|Capítulo XXVII: Su Alfa Protector|

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Nuevamente, cara a cara con algo que no conocía. Haciendo amistad con los enemigos y saliendo del molde establecido por su limitado orgullo, no era una advertencia. El alfa protector estaba condenando hasta la muerte a su enemigo.

ו••×

Es un adicto...

Sin importar todo el tiempo que tome hacerlo y todo lo que le cueste, él cuenta la historia que debió recitar antes de salir de su molde. Su mensaje hacia las personas que lo rodean es claro y firme, con el corazón lleno de indiferencias y estableciendo sus propios parámetros, aquellos que juró armar desde el primer día, al salir y no volver más a su zona de confort. Él es libre e invicto con sus decisiones y aún con todo el poder natural que posee a su disposición, es adicto a algo que es abrumador por orden descomunal. El deseo que percibe por él; su príncipe, su Omega, su eterno amante de todas las vidas; sus únicas y antiguas cadenas perpetuas, las reconoce tan bien y las ama más que a nada en mundo. Se aferra a ellas como si fueran el oxígeno que le falta cada día y las proclama como su nuevo destino; su nueva y única vida.

Contradiciendo con ello su propio instinto natural de alfa, más lo sabe bien. Nadie es libre en el mundo en que se vive. Todos desean aferrarse a una realidad explicable o inexplicable; estudios, trabajos, amores imposibles, amores tóxicos, familiares, drogas, alcohol, cigarrillos y tantos vicios que convierten al humano en una máquina natural de adicción. Porque el humano es adicto… Y Katsuki Bakugō desde que nació hace cientos de años lo es, a él, a su Omega. A su Izuku Midoriya.

Y aunque lo nieguen, él es capaz de hacer lo que sea por obtener nuevamente la droga que embriaga sus sentidos. Su cuerpo, su ser, su alma… Su eterno amor imposible. Si pudiera nacer en el infierno y quedarse ahí, cada día acabando con la miserable vida que le queda, pero siendo la única forma de obtener su placebo, lo haría sin siquiera importarle las palabras de los demás. Porque, aunque todos quieran hacerlo ver como una dependencia tóxica, él lo ama de una forma tan extraña a su amante que nada es comparable.

Nadie lo ama más que su mayor adicto, más que su alfa protector.

(...)

Los "rastreadores" son una especie muy escasa de alfas superiores, característicamente en el sentido del olfato. Nacen cada cierto tiempo, y normalmente la mayoría de los alfas pierde el sentido con la adultez y el desarrollo completo de su instinto animal. Únicamente algunos logran ser rastreadores en la vida. Antiguamente trabajaban por regla para las fuerzas policiales, su labor era indispensable a la hora de ejercer un trabajo de campo. Eran respetados y bien pagados por el gobierno. No obstante, después de la Segunda Guerra Mundial, con el asedio en contra de los judíos y todas las injusticias de la gran guerra, perdieron el valor establecido por la sociedad debido al gran acoso. Ahora trabajan en las sombras del bajo mundo, haciendo misiones de moral dudosa. Aún asi, todos poseían un código.

"Sin nombres y si tienes el dinero, nada es imposible para nosotros"

Katsuki apenas escuchó que Shindou era un alfa rastreador, le pidió a Nemuri que lo ayudará a contactarlo. No porque tuviera una curiosidad maravillosa por su raro talento, no, era únicamente para ver la cara del malnacido. Afortunadamente no fue difícil hallarlo para ella, la cantidad exuberante de dinero que ofrecía el alfa japonés lo hizo salir de su madriguera en pleno día. Por un teléfono público acordaron juntarse dos días después del contacto en un callejón de la Váci Utca. Siendo una de las calles más importantes de Budapest junto a la avenida Andrassy. La calle se encontraba situada en paralelo con el Danubio, entre la plaza Vörösmarty y el gran mercado central, Nagy Vasarcsarnok.

En resumen, era un lugar usualmente concurrido por todo tipo de persona, dos alfas no llamarían la atención.

Aún así, el alfa húngaro nunca pensó que Katsuki fuera a la total defensiva de sus palabras y acciones. En primera instancia y probando la gravedad de la situación, hablaron normalmente sobre cosas banales para distender el ambiente hasta que salieron a la conservación los omegas... Shindou cometió el grave error de nombrar al chico que vivía con su padre. "Un adorable y tímido Omega japonés de cabellos verdes y mirada triste". Después de decir eso, lo primero que sintió fue un golpe perfectamente ejecutado en su mejilla derecha. Cayó al suelo como piedra y su cabeza rebotó en el asfalto, ciertamente nadie prestó atención a la confrontación. Katsuki emanaba el miedo, como si de sus poros naciera la terrible sensación. Nadie en su sano juicio querría involucrarse en una pelea de dos alfas; incluso un policía —beta—, que hizo caso omiso a la gran situación. Para nadie era un misterio que los alfas tenían el orgullo por las nubes, por lo tanto, una pelea de orgullo en la calle no era de la mayor importancia tampoco.

Nuestro Secreto |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora