Capítulo 29

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Me miró, pero no era para nada la mirada que me esperaba.
El odio y la decepción opacaban la ternura que normalmente irradiaba.

—¿Qué haces acá?—preguntó seca, en un tono de voz que desconocía.

—Volví, por vos, como te dije—. Expliqué obvio pero solo se enfureció más.

—¡Andá!

—¿Qué?—pregunté confundido.

—¡Andá a cualquier parte del mundo, menos acá!—gritó empujándome lejos.

—¿Qué te pasa, Rena?—intenté acercarme pero se alejó. Su rechazo me dolía.

—¡Salí de acá!—no dejaba de gritar.

—Volví por vos—. Dije con completa sinceridad.

—No, si hubiera sido por mí te hubieses quedado allá. Porque volviste a arruinar todo acá.... Estoy bien y hace una semana pude sacarte de mi cabeza y ahora volves; y de nuevo no sé que sentir. No sé que hacer cuando estás y cuando te vas—. Su voz sonó distinta. ¿Por qué me decía ese tipo de cosas? Pensé que estaría felíz de que yo estuviera ahí, pero todo lo contrario le sucedía. Ahora estaba confundido y no sabía que hacer o como reaccionar.

—Rena yo también te extrañé, y por eso estoy acá... Jamás pude olvi—. Ella me interrumpió.

—Estoy de novia—. Apoyó sus manos en la mesa a su izquierda y bajó su mirada.

Ahora si entendía, su realidad me cayó como un bloque de hielo.
No me había esperado, no me había creído cuando yo le había dicho que volvería. Y ahora no sabía como verla, no podía emitir una palabra porque si lo hacía arruinaría todo. Mordí mi labio conteniendo las enormes y crecientes ganas de besarla y sacarla de la confusión que se veía que estaba pasando.

—Estoy intentando algo con Ian, y no es justo que vengas a confundirme y a arruinar todo de nuevo—. Parecía que quería llorar, pero no frente a mí.—Salí de acá...

Ahora sentía algo doloroso en mi pecho, como si me hubiesen comprimido el corazón al tamaño de una semilla. Me di la vuelta y me fui, como lo habría hecho cualquiera.

Narra Macarena:

Se fue, sin decir nada más; como lo habría hecho cualquiera. Eso me dolió más.
Tenía ganas de llorar, gritar, romper y tirar todo. Verlo ahí, frente a mí, oír su voz. Y todo eso creía enterrado y superado hace unos días, ahora volvía a flote. Lo odiaba, odiaba que pudiera manipularme a su antojo y convirtiera mis sentimientos en un manojo del tamaño de su puño, ahora si lo extrañaba de verdad. Ahora sentía que lo extrañaba más que antes, ahora si lo necesitaba. Porque sabía que estaba ahí. Sabía que era real.

Me hice lo más chiquita que pude en el piso y abracé mis piernas.

Era lo mejor para los dos, que él se fuera sin preocupación y yo me quedara tranquila. Pero ¿Cómo podía estar tranquila? si ahora todos esos sentimientos volvían a aflorar sin problemas y expandirse como lo habían hecho hace cuatro meses.

Volví a casa y me encerré en mi habitación. Últimamente ni vivía en mi casa, me la pasaba mayormente en el invernadero o cualquier parte, mi habitación me parecía la de una desconocida. ¿Dónde había quedado la Rena alegre?

¿Qué se suponía que debía hacer ahora? ¿Cómo le ocultaría a Ian lo que me pasaba? ¿Debía dejar todo e ir con Joaquín?

Irónicamente mi celular comenzó a sonar con el nombre de Ian en la pantalla. No tenía ganas de responder, pero lo hice; para mantener la normalidad.

—Hola—. Su voz no estaba enterada de todo lo que había sucedido.

—Hola...

—Saqué entradas para el cine, ¿Te parece que te pase a buscar a las ocho?—propuso e inhalé intentando recuperar mi tono de voz habitual.

—Estoy un poco jodida—. Me vinieron ganas de llorar al decir eso—. No puedo.

—¿Pero qué te pasa?¿Querés que valla?

—No, no, estoy bien. No tengo ánimos, nada más—. No se me venía ninguna excusa coherente.

—Voy para allá.

No escuchó mi pedido y me colgó. Suspiré cansada. No quería verlo, ni a él, ni a nadie. No quería que me viera así.
Abrí la puerta de mi habitación sabiendo que era él, a mi madre le parecía normal que viniera y lo dejaba pasar.

—¿Qué pasó?—preguntó y bajó el ramo de flores que traía.

Ahora sí, las lágrimas volvieron a salir con mucha más intensidad. Él no se merecía eso, era tan bueno y atento. Me hubiese gustado que todo lo que sentía por Joaquín lo hubiese sentido por Ian, pero no, solo Joaquín lograba ponerme así.

Me abrazó y no tuve fuerzas para corresponder su abrazo. No quería que Ian sufriera por mi culpa.

—¿Qué pasó? Contame—. Hiso que me sentara en la cama y luego lo hiso él.

—No, nada, soy una llorona—. Intenté sonreír.

—Rena, confía en mí—pidió preocupado pero no dije nada y volví a abrazarlo.

Pasé la tarde con Ian, quizá intentando hundir u opacar lo que sentía por Joaquín. Pero me era inútil, tenía las mismas o más ganas de besarlo y estar con él.

Pero debía controlarme, calmarme y mantener la situación. Por su bien, por el mío.
Aunque mi corazón me pidiera todo lo contrario.

 Aunque mi corazón me pidiera todo lo contrario

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Unreal | Joaquín CorreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora