Azul.

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El eco retumbaba en los pasillos debido al avanzar de unos fuertes pasos a través de estos. Las silenciosas risas de los jóvenes no pasaban desapercibidas ante los ojos de aquella nueva víctima en la que se enfocarían aquel nuevo semestre escolar. Uno de varios semestres que se avecinaban de una manera amenazante para aquella joven de ojos oscuros.

No era su primer año en aquella institución, pero se sentía como si fuera tal ante las ineludibles intimidantes miradas que le otorgaban. Sujetó sus libros fuertemente contra su pecho y sin bajar la mirada prosiguió con su andar.

No debía de llorar, ni mostrarse menos ante los demás. Debía de actuar como si fuera otro día normal en la vida. Trataba de convencerse que no durarían más de un par de semanas con aquel infantil juego.

Ella estaba completamente equivocada.

Llegó a su salón de clase respectivo y dejó sus cuadernos sobre su pupitre. Recordó aquellas palabras de orgullo que su madre mencionaba a cada momento sobre ella y cerró los ojos para enfocarse en lo que realmente importaba en esos momentos. Enorgullecer a sus seres queridos.

Faltaba como media hora para que comenzara la primera materia, por lo que sacó sus audífonos color negro de sus bolsillos y se los colocó sin conectarlos al móvil. Le era un hábito hacer aquello. Tomó un lápiz de grafito y comenzó a realizar unos ligeros trazos sobre la última hoja de papel de su cuaderno de álgebra, atenta a lo que sucedía a su alrededor.

-Mírala, anda tan sola. —Unos burlescos murmullos se escucharon desde las carpetas de al lado—Debe de ser una rechazada social ¿No es así?

-Yo escuché que obtuvo el primer puesto el año pasado ¿No crees que deberíamos hablarle? A lo mejor nos pasa la tarea. —Otra voz femenina se hizo presente, acompañando a la anterior persona.

Si hacerse esperar más, aquellas dos personas ya estaban sentadas frente a ella, con un par de sonrisas hipócritas dibujadas en sus joviales semblantes.

Cerró el cuaderno de manera paulatina y levantó la vista, consciente de todo lo que había oído segundos antes, hacia esas dos adolescentes. Sonrió lo más creíble posible, se quitó los audífonos para darles a entender que las estaba escuchando y comenzó una plática con ellas ignorando el hecho de la falsedad de sus acciones. Era mejor no tenerlas como enemigas.

Los meses pasaron y las cosas no parecían mejorar para nada. Todo iba radicalmente diferente como lo había predicho.

Ella había conocido a una compañera de clases y se habían vuelto ambas muy cercanas. Encontró un pequeño brillante haz de luz en medio de aquella aterradora oscuridad que la estaba rodeando con tanta inquietud. El inicio de una fuerte amistad que trataría de proteger lo que le costara.

Mabel era su nombre. Patronímico que jamás en su vida olvidaría.

No podía evitar esbozar una sincera sonrisa cuando pasaba tiempo al lado de su compañía, compartiendo conversaciones triviales y pequeñas bromas entre sí. Era la primera amiga de verdad que tenía en su vida, la primera que no la juzgaba por ser quien era.

Toda su pequeña burbuja de ensoñación se veía en peligro cada vez que Mabel se alejaba o faltaba, dejándola sola en medio de todo el inmenso salón de clases, a merced de los ataques de la población masculina juvenil y la "ley del hielo" que las chicas practicaban con ella. Los profesores parecían hacerse los locos o ajenos de todos los problemas que atormentaban a la alumna. Suponían que, si ella no se mostraba débil, si ella seguía sacando las buenas notas, todo estaba bien.

Ella solo quería un refugio en el cual aferrarse y tenerlo como un pilar para poder avanzar a la meta esperada, graduarse.

Nunca lloró en clase, ni se mostró inferior antes los desagradables comentarios que iban hacia ella y mucho menos se dejó intimidar antes las constantes agresiones que le propinaban a espaldas de los adultos.

AzulWhere stories live. Discover now