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Contemplaba el viento,
compuesta por la descomposición de su piel,
No era nada y a la vez lo era todo.

Un ser humano quizá, pero no se consideraba así.

Bella, bella como las flores que arrastraba y las angustias que emanaba.

Las marcas ceñidas en su piel, al rojo vivo, pero su mente volaba, volaba al compás del viento.

Tararea esa canción arrítmica que tan bien conocía.

Se movía con la indesición de ser algo más, pero a la vez poco conveniente.

Pero el viento dejo de soplar,  y sus largas pestañas cayeron en sus mejillas como si nunca hubiesen flameado con libertad.

Y ahí lo entendió.

El viento, es sólo viento,
Y ella, está rota.

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