Capítulo 27

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Narra Joaquín:

Me fui, desde el momento en que dejaron de tener contacto nuestras manos me sentí culpable, una bolsa de basura. Pero no podía hacer nada, estaba cumpliendo mi sueño. Fútbol.

La última vez que la vi fue en el aeropuerto, mirándome. Con ésa fachada que solo ella tenía, esa cosa que solo ella podía tener. Pretendía parecer fuerte y normal, pero en realidad no era así. Se sentía mal, y yo igual.

Las horas de vuelo fueron una tortura; porque mientras más avanzaba el avión, más ganas de volver me daban.

Cuando llegué a España me vi envuelto en una rutina sin fin. Lo mismo todos los días, como si viviera en un bucle, pero no era así. Porque los días sin Rena pasaban lentos y se aumentaban en el almanaque.

Despertar, desayunar, entrenar, volver y almorzar, dormir o estar solo, y domir de nuevo hasta el otro día.
Siempre me había considerado un chico responsable, así que me pasaba mis ratos libres haciendo nada.

Sumergido en mis pensamientos, en Rena, en mi casa y mi familia. ¿Qué habría sido si me hubiese quedado?

Mis compañeros me invitaban a salir o cosas así pero siempre logtaba inventar alguna excusa y encerrarme como un completo ermitaño en mi apartamento.

De seguro ella me extrañaba, o tal vez no. Tal vez me había olvidado desde la primer semana.

En cuanto a lo futbolístico no me sentía en mi ciento por ciento, me sentía inútil e ineficiente. Así que solamente cumplía con la obligación de ir a entrenar y nada más. El resto era tiempo muerto.

Me daba miedo escribirle, que le enviara algún mensaje y me dejara en visto. O que directamente lo ignorara.

La hechaba de menos, a ella y a toda esa locura que la acompañaba a todas partes. Su invernadero lleno de flores, su cabello despeinado, su música y esa sonrisa que nunca se le borraba.
Todo me la recordaba, desde una flor hasta un cupcake o café.

Me sentía un idiota por extrañarla tanto, ni siquiera la conocía bien. Durante esos cuatro meses la seguí, a través de las redes sociales. Se la veía felíz, y la mayoría de las fotos eran con Ian o tomadas por el idiota. Me molestaba ver que le dedicaba esa sonrisa que era mía, porque aquel gesto tenía un único dueño, y era yo.

No había logrado estar con ninguna chica, aunque las españolas eran hermosísimas, siempre me encontraba comparándolas inconscientemente con Rena. Y es que no podía olvidarme de ninguno de sus gestos, de sus miradas y reacciones.

Todavía no lograba entender la forma en la que aquella chica me había carcomido la cabeza y se había adueñado de todos mis pensamientos. Incluso me molestaba darle tanta importancia, me molestaba que me guste tanto y me provoquen tantos celos las fotos con otros chicos.

De los cuatro meses no hubo ni un día en que no haya pensado en ella. En lo que hubiese sido si me hubiese quedado.

Me preguntaba ¿como estaría?, ¿que sentiría? Y la más importante... ¿Pensaría en mí?

España difería mucho de Argentina, y extrañaba mi casa y mi familia. A veces me daban ganas de dejar todo y comprar un boleto para regresar; y abrazar a mi madre por horas, y besar a Rena hasta el cansancio.

Eran fin de semana y los chicos habían logrado convencerme de salir, me haría bien, me distraería, según ellos.

Me duché y salí al boliche donde nos habíamos quedado en juntar. Cada uno de ellos estaba con una chica y me sentía bastante tonto por no estar con una; pero no se me apetecía, solo quería a una.

Como en todos los lugares, música alta, bebidas y mujeres lanzándose a mí como flechas.

Revisé mi celular para ver la hora, en realidad para ver si Rena me había escrito y me arrepentí de haberlo visto al instante. Una foto en Instagram donde estaba con Ian, demasiados corazones, demasiado él. Me molesto, abrí el chat de WhatsApp y planeé que escribirle.

Joaquín:
Rena sos mía, no quiero que nadie te toque nunca. Solo yo puedo. Decile al pelotudo de tu amigo que se las tome y se pierda por donde vino, porque vos tenés dueño y ¡SOY YO!

Sí, eso hubiese sido genial, pero no se lo envié, eliminé el texto y bloqueé mi celular después de darle me gusta a la foto.

Pedí whisky y me lo tomé sin dudar. Y encargué otro al barman.

—Pareces muy roto del corazón como para estar aquí—. Una voz femenina usurpó el taburete de al lado.

La miré un poco despectivo, como a la mayoría, pero no me devolvió el gesto. Sólo sonrió.

—Venga tío, te presto el mío, pero un rato que ya está bastante roto—. Dijo igual de animada que antes y eso hiso que sonriera, pero sin mostrar mis dientes.

—Soy Joaquín— dije estrechando su mano.

—Desire...

Unreal | Joaquín CorreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora