Parte 3

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Quizá hacía unos años me habría avergonzado de estar tan expuesta delante de él. Pero ahora, ¿qué más daba? Ese era el menor de los problemas.

Comencé a caminar hacia él, como me había ordenado. Despacio y con la cabeza gacha, aunque mirándole a los ojos. Respirando profundamente. Él se mordía el labio suavemente mientras me miraba de arriba abajo. Cuando por fin llegué a estar frente a él, tuve que levantar la cabeza para mirarle a la cara, apretando la mandíbula para contenerme.

—Ay, bruja—dijo, inclinándose ligeramente sobre mí—... No es tan difícil, sabes lo que tienes que hacer.

Abrí la boca para responder pero no pude articular palabra. Sentí cómo un leve suspiro brotó de mis labios. Podía oír el sonido de mi corazón acelerarse. Él simplemente volvió a sonreír.

—Quizá necesites ayuda.

Comenzó a avanzar poniendo sus manos en mi cintura y haciéndome retroceder. Cuando tuve la cama detrás, me empujó sobre ella. Sin dejar de mirarme con expresión satisfecha, se quitó rápidamente su gabardina negra, tirándola al suelo. Se abalanzó entonces sobre mí, con su torso entre mis piernas. Apoyó las manos en la cama, a ambos lados de mi cabeza, acorralándome. Yo ya no podía apartar la vista de sus ojos. Estaba hipnotizada. ¿Qué demonios me pasaba? ¿Por qué provocaba esto en mí? Lentamente recorrió con su mirada cada parte de mi rostro, pero se limitó a morderse suavemente el labio.

—Dilo.

Otra vez no... No quería darle esa satisfacción. Era tan humillante...

—Y-yo...—traté de responder pero el orgullo me lo impedía.

Él acarició suavemente mi mejilla, mientras rozaba mis labios con los suyos. Sutilmente, torturándome.

—Aah...—no conseguía pensar con claridad, cerré los ojos intentando ignorar todo lo que él me provocaba.

Su cuerpo se aferró más al mío, acariciando con sus grandes manos cada centímetro de mi piel. Solté otro gemido, esta vez más audible. Ya no podía controlarme. Pronto me tendría totalmente bajo su control. Y yo no opondría ninguna resistencia.

—Dilo, bruja—dijo con burla en mi oído—. Te gusta y lo sabes.

Maldita sea...

—Lo deseas—me susurró con su estúpida e irresistible voz.

—S-si...—solté sin poder contenerme.

Acarició con sus labios el contorno de mi mandíbula, erizándome la piel a su paso. Mis manos se agarraban con fuerza a la colcha aterciopelada de la cama. Se me escapó un suspiro entrecortado. Me mordí el labio para tratar de contener los gemidos que amenazaban con salir. No pude evitar inclinar la cabeza hacia atrás, dándole vía libre para jugar conmigo como quisiera. Joder, ¿por qué me hacía sentir así?

Al verme tan indefensa, sonrió y empezó a recorrer mi cuello, dando pequeñas mordidas a medida que bajaba hacia mi pecho.

—¡Aah...!

—¿Quieres que siga, bruja?—dijo satisfecho mientras se apartaba ligeramente de mí.

—S-si...—susurré, ya me daba igual mi dignidad, me daba igual todo. Solo quería que siguiera.

—¿De verdad?—rió—. Suplícame.

—P-por favor... sigue—me odiaba a mí misma—. S-soy tuya...

Esas eran las palabras que él quería oír. Se acercó de nuevo a mí con esa horrible sonrisa de satisfacción.

—Claro que eres mía, bruja—dijo para acto seguido juntar violentamente sus labios con los míos.

Con sus manos agarraba con fuerza mi cuello, acercándome más a él, a la vez que recorría mi espalda, provocándome salvajes escalofríos. No pude evitar cerrar los ojos, estremecerme y someterme a él. Su lengua jugaba con la mía, haciéndome desearle más y más. Ya no quise disimular los gemidos que él me provocaba.

Separó su boca de la mía para dejarme respirar. Pero para mí respirar ya no era una prioridad. Yo misma busqué sus labios esta vez. Pude notar como sonreía mientras le besaba. Era un cabrón, le odiaba, le odiaba tanto. Odiaba cómo jugaba conmigo, odiaba cómo me hacía perder el norte. Odiaba que me hiciera sentir tan mal y tan bien a la vez, que me llevara tan rápido del cielo al infierno, que me hiciera sentir tanto placer solo con rozarme la piel. Odiaba su forma de mirarme, y sobretodo odiaba lo mucho que me gustaba todo aquello... Debía de estar loca.

En un impulso me vi a mí misma colocando mis manos al rededor de su cuello, pero él, sin dejar de besarme, me agarró las muñecas y las sujetó con fuerza contra la colcha, a ambos lados de mi cabeza. Se apartó ligeramente de mí y yo entreabrí los ojos para mirarle, mientras trataba de recobrar el aliento.

—¿Quién te crees que manda aquí, bruja?—me susurró satisfecho por haberme provocado una vez más perder el control.

—Además...—suspiró en mi oído riendo—, creía que tú no disfrutabas con esto...

De nuevo mordió el lóbulo de mi oreja y yo gemí al sentir un escalofrío por todo el cuerpo.

—Oh, Dios...—se me escapó y tuve que morderme el labio para contenerme.

"Dios"... esto no era divino, esto era infernal. Podía sentir el fuego dentro de mí a medida que él jugaba con su lengua en mi oreja.

Entonces volvió a centrarse en mis labios, saboreándolos.

No era mi culpa. ¿Qué podría haber hecho? Era injusto y macabro pero... me encantaba... Yo no podía controlarlo... ¡No era mi culpa...! El diablo era mucho más fuerte que yo... Él me arrastraba hacia el fuego... hacia el infierno... pero se sentía como el cielo.

Fuego infernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora