El tan esperado 14 de febrero llegó, todos los estudiantes se encontraban melosos, ansiosos y emocionados. Hoy era el día en que cada chico recibía un regalo por parte de las chicas, un muy elaborado chocolate que haría endulzar su día por más tiempo que cualquier otro, pues este venía con un mensaje implícito: "te quiero".
Cierto pelirrojo lucía desanimado, incluso algo molesto, quizás no era el más alto del salón, ni el más guapo, pero sí que estaba lleno de energía, era un as del futbol. ¿Era en serio? ¡¿Ni un solo maldito chocolate?!
Yata dejó caer su cara sobre la carpeta. Este iba a ser el peor día de su vida.
Quizás es por que aún no dí el estirón.
Quizás es por que mis calificaciones son un asco.
¡O quizás es por que ayer el profesor de matemáticas me dijo idiota en frente de todos!
Ahora el jovencito de 14 años miraría con odio apenas viera pasar a dicho profesor. Sin embargo, algo sucedió a media mañana, cuando salió de clase para ir al baño a mojarse el rostro y espabilarse. En ese momento una niña de ojos celestes lo retuvo en la salida del baño, y muy fiel a su estilo se estampo contra la pared nervioso, pues lo que quería hacer era retroceder, pero habiendo un muro tras el solo se quedó estatico mientras la muchachita hablaba.
"Esto es para Fushimi-san".
Escuchar algo así, lo puso aún más nervioso.
¡Que suerte tiene ese idiota!
No entendió las mil y un palabras que soltaba aquella niña, ya que se quedó contemplándola de pies a cabeza, era unos centímetros más baja que él, olía muy bien, como a cereza, su cabello...era castaño y sedoso, tenía una pulcera dorada en la mano que agitaba constantemente, labios delgados...y rojos, quizás mucho para su gusto. Pero quizás ...perfecta para su mejor amigo.
Quizás le gustaba esa clase de chicas, mientras más se lo preguntaba más se daba cuenta que nunca había hablado sobre temas amorosos con Saruhiko.
- Mi nombre es...-
Cuando reaccionó, tenía una pequeña caja en sus manos, y no había rastros de la niña.
-¡Oye!...- Muy tarde ella ya había doblado la esquina.- ...no escuche tu nombre...- Suspiró cabizbajo.
Yata solo atinó a correr al salón cuando se hubo percatado que por ahí estaba pasando el director. Llegó hasta su asiento y metió la dichosa cajita en su mochila, pensando que el nombre se encontraría ahi, asi que no había de que preocuparse.
Fushimi solo le lanzó una mirada de reojo, viendo como estaba agitado el pelirrojo.
Ni bien sonó la campana, Yata se aproximó a su amigo.
-¡Hey!¡Vamos a casa!.- Sonrió más animado que nunca suponiendo que aquel regalito le haría muy feliz al pelinegro.
-¿No estás mas exhaltado que de costumbre Misaki?.- Dijo mientras recogía sus cosas.
-¡Claro que no!.-
Juntos caminaron hacia la casa del pelinegro. Según Misaki había algo que le quería preguntar y que era tan privado que hacerlo en su casa donde estaba su madre y hermanos le era vergonzoso. Fushimi solo asentía en un tono aburrido repitiendo " Espero que no sea algo tonto".
Hasta que llegaron a aquella mansión no dejaron de platicar sobre el tonto programa matutino donde la chica del clima se puso un traje de corazón.
Al llegar al cuarto del pelinegro. Misaki se para en el marco de la puerta y rebusca sus cosas.