[Relato] El patio.

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El patio

La ciudad arde. Los habitantes del pueblo fantasma están huyendo. Solo se escuchan sirenas y cientos de llantos de familias que se acaban de quedar sin hogar. Nadie se explica lo ocurrido nadie sabrá el porqué jamás.

Los gritos de la policía cada vez son más fuertes. Nuestros héroes piden por favor que desalojen la zona de una vez, todo está en ruinas menos una de las zonas de una casa.

Uno de los policías que está a cargo del recinto, se asoma junto a su hija a la última casa que había quedado totalmente arrasada por las llamas. En ella solo se encontraba un patio enorme sin nada que lo rodease, en el que solo se hallaba un niño sin zapatos y con ropa rasgada tocando el piano. Junto a el se encontraba un pequeño peluche con un collar que contiene la única foto que le quedaba de su familia.

El pequeño de corta edad solo sabía llorar, había estado solo desde que se desató el terrible incendio.Nada ni nadie le ha hecho hablar y mucho menos huir de tal devastador acontecimiento. No hay nada que lo consuele, por lo que comentan los habitantes, había perdido a toda su familia y a su mejor amiga.

La hija de agente se acerca a él con cuidado. Se arrodilla ante el y le sujeta las manos con el objetivo de tranquilizarlo.



—Tranquilo, confía en nosotros. Venimos a ayudarte —le dice la niña con buenas intenciones.

El padre se pone de cuclillas y le acaricia al pequeño la cabeza.


—Tienes que venir, no te puedes quedar aquí solo. Debemos sacarte de aquí antes de que ocurra una desgracia mayor —intenta que recapacite.


La desamparada criatura empieza a temblar y se aparta del agarre de ambos asustado.


—¡Vete, fuera de mi casa, tu no eres mi amiga! — le grita a la niña.


El alguacil aleja un poco a su hija de la escena y vuelve donde se encuentra.


—Mi amiga está allí junto a papá y a mamá —señala un punto en el que no se encuentra nada, solo le quedan los fantasmas producto de su imaginación.


En este momento el encargado de sacarlo se dio cuenta de que el niño había perdido la razón al sufrir semejante pérdida. Llora cada vez más fuerte y se aferra al piano que un día le regalaron sus padres, en el que sienta el único recuerdo que le queda de ella, su peluche.


—No me castigue señor, déjeme jugar. ¡Váyase! Quiero morirme y irme al cielo con ellos, no quiero estar solo me da miedo —repite una y otra vez.


El hombre entristecido lo abraza, lo tapa con la manta y lo coge en brazos sin que deje de sollozar. El pobre chiquillo empieza a patalear y se niega a abandonar su piano, se escabulle de los brazos del comandante y sin soltar a su mas preciado amigo se refugia en el instrumento musical.


Padre e hija se miran.


—Vamos a por ayuda, tenemos que buscar refuerzos para que nos ayuden a sacar el piano, a el y el sucio peluche que conserva —explica.


—No podemos dejarlo solo papá. ¿Y si le ocurre algo? —dice preocupada la niña.


—Es cuestión de segundos,vamos a darnos prisa, es mejor dejarlo un instante solo —comenta.

La niña le hace caso a su padre. Se aleja en busca de ayuda y acto seguido, la acompaña su progenitor. A lo lejos solo se puede contemplar la triste estampa de un niño que empieza a jugar solo junto a su soledad, su piano y su otra mitad.

—Solo quiero que se acabe, solo quiero que me dejes solo —empieza acantar desolado y abatido.

El infante acaricia la imagen de su familia con sus diminutos dedos, sigue llorando y con el se quedan los únicos recuerdos vividos. De un momento a otro el piano cobra vida, la música siempre será la mejor medicina para ocultar los sentimientos tormentosos que lo invaden.

Relato basado en la canción de Pablo López, El Patio.





































































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