cama y apagó las luces, para acostarse a su lado. Lo abrazó.
—Cuando te pedí matrimonio, sabía que sería complejo estar contigo —comenzó a hablar, acariciando sus cabellos—. No porque no supiera acerca de tus demonios, sino porque tenía miedo de que me quisieras alejar de tu lado. Y mis miedos tenían razón de ser.
Besó su frente.
—Mi vida, mi mundo entero, mi DongYoung...
Escuchó sus sollozos. Lo abrazó con más fuerza.
—Saldrás de esta. Saldremos de esta. No te dejaré solo, ¿sí?
Y sintió sus manos en la espalda, aferrándose con la mayor fuerza en que era posible.
—...Perdón —"está bien" respondió. No era la primera vez en que le escuchaba decirlo, sin embargo esta vez su voz sonó dulce, sincera, como sus primeras citas a la orilla de la playa; como la vez en que se declaró con un ramo de rosas del que aún tenía en la memoria su aroma; como la primera vez en que supo de los pensamientos horribles y recurrentes que poblaban su mente. Tal como en esa oportunidad, lo abrazó con inclusive más fuerza—. Te mentí hace un rato...
—¿Con qué me mentiste, amor?
—...Yo sí te amo.
Sonrió. A decir verdad, llevaba tiempo sin hacerlo, semanas o meses tal vez. El paso del tiempo era difuso, cuidándolo después de llegar del trabajo, dedicando incansables horas para verle sonreír tan solo una milésima de segundo.
—Lo sé, DongYoung. Ahora duerme. Necesitas descansar.
Intentó dormir. La respiración en su pecho, más pausada, le indicó que su esposo se había quedado dormido.
Tal vez al otro día volverían a lo mismo. Lo llevaban arrastrando desde hace demasiado tiempo. Pero seguiría con él. Lo ayudaría. Lo seguiría amando tan intensamente como lo hacía desde el primer día en que iniciaron su relación.
Solo era una noche más, conviviendo con el alcoholismo y la depresión de Kim DongYoung, su esposo, su vida entera.
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Una historia un poquito angst para este 14 de febrero, en conmemoración del cumpleaños de Jaehyun (y por qué no, el teaser de NCT U Boss <3)
(Sí, aunque no lo parezca por la cantidad de fics angst que he hecho de él, sí quiero a Jaehyun jdsf)
Espero les haya gustado, el próximo capítulo es un KunWin/WinKun, ¡nos vemos!
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February // one-shots de NCT
FanfictionColección de one-shots y drabbles de distintas pairings de NCT. Febrero es el mes del amor para muchos, del desamor para otros. En NCT, en tanto, varios de los cumpleaños de sus integrantes suceden en este hermoso mes. Esta colección muestra a dich...