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Hansol

—¿Qué vas a querer? —pregunté, volteándome hacia ella.

—Tengo ganas de un americano. —respondió y se encogió de hombros.

—De acuerdo. ¿Tienes hambre? Podemos pedir algo...

—No, estoy bien. Gracias. Iré por una mesa. —musitó y se alejó para ir a sentarse.

Suspiré.

No sabía como tratar con una Jules deprimida. Me daba algo de rabia hacía mismo porque no sabía que hacer para hacerla sentir mejor, además, no sabía que le ocurría. De una cosa si estaba seguro; me causaba malestar verla de esa forma.

Pedí nuestros cafés y los llevé a la mesa que Jules había apartado para nosotros.

—Gracias... —murmuró— Por todo. Creo que de verdad no me hubiese gustado estar sola en estos momentos en mi casa. —Jugueteó con la pajilla de su taza— ¿Está bien que estes hasta tan tarde? ¿No tienes trabajo mañana?

Incluso si era ella quien estaba cayéndose a pedazos, no dejaba de preocuparse por los demás. Era increíble.

—Tranquila. Tengo el día libre mañana. —contesté— Y no es nada. Somos amigos. Sabes que estoy aquí para ti. —Le sonreí.

Jules me devolvió la sonrisa, pero ésta se borró lentamente. Vi como bajaba la mirada y la concentraba en su café. Al mismo tiempo, apretó la mano que estaba sobre la mesa hasta convertirla en puño. Y la vi temblar levemente.

—Hey... —La llamé— ¿Qué ocurrió?

Sí, me atreví a preguntar. No podía ayudarle si no sabía que le atormentaba. Aunque al mismo tiempo, estaba nervioso porque no estaba del todo seguro si iba a poder serle de alguna ayuda o ser capaz de consolarle si se echaba a llorar.

Pero no.

Jules respiró profundamente, tomó otro sorbo de café y me miró. Parecía estar luchando para no derramar lagrima alguna.

Debí de imaginármelo. A pesar de lo poco que llevábamos conociéndonos, ella no se veía como una chica que llorase con facilidad y mucho menos en frente de alguien o en algún lugar público. Lo que me daba a entender que lo que le ocurrió tuvo que haber sido realmente malo para haber estado llorando antes.

Finalmente, decidió hablarme.

—Ocurrió que me di cuenta qué, por más que intente tener un poco de esperanza y confianza en la gente que me rodea, siempre termino llevándome el puñal en la espalda. —farfulló— Sin mencionar la constante telenovela que es mi drama familiar. —Se encogió de hombros y tomó café.

No iba a contarlo tan fácilmente. Era algo que me esperaba. Pero estaba bien, yo no iba a obligarle tampoco, me bastaba con que supiese que estaba ahí cuando quiere hablar. De igual forma, pude comprender que se trataba de su familia o al menos uno de los problemas tenía relación con ello.

—Realmente detesto la gente falsa —murmuró—. Siempre lo he dicho, pero esta noche me di cuenta de cuánto odio que me mientan y finjan conmigo. —masculló, esta vez, la rabia de notaba en su voz.

Tragué con brusquedad el sorbo de café que había tomado.

Definitivamente, no era el momento de revelarle sobre mi verdadero trabajo. Estaba bastante molesta por lo que sea que le haya pasado. Y también estaba el hecho de que yo le había estado mintiendo.

Me sentí como la mierda.

Ella no se merecía nada de lo que le estaba sucediendo y ahí estaba yo, fingiendo alguien que no era también.

You can lean on me ➳ Vernon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora