Capítulo Único

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 Ocultar o reprimir la ansiedad produce, de hecho, más ansiedad

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 Ocultar o reprimir la ansiedad produce, de hecho, más ansiedad.    Scott Stossel


¿No puedes... Borrar las angustias grabadas en el cerebro y, con un dulce antídoto de olvido, arrojar de su seno oprimido, las peligrosas materias que pesan sobre el corazón?                      William Shakespeare.

                                                                                                   I


Ansiedad, ansiedad, ansiedad, eso era lo que sentía cierto rubio aquella noche, y estaba indeciso sobre su proceder, debía o no aprovechar la fecha y confesar sus sentimientos a quien quería.

Cada vez que miraba aquella figura se sonrojaba, hiperventilaba y se quedaba estático, pegado al piso, imposible confesarse, al menos directamente y con palabras, pero podría escribirle alguna carta o quizás...

─Yurio ¿puedo pasar?

─ ¿Qué quieres cerdo?

Respondió groseramente, como siempre se refería a su padrastro ¿o era madrastra?, como fuera.

─Hablar un poco contigo.

─Adelante.

Pensó que quizá eso le distraería antes de que comenzara nuevamente a comerse las uñas o a tener alguna otra extraña manía. Entonces su puerta se abrió y entró aquel japonés, que se había integrado a su vida hace casi un año, cuando su padre Viktor Nikiforov, decidió casarse nuevamente, sorprendiendo a medio mundo al hacerlo con un joven japonés. 

No era la distinta nacionalidad lo que causó sorpresa, si no que fuese un hombre, algo bastante mal visto en Rusia y razón por la cual se habían mudado a Japón, a la provincia de Hasetsu, que si bien era tranquila y bonita no era su hogar.

Él extrañaba San Petersburgo y a su abuelito Nikolai, y los Pirohskis, había perdido a su madre, la hija de Nikolai, Yelena Plisetskaya, hacía más de 10 años, de hecho, él apenas la recordaba, tuvo una época dura tras su partida. 

 Su padre concentrado en él, en su cuidado y salud no había tenido otra relación después de ella, al menos nada serio, a veces iba citas con chicas, pero era todo, hasta que empezó a frecuentar a ese gordo, se lo presentó primero como un gran amigo, después todo cambió cuando le dijo. "Hijo, gatito, tenemos que hablar" Y le soltó que estaba enamorado, y que quería casarse. Por supuesto le hizo berrinches, de toda clase, pero, al fin y al cabo, el cerdo y su padre se casaron y se mudaron a Japón. 

 Su padre comenzó a llamarlo Yurio, porque para su mala suerte, su gordibueno marido, se llamaba igual que él, y la hermana de su ahora madrastra, ok padrastro, le había autodenominado así, y allí iba el estúpido calvo y la secundaba.

Seré tu terapeuta de tiempo completoWhere stories live. Discover now