|Capítulo XII: Un Hombre Condenado|

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Su penetrante voz era como un veneno atravesando sus sentidos, sentimientos adictivos lo llenan cada vez que pronuncia a su Alfa; a través de su respiración errática puede darse cuenta de la enormidad de sus pasiones compartidas... No es normal en ningún sentido pero, ¿qué es normal últimamente en sus vidas?

ו••×

La tonalidad rosada de su cabello al movimiento de la absurda pasión lo volvía un loco sin medida, la fina voz de mujer que salía con necesidad cada vez que penetraba su interior y su suave olor de Omega lo tenían divagando en la inconsciencia de su propia mente. Cada parte de ella lo volvía un necio más aún cuando susurraba su nombre con dulzura y lujuria en la proximidades cercanas a su oído; sus débiles sentidos ya no podían más con la lujuria, era débil ante ella y lo aceptaba a pesar del dolor que eso le ocasionaba. Era un idiota enamorado.

—Shoto—musitó con dulzura al sentirlo con plenitud una vez más en su interior, ella tenía el extraño talento de ser mala y bondadosa a la vez.

—Mina...—y él la llamó al percibir el aroma a miel en su cuerpo. El arrebato del nudo orgásmico se aproximaba, se aferró a las suaves sábanas del futón con más fuerza y ella a su amplia espalda de alfa. ¿Cuánto habían bebido en esa noche? Probablemente más de la cuenta en su corta vida, y ahí estaban, una vez más en la oscuridad de una habitación; escondiéndose de todos como en el pasado, erróneamente dando más de lo que podían entregar.

(...)

Se había memorizado la frecuencia de su respiración y la forma en que sus labios pedían más, Katsuki Bakugō era como el color rojo de sus ojos; pasional, fuerte, admirable y abrasador. Vida. Era bastante difícil seguirle el ritmo, y por alguna increíble razón su cuerpo lo acompañaba en los movimientos a la perfección... Aunque ya estaba cansando.

Se aferró con todas sus fuerzas al respaldo de la cama, era una gruesa rama oscura de madera rústica que impedía que todo se perdiera en su sitio; no tenía voz y la única señal de que estaba en su límite una vez más en esa descontrolada noche eran las gotas de sudor que caían sin cesar por su cuerpo brillante, recorriendo sin medida su espalda semi encorvada por las profundas penetraciones constantes de su enérgico e inagotable amante. Absolutamente todo en él estaba en un delirio de placer físico y mental, como su tatuaje de cerezos que se movía a la par de sus respiraciones agitadas, sus sienes húmedas y calientes, su cuello que le ardía de una forma insoportable y su sensible interior. Las manos de Katsuki estaban aferradas a su cintura; sus dedos presionaban su piel de forma suave y firme, aguantando el choque violento de ambos que los hacía suspirar al sentirse tan cerca, y aunque lo sostuviera entre sus manos y brazos fuertes; su cuerpo se estaba derrumbando en la cama. La fina voz inexistente que había olvidado controlar de antemano salía
soltando gemidos inaudibles para todos menos para él, que de alguna forma sentía cada sensación compartida en las fibras de su cuerpo; ambos estaban terriblemente conectados y de todas las formas posibles.

—Kacchan, ayúdame—un leve hilo de voz salió de sus secos labios semiabiertos, Katsuki le dio vuelta el rostro con suavidad para ver su expresión y observó sus ojos verdes; lágrimas incesantes caían de ellos adornando sus mejillas acaloradas por el momento—. No me quedan fuerzas, no puedo sostenerme.

—¿Quieres que me detenga? ¿Deku, te hice daño?—Izuku negó suavemente y acercó su cara a la contraria, humedeciendo sus secos labios con un pasional beso.

—No, continúa pero ayúdame—reafirmó con un poco de voz autoritaria.

Katsuki no se hizo esperar, sonrió y continúo conectando sus cuerpos con esa inagotable energía que poseía. Esta vez lo sostuvo entre sus brazos, como si su vida dependiera de ello. Besó su hombro izquierdo hasta su cuello porque sentía que de ahí salía la fragancia más dulce del mundo; los cerezos de Izuku. Y gracias a eso podía oír como los gemidos de su Omega se ahogaban en la longitud de su agitada garganta, se sentía tan bien que repetía su nombre en susurros bajos y graves; señalando esa necesidad propia de un alfa ante su Omega, uno marcado. Un pequeño error que volvía todo diferente pero no imposible de arreglar; incluso podría ser ventajoso para ambos, sobretodo ahora que nada podía separar el vínculo que erróneamente aún no habían notado.

Nuestro Secreto |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora