Recordando la desfortuna

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—Caramelo, despierta.

Ese suave susurro intentaba sacarme de mis sueños,
negándome a abrir mis marrones ojos decidí revolotear en mi cama dispuesta a ponerme cómoda.

—¡Caramelo! ¡Te estoy hablando!—Gritó y esa vez fui arrancada de mi mundo fantasioso.

Abrí los ojos de golpe y observe a mi alrededor confundida, recibiendo una molesta mirada de mi madre.

—Arriba, que vas tarde.

Fue suficiente para que saltara de la cama y corriera a alistarme.

Minutos después salia de mi pintoresca casa despidiendome de mi madre con un dulce "¡Adiós progenitora más hermosa del mundo!"

Me llevaba tan bien con mi madre.

En las calles la gente se veía más arisca de lo normal, miraban a todos de forma recelosa y algunos hasta portaban cuchillos, logrando que mi corazón se acelerara, temiendo por mi seguridad.

Llegue a mi secundaria rápidamente, después de tomar un bus en donde me senté al lado de un hombre que tenia cara de querer dispararme.

Estaba asustada y con un nudo en la garganta.

En el instituto todos iban de mal en peor, muchos estaban reacios a querer tener contacto humano y decidí acercarme a mi único amigo en ese lugar.

—Mateo ¿qué sucede?—murmuré angustiada.

El me miro profundamente, escaneando cada milímetro de mi cuerpo y susurró:

—Aún no lo sabes... Sigueme.

Salio de nuestra aula y comencé a perseguirlo con mis piernas temblando y con dudas arremolinándose en mi cabeza.

Llegamos a la biblioteca y me acorralo contra las estanterías, poniendo mis nervios a tope lo aleje de un rudo empujón con mis brazos temblorosos.

Estaba muy asustada y su actitud de chico malo no ayudaba.

—¿Alguien te mordió?— fue lo primero que salio de sus finos labios.

Negué lentamente, desconcertada con la pregunta.

—¿Has visto las noticias?—volví a negar, sintiéndome una niña perdida e ignorante ante una situación importante.

—Bien Caramelito, quiero que me prestes atención, se estuvo expandiendo un virus. No recuerdo como se llama.

»este virus hace que la gente enloquezca, esta destinado a destruir tu sistema nervioso y apoderarse de este, hace que los instintos mas salvajes y dormidos despierten volviendote una bestia incontrolable, en las noticias anunciaron que en nuestra querida España y Perú hubo gente atacando a otra, devorándola y no se sabe cuanto tardará este virus a llegar aquí, a Madrid por lo cual la gente esta alborotada pues se rumorea que los experimentos iniciaron aquí y se mudaron a Perú por algún motivo.

Mi rostro se deformo en una autentica mueca de terror.

¿Como era eso posible? ¿Desde que momento? ¿Cuándo?

—Me estas mintiendo ¿verdad? ¡No es momento para tus bobas bromas!—exclame mas que histérica, rogando en mi interior que fuera solo eso, una broma.

Su notorio enfado me confirmo que hablaba mas serio que nunca.

El aire escapo de mis pulmones y cerré los ojos sintiendo como la ansiedad inundaba hasta mis huesos.

Estaba en un mal sueño, que alguien me despertara.

—Mira, todavía no sabemos si hay cura, pero por eso hay que estar a la defensiva. No te vayas a separar de mi ¿vale?

Asentí incapaz de pronunciar alguna palabra.

Mateo había sido mi amigo desde niños, siempre estuvo ahí protegiendome y esta vez no seria la excepción. Su rostro demacrado demostraba el estrés que sentía ante esta situación, se veía muy diferente a como estaba hace pocas semanas. Sus mejillas sonrosadas eran reemplazadas por piel pálida y sus brillantes ojos verdes eran ahora una sombra de lo que alguna vez fueron.

Su cabello estaba desordenado, a diferencia del mio que estaba peinado en una torpe trenza.

—Vamos a estar juntos en esto ¿Verdad? Te voy a cuidar como tu me cuidas a mi Mati, pero debemos estar junto a nuestras familias—hablé después de un largo rato de silencio.

—Después del periodo escolar vamos a mi casa—respondió en un intento de darme la razón—primero iremos por tu madre para que arreglen sus cosas.

Asentí, después de todo su casa era mas grande y segura que la mía. Yo de familia tenia a mi madre solamente, ambas siendo abandonadas por el infeliz que en algún momento de mi niñez llame «papá». Él, en cambio, tenia a un hermano mayor y a sus padres.

Salimos de la despoblada biblioteca y nos dirigimos a nuestra aula, dispuestos a fingir aprender mientras nuestras ansias nos consumían.

Horas después, salimos pitando del edificio como la mayoría de estudiantes.

—Sube, rápido—Indico mi pelinegro amigo, que ya estaba dentro de su confortable Jeep.

A veces envidiaba que el fuera rico.

Mi madre estaba en casa haciendo panqueques, raro porque eran las 1:25 Pm pero a ella le gustaba cocinar.

—Mami, acomoda tus cosas que nos vamos con Mati ¿si?

Su cara fue un total poema.

—Yo de esta casa no me muevo niña, dame razones para querer hacerlo—exigió con su canela mirada fiera.

Mateo volvió a explicar la situación y minutos después de discusión por fin cedió a abandonar nuestro pequeño hogar.

Empacamos pocas cosas para nuevamente montarnos en el auto, siento consumidas por nervios inexplicables.

Un grito aterrorizado salio de mi garganta cuando en un semáforo colorado de rojo y caótico alguien abrió la puerta de mi lado, sacandome de un jalón.

—¡Sueltala!—exclamó mi madre alterada mientras yo daba lucha a mi agresor.

Rugía salvajemente con una fuerza brutal y me estrelló en el caliente suelo para lanzarse encima.

Puse mis manos en su garganta, alejando sus dentelladas de mi rostro lo mejor que podía.

Un hombre me lo quito de una patada, en tiempo récord mi madre estaba levantandome y consolandome mientras yo solo sollozaba incapaz de controlar mis emociones.

¿Porque todo eso estaba sucediendo?

Sangraba, demasiado, tenia arañazos y raspones. Mientras el hombre desconocido peleaba con el agresor salvaje mi progenitora me metió a empujones nuevamente en el auto.

Todos enloquecieron cuando la bestia mordió brutalmente el cuello de mi salvador.

Chille rogando que lo ayudaramos como él me ayudó a mi y fui ignorada mientras Mateo se las apañaba para sacarnos del tráfico.

—¡Por favor! ¡Dios mio! ¿¡Acaso no tienen sentimientos!? ¡Porque hacéis esto!—exigia saber entre griterío y llanto sintiéndome una traicionera por no poder salvar a quien me salvo.

Poco tiempo después me silencie, sin saber que el infierno recién comenzaba.

Ciudades infectadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora