Capítulo 7.- Promesa

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-¡Deshar, deja ya esa espada, ni siquiera puedes cargarla! – Gritaba Shana a un pequeño niño que intentaba empuñar una de las espadas dobles de Akasha.

Ella no había sido capaz de reprimir al niño, pues su esquelética figura le conmovía de sobremanera. Igualmente la deteriorada construcción donde se encontraban que, al igual que el resto de las construcciones allí, tenía claros vestigios de los duros momentos por los que había pasado; rastros de incendios, vigas astilladas claramente por fuertes golpes, así como ciertas zonas corroídas por algo similar al ácido, eran algunos de estos. Un golpe sordo sacó a Akasha de su meditación, tras lo cual vio al flacucho niño que intentaba levantar nuevamente la espada. Pensó en cómo sus acompañantes podían provenir de ese sitio, donde los habitantes parecían compuestos únicamente por huesos, piel y suciedad; Shana con sus hermosas curvas y Farad con su esbelto pero fornido cuerpo.

-¡Deshar! – Gritó Shana, mientras se ponía en pie para atrapar al niño que, de un salto se escurría entre sus manos.

Shana volvió a su sitio en el pequeño círculo que formaban Akasha, Farad y una anciana en el centro de la habitación. Frente a ellos se encontraba un abundante plato con un extraño guiso que Akasha aún no había probado, no por su asqueroso aspecto, sino porque era consiente que aquel grupo de niños habían sido atraídos por el olor de la comida. La simple idea que degustar el poco alimento con el que debía contar esa población, mientras el resto moría de hambre le hacía perder el apetito.

-Honorable cazadora, por favor coma – Apremió la anciana que les acompañaba – Ustedes necesitan energía, más aún después de tan largo camino –

Akasha sencillamente respondió con una fingida sonrisa y un asentimiento de cabeza, pero cuando acerco el primer sorbo a sus labios, el mismo pensamiento de antes le traicionó, formando una mueca de disgusto en su rostro. Akasha amagó por un momento en llevar su porción al grupo de niños que aún rondaban el sitio, pero Farad le detuvo, ayudándole a hincarse nuevamente con suavidad y susurrándole al oído.

-Sé lo que piensas y sientes, Shana y yo pasamos por eso a diario, pero sería un insulto rechazar el alimento que ellos te han cedido. Para ellos es más importante morir de hambre voluntariamente, que morir a manos de algún monstruo por egoísmo –

Akasha inmediatamente comprendió las palabras y comenzó a ingerir sus alimentos.

-Honorable cazadora, es un gran honor saber que nuestros jóvenes han logrado entrar en el gremio de Tanzia, desde la caída del gremio de Loc Lac creímos que jamás volveríamos a tener algún tipo de relación con algún gremio –

-Matriarca, nosotros no -

-Ellos aún se encuentran a prueba – Respondió Akasha, interrumpiendo bruscamente a Farad – Nos encontramos en una expedición hacia el circulo de fuego para evaluar sus habilidades. Es algo rutinario, pero créame, he visto sus habilidades en persona y no veo ningún motivo por el que el gremio se vaya a oponer después de esto –

-Oh, es bueno saber eso. Sabes, Farad a pesar de ser un poco flacucho es muy fuerte, será algo atolondrado pero cuando de cacería se trata es todo un genio, y no te dejes engañar por su perezosa apariencia, también es un muy buen partido – Agregaba la anciana mientras giñaba el ojo a Akasha, esta se limitó a reír mientras Farad se ruborizaba, aunque también Shana se sobresaltaba sin que el resto del grupo lo notase – En fin, está comenzando a oscurecer, deberían ir a descansar si es que desean partir mañana a primera hora. Lo mejor es salir poco antes de la salida del sol, pues es cuando los monstruos nocturnos se dirigen a descansar y los diurnos apenas comienzan a despertar –

-Muchas gracias por su hospitalidad – Agradeció Akasha.

El pequeño grupo salió del hogar de la matriarca para dirigirse a su sitio de descanso, el cual era un destartalado pero enorme edificio de madera, cuya arquitectura delataba que sirvió como centro de operaciones del antiguo gremio. Akasha y Shana se dirigieron a su interior, pero Farad se mantuvo fuera, mirando hacia la espesa selva que se encontraba tras una destartalada empalizada.

La última esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora