Septiembre.25
Esa noche no había podido dormir, Naomi Twen inundaba mis pensamientos sin ganas de salir de ellos.
Era un sábado bastante agradable, la abuela repetía una canción mexicana mientras me cocinaba el almuerzo: tortillas de papa.
— ¿Lo notaste, Cal? Tenemos nuevas vecinas. — nunca salía de casa más que para leer en el patio trasero, así que no me sorprendió que tardara tanto en notar lo que sucedía a su alrededor — Parecen ser amables; la dueña de ese bonito trailer vino a presentarse y me trajo una porción de lasaña esta mañana, me dijo que la había preparado su hija.
— ¿Su hija?
Ella me sirvió una porción de comida en un platillo y me lo puso en frente junto a un vaso de jugo.
Se sentó a mi lado y apoyó su mano arrugada en mi hombro y la otra la utilizó para acariciarme el cabello mientras que mostraba una sonrisa pícara de dientes nuevos.
— No la conozco, pero espero que sea tan atenta como su madre.
— Es una arpía.
Casi escupe su dentadura.
— ¿Por qué dices eso? ¿La conoces?
—Espero jamás hacerlo.
Terminé la comida, le besé la mejilla y me fui a mi habitación, necesitaba la energía de Edgar Allan Poe sobre mí.
Cuando terminé su libro, revisé mi biblioteca en busca de otro, pero no encontré uno que no haya sido leído ya.
Tomé mi chaqueta y la bicicleta avisándole a mi abuela que me iría a la biblioteca, pero encontré algo mejor, una cafetería con una pequeña librería en su interior y no dudé en entrar.
Un ejemplar de Stephen King llamó mi atención y lo compré luego de leer la contratapa y la primera página. Aveces solía darme mis gustos si se trataba de libros. Me senté en una mesa apartada de las demás mientras que una moza se acercaba a tomar mi pedido.
— Quiero un café con crema y bien dulce por favor, también unos rollos de...
Naomi Twen entró a la cafetería seguida del tal Travis. Estaban tomados de la mano y éste último llevaba puesta una cara de pocos amigos. Se sentaron en una mesa muy cercana a la mía y ella comenzó a contarle algo.
— ¿Rollos de qué?
La moza estaba impaciente y me observaba inquieta golpeando la culata del bolígrafo contra su libreta.
Naomi Twen miró en mi dirección deteniendo su charla, Travis siguió su mirada y sus cejas mostraron su estado confuso.
Me paré y puse mis manos sobre la cintura de la mesera atrayéndola hacia mí, ella no podía creer lo que estaba por hacer. Posé mis labios sobre los suyos moviéndolos lentamente, sin saber exactamente lo que hacía.
Ella se mostró complacida y detuve el beso, ella rió como niña y me entregó un papel con su número de teléfono.
— Eres muy bonita. — le susurré al oído.
Naomi me miraba con la boca ligeramente abierta y pasé junto a su mesa como si fuese el rey del mundo con mi libro en mis manos.
Me sentía tan bien.
Esa noche dormí genial, pero a la madrugada me despertaron los gemidos de Naomi como si lo estuviera haciendo en mi mismísimo patio.
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Atrápame en el siguiente otoño
Short StoryQué desgraciada hubiera sido mi vida si Naomi no hubiera aparecido repentinamente en ella. 15/01/18