Amor, pulgas y otras comezones

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[O, El Hombre de Malas Hierbas]


Los amorosos callan.

El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.


Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

-Jaime Sabines, Los amorosos

Fue el dolor lo que le despertó. Los finos cortes en su cuerpo, el punzante ardor en su culo y su cadera gimiente fueron su recordatorio.


A su lado, su amante roncaba. Su pecho subía y bajaba al compás de su respiración. Soñaba. Un mal sueño, como siempre. Con lágrimas en los ojos, gritando el nombre del fantasma de su pasado era torturado días tras día sin compasión. Ojalá pudiera quitarle las pesadillas, pensó, peinando su cabello en un audaz gesto de ternura. Limpió sus lágrimas saladas, lamiendolas. Pues era lo único que podía hacer.

Si aquel estuviera despierto se enfadaría por el gesto. A Shura no le gustaba que lo mirarán con pena, con ternura. Como si ello tuviera el poder de debilitarlo.

Sin embargo ahí estaba él, contemplando en silencio su hermosa imagen. Su cuerpo fuerte, musculoso, masculino y perfecto. Incluso las cicatrices repartidas en anatomía lo volvían más perfecto a sus ojos, más admirable. De reojo miró su pene erecto como se le mira a una obra de arte.

De haber despertado, el estaría obligado de bajar la mirada. Los nervios lo harían sonrojar como un virginal campesina. A él le gustaba hacerlo sonrojar. Le gustaba hacerlo gemir. Él quería su devoción y su entrega, no quería sus sentimientos.

Así lo había aceptado.

Debería irse.

Con cuidado, se levantó de la cama, desnudo. Pasó al sanitario para mear y asearse un poco. Los cortes en su espalda, era pequeños pero profundos y dolorosos. Permaneció así, desnudo frente al espejo. No era vanidoso y su apariencia no solía preocuparle, sin embargo se preguntaba ¿por qué se había fijado en él?.

Desvió la mirada donde aquel gemía por sus demonios internos, en su infierno de todas los días.

ー Aioros. ¿Por qué? ー hablaba entre sueños, llamándolo. ー ¿por qué?

No, no se había fijado en él. Quería agotarse para poder dormir. Quería estallar su ira contenida contra alguién. Ya lo sabía. No le importaba, se decía así mismo, mientras curaba sus cortes, las mordeduras en la espalda, vendando su cuello para que nadie notara las marcas . Lo tapaba todo, no lo comentaba ni siquiera con sus amigos más cercanos. Nadie debía saberlo. Le traería problemas.

Además, le gustaba. El secreto y le gustaba el desde quién sabe cuando. Deseaba ayudar a que sus pesadillas desaparecieran. Quería mostrarle y que entendiera que no le fallaría, él no. No fallaría a su honor y su causa.

Al termino, salió de las habitaciones para dirigirse a la cocina. Quizá era mejor retirarse en el cobijo de la madrugada, así podría fingir que iniciaba su entrenamiento.

Debería.

****

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

~Del AMor, Pulgas y otras comezones ~Where stories live. Discover now