Octubre.04
Como había supuesto, el bar de la madre de Naomi Twen, quien conocí ayer por la tarde cuando apareció para tomar el té con mi abuela; ni bien abrió, colapsó de hombres muy grandes y repletos de motocicletas ruidosas.
Mi abuela estaba como loca, pero no le decía nada a esa mujer, Andréa Twen, porque según ella se habían vuelto amigas.
La abuela quiso ir al bar esa noche, para saludar a su amiga el día de su apertura, y yo no pude detenerla.
La acompañé mientras que junto con su bastón cruzaba la calle y escogía una mesa pequeña y bajita. Andréa se sorprendió de verla, pero aún así le trajo un sándwich de pavo y oí como decía mesa por mesa que nada ni nadie nos molestara.
Naomi apareció en la moto de Travis, le dio un beso y mientras que acomodaba sus cosas en el trailer se puso un delantal para comenzar a recoger y atender las mesas.
Se le cayó una mueca divertida cuando me vio sentado junto a mi abuelita.
— Qué rico sándwich, el mejor que he probado... — declaró mi abuela bostezando — Bien iré a saludar a Andréa y tú puedes quedarte a conocer a su niña.
— No es necesario...
Pero cuando levanté la mirada, mi abuela se estaba yendo en su búsqueda.
— Es muy tarde, Calabacita, deberías ir a la cama. — me dijo Naomi apareciendo detrás de mí y limpiando la mesa.
Le entregué su paga y le hice caso.
— ¿Siempre haces todo lo que te piden?
Volteé a verla y su postura me llamó la atención. Quería recorrer con la punta de mis dedos todas esas curvas precisas y aquellos lugares en los que su piel saltaba a la vista.
Ni siquiera le sonreí. Giré en dirección a mi casa y caminé a paso lento hacia ella.
— Qué chico raro.
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Atrápame en el siguiente otoño
Short StoryQué desgraciada hubiera sido mi vida si Naomi no hubiera aparecido repentinamente en ella. 15/01/18