Una tormenta se avecina…, la lluvia cae a borbotones e inunda la calle, apoyado en el marco de la ventana observo a través del cristal, todas las farolas están apagadas, todas menos una.
Observando aquella única luz superviviente, vislumbro una silueta al final de la calle, no consigo distinguir qué o quién es, pero sigo atento.
Poco a poco la sombra avanza hacia delante, mis pupilas se dilatan cada vez más, la escasa luz de la farola no me ayuda, y yo sigo inquieto.
Mis parpados pesan, el cansancio puede conmigo, y la misteriosa sombra se ha parado en mitad de la calle, intento no quedarme dormido, la curiosidad también es fuerte.
Es más de medianoche y mis brazos soportan el peso de mi cabeza, de pronto la sombra levanta un brazo y señala hacia abajo, miro alrededor de la calle pero no veo a nadie más, no comprendo a quién se está dirigiendo aquel extraño ser.
Mirando fijamente un escalofrío recorre mi cuerpo en segundos, y entonces entendí que se refería a mí, quien estaba ahí fuera quería que yo bajara a la calle.
Sigue lloviendo y no sé que hacer, el miedo me para pero la intriga me empuja al desafío, la sombra comienza a andar de nuevo otros cinco metros hacia delante, casi la luz consigue reflejarse en su piel y revelarme su identidad, pero es listo.
Sin hacer mucho ruido, empiezo a vestirme en mi habitación, bajo la escaleras lo más sigilosamente que puedo, cojo mis llaves y abro la puerta, mi perro comienza a ladrar pero le pongo comida en su cuenco y cesa.
Ya en la calle, la lluvia golpea mi cara, casi granizo me cubro la cabeza con la capucha de mi chaqueta, comienzo a andar, bajo la acera, y camino hacia la farola.
Cada paso que doy pesa cada vez más, parece como si a aquel extraño ser lo envolviera algo poderoso, algo como un escudo, un aura.
Quedan menos de quince metros hasta la farola, desde la calle es mas difícil distinguir entre la oscuridad, pero mis ojos se acostumbran, y reconozco unos ojos, tienen un brillo peculiar, nunca había visto nada igual y me intimida bastante, no sé aún de qué puede tratarse.
Diez metros me separan, y antes de continuar me detengo, quiero comprobar si me ha visto, y si me hace otra señal para estar seguro de que se refiere a mí.
Sin darme cuenta la única farola encendida hasta ahora empieza a parpadear y a perder fuerza junto con un viento huracanado que se levanta, en ese momento comprendí que quien fuera no era humano, sino algo sobrenatural.
Empapado hasta los huesos, la sombra me hace señas para que me acerque, y sus ojos me recuerdan al verde hoja de una aurora boreal.
Casi ya frente a frente recuerdos de mi infancia invaden mi mente, desde mis primeros pasos hasta el hombre que soy hoy, y no entiendo por qué en este momento me ocurre, pero lágrimas de lo bueno y lo malo brotan junto con cada recuerdo.
Frente a frente miro sus ojos penetrantes, siento como me analiza y como me habla con la mirada, y en ellos veo el camino, la verdad y la vida, tan solo...