Capítulo 4.

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(Ilustración: https://twitter.com/noirsnowart/status/875350210171547648).

D.Va pasó toda la noche online en Dungeonslaughter a la espera de que Ecbhae iniciase sesión. No sucedió. Se quedó dormida sobre el teclado cuando amanecía y se despertó cuando su teléfono sonó.

Era un mensaje de Sombra: esa noche también quería quedar con ella.

La joven no pudo evitar dejar escapar un gritito de alegría. No podía explicar qué era, pero algo en el aspecto peligroso de Sombra, en su piel cálida y atezada, en su acento... algo la atraía muchísimo. Se lamentaba por haber bebido tanto como para tener borroso el recuerdo del baño... cuando el brazo de Sombra la rodeó de aquel modo tan posesivo y autoritario.

«Como si hubiese querido darme a entender que me quería sólo para sí», pensó. Se le escapó un suspiro.

Al final del día D.Va estaba arreglada para salir. Se había cuidado la piel del rostro como sólo una muchacha coreana era capaz y había usado un poquito de maquillaje para completar aquel efecto fresco y radiante; después había seleccionado un conjunto de ropa estilo retro que incluía una blusa corta, unos vaqueros de cintura alta, un pañuelo blanco a juego con un cinturón del mismo color y unas manoletinas rojas.

Se encaminó hacia su «cita» (pues así lo veía ella) esperanzada.

El local donde Sombra la había citado parecía caro, detalle que no preocupaba lo más mínimo (quizá, de hecho, ayudaba a que se hiciese ilusiones), pero al entrar... le dio mala espina. La música electrónica no terminaba de cubrir el rumor de una clientela que permanecía oculta de la vista. Antes de que la mente de la gamer terminase de destilar la palabra «ilegal», un mensaje de Sombra la informó de que ya estaba dentro esperándola.

—A nombre de Ecbhae, por favor —le dijo D.Va a la camarera. Esta la condujo hasta un reservado con paredes azules donde la luz era tenue (efecto acentuado por el humo de un narguile). El espacio era íntimo, presidido por un sofá de apariencia mullida donde, con los brazos apoyados en el respaldo y las piernas separadas en actitud dominante y confiada, Sombra dejaba escapar humo por sus fosas nasales... clavando la mirada en D.Va.

La asiática sufrió un escalofrío.

—Bienvenida, Conejita, a la versión más opulenta que he podido encontrar de lo que es un fumadero. Los Muertos siempre nos hemos movido en este tipo de ambientes.

Los ojos de Hana (enmarcados por lápiz de ojos negro) estudiaron cuidadosamente la pintura luminiscente que adornaba los brazos, las piernas y, en general, la piel bronceada de Sombra. El dibujo en forma de columna vertebral que ascendía desde su vientre hasta su cuello... El brillo que desprendían los implantes electrónicos que recorrían su cabeza y su espalda, los cables en su brazo...

—¿Ocurre algo, Hana? —preguntó Sombra en tono de mofa.

—Así que... esta eres tú: miembro de una banda criminal.

—¿Te supone un problema... niña?

Aquel era el momento triunfal para Sombra. Sonreía con satisfacción al imaginar que la dulce e ingenua gamer huiría despavorida.

—No. Pero reconozco que me ha sorprendido... me gusta tu sinceridad, el valor de mostrarme tu peor cara desde el principio. —La boca de la mexicana se torció ante la respuesta de su interlocutora. Luego adoptó un rictus impasible—. Yo... sé quiénes son Los Muertos. Después de lo que los ómnicos han hecho en mi hogar, estoy a favor de cualquier grupo que se organice en su contra.

D.Va dejó su bolso sobre la mesa, junto al narguile, y se adelantó hasta quedar frente a Sombra, que seguía observándola de un modo inexpresivo... ocultando su frustración y su creciente cólera.

Conectadas [Overwatch].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora