reto foto inquietante

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-Pablo, la abuela te llama. Tiene la vara y dice que has de pagar por tus pecados. ¿Qué has hecho mal otra vez?

- No lo sé Victoria pero yo no puedo más, aún me duelen los moratones de la última vez. No quiero subir.

-Deja el hacha de cortar leña y sube tu primero a ver qué quiere. Luego ya continuas con la tarea.

La abuela lo esperaba austera con una mirada cruel en el vano de la puerta. Su vestido negro como el ala de un cuervo crujía con su bailoteo impaciente mientras lo esperaba con la vara ensangrentada de tantas veces que la había usado con ellos esa semana.
Pablo comenzó a temblar.

-Pablo, ¿cuántas veces tengo que decirte que no se miraba a las vecinas? ¿Quieres tener una mirada impura toda la vida? Bájate los pantalones.

Los gritos de Pablo eran terribles. Victoria no podía más.  Levantó el hacha y fue sigilosa hasta la sala. Se posicionó detrás de ella  y la dejó caer contra el cuello. La cabeza de su abuela salió disparada al suelo como un coco. Los dos hermanos se miraron aliviados y salieron al porche. Sentaron el cuerpo de la abuela en una silla y Pablo sujetó la cabeza.

-¿Ve, abuela? Tampoco era para tanto. Las vecinas sólo querían morir, igual que usted, porque nosotros no llevamos el mal en el cuerpo, sois vosotros que veis cosas raras en nosotros. ¿a qué sí Victoria?

- Sí, a mamá hubo que matarla porque no nos dejaba jugar con los gatos y abrirlos por la mitad. Y  papá tuvo que sufrir ese aparatoso accidente con la máquina de triturar hojas. No podía ser que no nos dejara acariciar a Bobby.

- Sí, pobre hermanito nuestro. No paraba de llorar y hubo que enterrarlo vivo. Pero mira como se calló para siempre. Ahora usted ha tenido su merecido. Nosotros no pecamos. Sois vosotros los que nos hacéis ir por la senda del mal al provocarnos.

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