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—No es broma, vamos.

—Por favor, Meliodas-sama, no se burle de mi. —estaba enojada. El chico se reía de sus sentimientos, acaso ¿tan obvio era que ella lo amaba para que él se burlara?

Se levantó sin importarle ya donde estaba sentada o no. Giró sobre la falda del chico, apoyó las manos en sus piernas y saltó. Comenzó a caminar apresurada sobre la gran alfombra bordo hasta la puerta.

—No dije que pudieras retirarte. —sus ojos eran dulces, pero su voz dominante. Lo decía de verdad.

—¡Ya se te subieron los humos de rey a la cabeza rubia, eh! —le grito enojada Elizabeth. Dando media vuelta el cuerpo para verlo.

Sin encontrarlo en el trono se percató del hecho que alguien tocaba sus piernas. Miro atrás, el capitán estaba agachado con la cabeza dentro del vestido de la chica. Elizabeth quiso golpearlo, pero su puño tocó la nada, para darse cuenta que el demonio se había movido velozmente a su frente, debajo del vestido.

—Consuelame, ––dijo triste —la persona a quien más quiero en el mundo se enojó conmigo y quiso golpearme.

La de plateada cabeza bajó con culpa la vista.

—Ya, ya... —acarició por arriba de la tela su melena— Lo siento...

—No te lo decía como Rey, lo decía como tú jefe, —la chica lo miro extrañada, y el salió de debajo de su falda —a lo de que "no había terminado", pues trabajas para mi en el bar— le regaló una sonrisa. —y lo de ser mi Reina... Lo digo de verdad, Elizabeth, — para ocultar su sonrojo bajó la vista un segundo, luego la regresó a ella— sí eres mi Reina podrás ayudarme a dirigir el palacio durante este tiempo.

La diosa se decepcionó bastante, por un instante creyó que él la amaba. Pero si lo decía tan de repente no lo creería, sería más una broma que cualquier cosa para ella.

Abrió lo ojos de par en par al sentir unas manos en sus pechos. Meliodas había aprovechado el hecho que ella estaba pérdida en sus pensamientos para tocar lo que por derecho era suyo.

—¡Meliodas-sama!

—¿Ya tienes mi respuesta? —en ningún momento dejaba de apretar.

—L-lo haré... Pero sería mi primera vez...

—¿Primera vez, eh? ¿Puedes decirlo de nuevo?, me gusta como suena...

—Lo haré Meliodas-sama... Seré su Reina, en Camelot.

El rubio sonrió ante la respuesta, claro que ignoro la parte de "en Camelot". Le beso la mejilla.

—El vestido te queda hermoso, porque tú eres hermosa. —se giró y caminó al trono.

.
.

King flotaba sobre chastiefol cerca del techo, pensaba sobre cómo lo habían pintado de dorado, acaso, ¿ese será el color preferido del rey que estaba de vacaciones? Tantas tonterías pasaban por su cabeza que no dió cuenta que una gigante, no tan gigante, lo veía  desde abajo.

—Oye King, ¿seguirás flotando en el techo o me contestarás? —gritó la chica.

—¿Eh? ¿Que?—se sorprendió.

—No me oiste, ¿verdad? —estaba enojada.

—¡Perdóname Diane, por favor! ¡No te escuche, no estaba prestando atención a nada! —bajó a la altura del piso y frenó al frente de la cara de la chica.

—¡No! ¡No me quieres! Wuaa —lloraba la joven exageradamente, fingía.

—Por favor, Dianita, te daré lo que quieras.

Un Verdadero Rey para Camelot (Meliodas x Elizabeth)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora