-¿Estás hambriento? -pregunto impaciente.
-No.
-¿Ni un poco?
-No.
Lancé y un sonoro bufido. Me crucé de brazos y miré por la ventana.
-¡Que malcriada eres! -chilló riendo.
-Malcriado tú. -me defendí aún viendo a la ventana, en tono de burla.
-¿Por qué simplemente no me dices que tienes hambre?
-Porque no tengo. -le dije. -El que tiene eres tú, sólo que no lo quieres admitir.
-¿Por qué rayos tendría hambre? -preguntó.
-¡No hemos comido desde ayer! -exclamé.
Era cierto, anoche no comimos en la noche. Y ahora era de día y estábamos perdidos, no sabíamos ninguno de los dos hacía donde íbamos. No hemos comida absolutamente nada, pero ya yo estoy acostumbrada a eso, en cambio Finn no.
Me preocupa que no diga nada, y siento que está de mal humor gracias a que no ha comido, así que necesito con ansias que coma.
-¿Sabes que si quiero?
Negué con la cabeza.
-Descansar un poco, ¿puedes manejar? -preguntó sonriendo.
¡Diablos!
-Bien.
Él sonrio.
-Excelente. -ladré y él rio.
Se estacionó al lado de la carretera, pero no estaba del todo contenta por la noticia. Cuando se bajó tuve que obligarme a mí misma a bajar apresuradamente. Al encontrarnos afuera él me miraba con una sonrisa.
-Te tengo una sorpresa. -me dijo.
-¿Qué sorpresa? -pregunté extrañada.
Él sonrió con malicia y se acercó a mi.
-Cierra los ojos. -me dijo.
-Ay no. -me quejé.
Él volteó los ojos.
-¿Quieres dejar de quejarte? -preguntó riendo.
Asentí y cerré los ojos con la intención de hacer trampa. Pero, no pude ya que cuando lo abrí Finn estaba delante de mí mirandome sacarronamente lo que hizo que me subiera un calor ya conocido a las mejillas.
-Eres una tramposa.
Sonreí.
-Sin trampas, niña.
Asentí y cerré los ojos. Pude sentir como esta vez, Finn se alejaba de mí, y se iba al auto a buscar la dichosa sorpresa. Me quedé con los ojos cerrados, tragándome mi intriga.
Escuché unos pasos y sentí un calor familiar, así que supe que ya había llegado la sorpresa.
-¿No abriste lo ojos?
Negué con la cabeza.
-Está bien, abre los ojos.
Cuando abrí los ojos lo ví a él con unos papeles en la mano. Y me dí cuenta de que no eran sólo unos papeles, eran unos boletos. Unos boletos que decían Londres. Finn dejó aparecer en su rostro una hermosa sonrisa que me dejó más desconcertada de lo que ya estaba.
No moví ninguna expresión de mi rostro, ni moví ninguna extremidad. Mi respiración se había acelerado al igual que mi corazón. En mi mente pasaban un millón de preguntas al igual que pasaban un millón de acciones, pero mi cuerpo no reaccionaba a ninguna.
ESTÁS LEYENDO
La Aventura de la vida.
Teen FictionApril tiene depresión, no confía fácilmente en nadie, no se atreve a vivir fuera del límite. Se ha convertido en una persona solitaria, incapaz de pensar por sí misma. Cumple su rutina y no sale de ella. Desde ese momento.... Finn llega a su vida p...