Cuarta parte.

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—Porque eres hermosa, sexy, inteligente, divertida… ¿por qué no te desearía? ¿Por qué cualquier chico no te desearía?

—¡Oh, Harry! —chilló, echando sus brazos alrededor de mi cuello—. ¡Gracias!

—Ese tipo es un imbécil —repetí—. En serio. Un completo estúpido.

—Sí, lo es —asintió.

—¿Qué tal un poco de helado? —le sugerí—. Brownie con dobles trozos de chocolate, tu favorito.

—¿Recuerdas mi helado favorito? —quiso saber, su voz apenas audible.

—Por supuesto que sí —dije—. Siempre vas por él cuando estás molesta. ¿Por qué crees que nunca lo toco?

—Pensé que lo odiabas.

—También es mi favorito —admití.

—¿Y no lo comes porque lo guardas para mí? —jadeó como si fuera lo más caballeroso que hubiera oído.

—No es para tanto, ____.

—Oh por Dios —dijo con entusiasmo—. ¡Eres tan dulce!

Apretó mi cuello de nuevo, saltó de su cama y se fué por el pasillo hacia la cocina. Cuando entré, tenía el recipiente de helado en una mano y dos cucharas en la otra. Cerró con la cadera el cajón de los cubiertos y me sonrió, haciéndome señas para que la siguiera a la sala.

Se sentó en el sofá y lanzó la tapa del helado a la mesita de café. Me senté a su lado, y me pasó una de las cucharas.

—Empieza a comer —me dijo.

Los dos nos sentamos en silencio disfrutando del frío y dulce sabor del helado. Cerró los ojos varias veces y parecía casi orgásmica. Me recliné contra el brazo del sofá y la miré. En unos minutos, se movió más cerca de mí y se recostó contra mí. Mantuvo el helado en su regazo y siguió comiendo. Bajé la cabeza y apoyé mi nariz contra su coronilla, disfrutando del dulce aroma floral de su champú.

—Harry, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Claro.

—¿Terminaste… la otra noche?

—¿Terminar?

—Sí. ¿Terminaste de… masturbarte?

—Oh, eso. Sí.

—Yo también —admitió.

—Pensé que estarías demasiado molesta para hacerlo —le comenté.

—Estaba molesta —dijo—. Pero creo que más que nada estaba molesta porque no terminamos juntos. Yo… yo pensé en ti cuando lo hice.

____ dejó caer su cuchara en el recipiente del helado y lo tiró en la mesita de café. Cruzó los brazos en su pecho y se recostó contra mí de nuevo.

—Disculpa si te molesté la otra noche —dije—. No sé qué me pasó.

Suspiró.

—Harry, no estaba enojada contigo —explicó—. Estaba asustada de perder el control. Quería hacerlo, es sólo que pienso que es incorrecto.

—¿Por qué? Como dije, en realidad no somos parientes.

—Pero nos hemos llamado hermano y hermana desde que teníamos doce —dijo—. ¿No crees que es un poco… no sé… repulsivo?

—No, no en realidad. Es muy común, de hecho.

—¿Lo es?

—Sí. ¿Conoces a mi amigo Pete?

—¿El tipo rubio con el tatuaje?

—Sí, ese —dije.

—¿Qué con él?

—Su hermanastra y él acaban de hacerlo recientemente.

—¿Jackie? —jadeó—. ¿Pete y Jackie lo hicieron?

—Sip. Él dijo que puede ser que se casen.

—¿En serio? ¿Qué dijeron sus padres? —susurró ____.

—Están contentos por ello.

—¡Vaya! ¿En serio?

—Eso parece, sí.

—Vaya… Pete y Jackie.

—Lo ves, no es tan raro. Y Pete dijo que oyó que Tim Norris y su hermanastra Amy se casaron el año pasado.

—Tim Norris… era el quaterback que estaba en último año cuando nosotros estábamos en primero, ¿cierto?

—Sip. Amy y él se casaron y ella está esperando su primer hijo.

—Mmm —murmuró ____, claramente pensando en la situación.

Esperaba que al escuchar que se sabía de algunas personas que lo habían hecho, eso podría no ser un gran problema para ella. Bajé la vista y la miré, y pude ver sus pechos subir y bajar conforme respiraba. Quería tocarlos pero me las arreglé para contenerme. En su lugar, envolví mis brazos alrededor de ella y la abracé tranquilizadoramente.

—Quizás no es tan raro —masculló después de unos instantes.

—No lo es —le dije—. No es para nada raro. Es completamente normal.

—Mmm... —masculló de nuevo.

La apreté con fuerza y usé mi mejilla para apartar su cabello de su oreja. Apoyando mi barbilla en su hombro, dejé que mi cálido aliento rozara su oreja y cuello muy delicadamente. Se tensó brevemente, y luego se relajó y suspiró.

—Supongo que no sería tan extraño —murmuró.

—No —asentí—. Claramente no lo sería.

Mi corazón latía implacablemente en mi pecho, y pude ver la redondez de sus pechos mientras miraba hacia abajo dentro de su blusa. Nunca los había tocado antes, y nunca los había visto excepto de costado cuando se estaba desvistiendo para ducharse. Era inmensamente difícil resistirse a tocarlos.

—¿Me besarías de nuevo? —preguntó de repente.

—¿Estás segura?

—Lo estoy.

—Está bien —acepté.

____ se dió la vuelta y se puso de rodillas. Envolvió los brazos alrededor de mi cuello y su rostro se acercó al mío torpemente. Nuestras narices chocaron y dejó escapar un ruido agudo por la sorpresa. Después sentí sus labios contra los míos. Mis ojos cerrados y sentí su lengua deslizarse dentro de mi boca.

Sus labios eran cálidos y húmedos, y su lengua era suave y delicada. La giró por el interior de mi boca, deslicé las manos hacia arriba por la parte de atrás de su blusa y sentí la suave piel de su espalda. Se subió encima de mí y se sentó a horcajadas, su beso profundizándose y volviéndose más apasionado. Con cautela, dejé que mis manos se deslizaran alrededor de su espalda y subieran para acunar sus pechos.

Gimió suavemente y pude sentir sus pezones endurecerse bajo la sedosa tela de su sostén.

—____… —aspiré cuando sus labios encontraron mi cuello—. Oh, ____.

Mi miembro se endureció dentro de mis pantalones y empujó insistentemente contra la tela de sus bragas. Podía sentir la protuberancia de su monte debajo de ellas y empujé mis caderas, frotando la dureza contra ella. Jadeó en voz alta y luego se congeló. Su rostro contorsionado por el horror. Una vez más, corrió hacia su cuarto y azotó la puerta.

Suspiré pesadamente. No estaba seguro de qué había salido mal. Conforme me sentaba en el sofá meditando la situación, mi pene se ablandó lentamente. Guardé el helado y dejé las cucharas en el lavaplatos, retirándome a mi cuarto para ocuparme de mí mismo una vez más.

Suplicando a mi hermanastra. | EróticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora