20 de Julio de 2013.

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Las pesadillas regresaron, yo, atada, amordazada, todo de nuevo, fue demasiado real. Desperté de golpe. Sudando.

—¿Te pasa algo Nicole?

Fue lo primero que escuché, Erick estaba ahí, parado, ya vestido al final de la cama.

—Estoy bien, Señor. —dije tratando de respirar normalmente.

—Él me vio y sonrió un segundo— Espero sea cierto —Erick se acercó y quitó el edredón—. ¿Cómo sigue tu pie?

—Creo que bien, no me duele tanto —dije estirándome y cambiándome el cabello de lado para dejarlo un poco peinado.

—Chequemos.

Y sin más tomó el pie en sus manos y quitó la venda. No lo había visto, estaba hinchado, no estaba a su tamaño normal, Erick me había golpeado más fuerte de lo que yo misma pensé.

—Por más que no quiera, te tienes que quedar en cama un rato, no soy tan inconsciente, y si haces esfuerzo, esto estará peor.

—Lo que usted diga, Señor.

—Te traerán el desayuno, yo estaré en el despacho.

—Gracias, Señor —dije sorprendida ¿Me dejaría en cama realmente?

Traté de acomodarme en la cama a manera de quedarme sentada.

—Es la única vez que lo voy a decir, aprovecha Nicole. —¿Aprovechar qué? Pensé mirándolo fijamente.

—¿Perdón? —dije confusa interrumpiendo.

—¿Necesitas algo? —preguntó directamente.

¿Necesitar? ¿Necesitaba algo? ¿Qué podía necesitar?

Voltee de reojo y pensé en los libros, en los que él me había regalado, estaban en mi cuarto, tal vez me dejaría leerlos. No había nada más que hacer en ese encierro y si me tenía que quedar en cama, necesitaba entretenerme en algo. Acaso ¿a eso tal vez se refería?

—¿Puedo leer los libros que me regaló?

Erick se paró, se abotonó el saco y se fue a la puerta

—Sí.

Solo una palabra que me alegró la existencia. Había dicho que sí. No dudé en ir por ellos. Me bajé con mucho cuidado de esa cama para ir y poder tomarlos. Charles Dickens sería el indicado para comenzar con ese día, Grandes Esperanzas, uno de mis favoritos. Quería re-leerlo, aunque sólo pensar en el título era bueno, tener esperanzas. ¿Todavía podría?

Lo destapé y dejé el plástico envoltorio cerca para poder tirarlo después, no era una primera edición y estaba muy lejos de serlo, era un libro que había comprado para que yo fuera la primera persona en abrirlo. Comencé a hojearlo cuando alguien abrió la puerta. Era Efrén.

—¿Señora? —dijo él—. Su desayuno —vino directamente a la cama y me lo puso entre las piernas, era una charola llena de rica comida.

—Gracias.

Dije secamente, no sabía cómo tratarlo y Erick no me lo había dicho con exactitud, solo que no podía hablarle más de lo necesario, estaba confundida al respecto. Prefería ser seria con él y no pasarme por tenerle demasiada confianza.

Efrén se retiró, yo comencé a desayunar. Había mucha comida; fruta, yogurt griego, jugo, lechey un pequeño recipiente con dos pastillas, y debajo de ellas una nota.

"Estas pastillas son para evitar dolores musculares, tómatelas, te harán bien".


Claramente era de Erick, seguía atento conmigo. Algo debía de querer y ahora sí sabía que podía ser cualquier cosa. Recordar lo de anoche hizo que se me fuera el hambre, puse la charola a un lado y esperé a que el asco se fuera.

Atrapada ||Completa||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora