Primera rosa: Solo mio

472 68 22
                                    


Aquella noche no pudo dormir ni un poco luego de llorar su alma recordando cuan equivocado estaba al pensar en poder conquistar a Kirkland.

Maldijo su nombre toda la noche, pero aun así y cuando quería odiarlo su corazón le daba la espalda demostrándole una vez más que el hechizo de Kirkland era inquebrantable.
Pero lo superaría, por supuesto que lo haría.

Amaneció y un día nuevo se presentaba ante sus ojos cansados.
Rogaba en su mente, mientras iba a la cafetería de la escuela vislumbrando el cálido sol, que su brillo lo dejara suficientemente ciego como para que sus ojos ya no pudieran ver al inglés.Tal vez alguna fuerza divina podría ayudarlo a sobrevivir, tal vez por fin la suerte estaría a su favor y podría evitarlo a toda costa, tal vez... pero como si el mundo estuviera en su contra el susodicho se acercaba a paso rápido desde el otro lado de la cafetería hacia su mesa donde estaba él y toda una horda de chicas intentando captar algo de su interés.

Era un ambiente típico en Gakuen Hetalia ver a Alfred F. Jones estar rodeado de chicas que intentaban tener su atención, pero para tristeza de ellas, no lograban engatusarlo en lo más mínimo. Esta de más decir que por más que él intentará mirarlas o encontrar alguna que lo hiciera olvidar su amor no correspondido ninguna de ellas ocasionaba lo que Kirkland con tan solo una mirada podía.

Justo como aquella mirada que se acercaba sin quitarle los ojos de encima.

El pánico empezó a crecer dentro de él. ¿Acaso lo buscaba para burlarse?
Tembló ante la posibilidad y unas ganas tremendas de huir se hicieron presentes pero antes de siquiera poder levantarse sintió las manos de Kirkland tomar fuertemente su chaqueta, empujar sin consideración alguna a las chicas que se encontraban casi sobre el americano y tomar sus labios por asalto sin siquiera dudarlo.

Fue un beso fogoso, violento y posesivo, pero tenía algo diferente a los que siempre le robaba y no puedo evitar sumergirse en el, deleitarse con los labios ajenos mientras sentía el peso de Kirkland sobre sus piernas y sus brazos enredados firmemente en su cuello acariciandolo con vehemencia. Sin siquiera pensarlo sus manos ya están en la delgada cintura del inglés aprisionándolo aún más.

Se hubiera perdido aún más sino hubiera sido por el sonido ahogado del asombro de las féminas que lo rodeaban.

Al parecer Kirkland también las escuchó porque no tardó en liberar su labios y sin soltarlo volteo a encarar al grupo de fans de Alfred.

—Él es mío. Y no las quiero cerca de él. Largo—Les dijo con un tono amenazante que logró remover el interior del americano llenándolo de confusión.

—¿Quien te crees para hacer eso?— reclamó la capitana de las porristas que se auto proclamaba novia del americano.

Eso solo encendió la sonrisa en el rostro de Kirkland y como si hubiera estado esperando esa pregunta soltó la respuesta que ambos corazones habían estado esperando.

—Arthur Kirkland, presidente del consejo estudiantil y novio de Alfred desde hace tres meses.

Las exclamaciones de sorpresa no se hicieron esperar pero el tiempo parecía haberse detenido para Alfred que sólo miraba incrédulo las acciones de Kirkland.

¿Qué no era Kirkland quien no quería exposición pública por lo que siempre estuvieron a escondidas?
¿Qué no era lo suyo solo un juego que no requería en lo más mínimo exclusividad?

Rosas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora