Prefacio.

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El único sonido que llegaba a oírse en el interior de la inmensa mansión era de la limpieza; los zapatos moviéndose ligeramente de aquí para allá, los pañuelos puliendo arduamente las decoraciones y mesas...todos estaban en perfecta sincronizada enfocados en sus labores, después de todo, el amo y señor de la casa regresaba.

— ¡Él líder ha pasado las rejas, ya esta aquí! — anuncio un guardia desde la segunda planta a los empleados humanos que se apuraron en los últimos detalles.

El señor volvía de su ultimo viaje luego de una ausencia bastante larga.

Cinco años esta ocasión.

— ¡Ya esta aquí!

— Finalmente lo conoceré...

— Dios, ¿Seguirá igual?

— Ellos no cambian, recuérdalo.

— ¿La habrá hallado o traerá...?

— ¿A quién?

— Oh, tu eres nuevo así que....

— Silencio, por favor.— pidió el mayordomo en jefe callando el alboroto.— Discreción.— exigió a los empleados más viejos.— Y respeto, ¿De acuerdo? — miro a los nuevos.— Hagamos sentir bienvenidos a nuestro señor.— murmuro señalando para que abrieran las puertas principales. Dos empleados tomaron las enormes puertas para cumplir de forma inmediata la orden, a la par, que los demás empleados se inclinaron con respeto ante el hombre pelinegro en la entrada.— Señor Caprand, bienvenido.

— ¡Bienvenido, líder!— dijeron al unísono los empleados.

— Que gusto verte, Frederick.— musito la imponente figura pelinegra entrando en su recinto.— Muchas gracias a todos.— elevo la voz para hacerse oír.

Los ojos ligeramente verdosos del distinguido mayordomo escanearon al recién llegado, este se alzaba en uno de sus usuales trajes sin saco en colores oscuros haciendo resaltar únicamente su tersa, bronceada y fría piel al igual que sus ojos afilados que ocultaban la usual decepción que carga en cada viaje que realizaba.

— Tenia la corazonada que esta vez la traería consigo, señor.— El mayordomo oculto la desilusión de su voz.

— A veces es lo que hay, Frederick.— respondió tenue pero sin algún gramo de resignación. Se introdujo por completo en su hogar halando la cadena que cargaba entre sus manos moviendo a la chica al centro.— Te presento a mi nueva mascota.

El susodicho saludo a la acompañante sin mostrar alguna extrañeza como los empleados más nuevos.

Al menos esta vez la traía vestida.

— Un placer, señorita.

Un breve silencio domino hasta que el señor halo la cadena.

— ¿Qué se dice, perra?

— Es un placer...t-también.

— Es algo tímida.— explico el pelinegro.

— Se ve.— murmuro Frederick por lo bajo.— ¿Le ayudamos con su equipaje o en algo particular, mi señor? — decidió cambiar de tema como si la escena fuera algo común.

Era común, realmente.

— Mi equipaje estaría bien, si, igual que el de ella si no es molestia.— empezó a ordenar acercando más a la nombrada a él para quitarle su cadena.— Asígnale una habitación cerca de la mía.— agrego para mirarla.— Conoce tu nuevo hogar mientras, cariño. Te veré luego.

— Si, señor.— susurro inclinándose para recibir una caricia en su cabello.

Los sirvientes por una seña del mayordomo se dispersaron a sus labores quedándose dos que ayudaran a Sarah a instalarse. Por otra parte, el señor Caprand emprendió camino a su despacho como si no entrara desde hace cinco años siendo seguido por su mayor consejero y segundo al cargo del clan en su ausencia.

— Bien, Fred, informarme.

— No ha pasado mucho sinceramente.— comenzó abriéndole la puerta. El lugar rechinaba de limpio como debía ser, contando con una enorme iluminación natural por los ventanales.— El esposo de Irina trabaja ahora en Rusia por lo cual ella abrió un negocio de organización de eventos para distraerse recientemente, el clan ha crecido un 5% aunque nuestras bajas en los altercados contra otras comunidades han sido....

— ¿Cómo qué "bajas"?

— Nada de que preocuparse.— tranquilizo haciendo un ademán para continuar.— ¿Qué más...? —meditó.— Oh, su hermano se comunico para organizar una celebración en su clan por su llegada.

— ¿Ah, sí?

— Creo que tuvimos la misma falsa corazonada.

— Byron sabe que fallé.— clamo.— Sabes que no halle a mi pareja y solo quiere restregarme eso.

— ¿Quiere que le diga que no? — interrogo el mayordomo.

— Necesito un consejo de alguien.— comunico.— De alguien en el clan de mi hermano.— específico.— Aprovecharé para matar varios pájaros. Iré a Shadow Blood.

 Iré a Shadow Blood

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Honey Sei. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora