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Ese beso había sido único, maravilloso, y el primero de la princesa de Liones. Pues su nuevo cuerpo era completamente puro en esta vida. No había tenido contacto con nadie fuera del castillo más que cuando escapó para buscar a los siete pecados capitales.

Y un muy dulce e inocente chico, claro que quiénes lo conocían sabían muy bien que inocencia no había en él, defendía su cuerpo de todo ser viviente que se le acercara.

Las antiguas narraciones de fantasías contaban sobre dragones protegiendo enormes y preciosos tesoros de los humanos. Este pecado reafirmaba las leyendas, era posesivo con Elizabeth. Nadie podía arrimarse a ella con otro tipo de intenciones mas que amistosas.

Y, aún sabiendo que irremediablemente ella se enamoraria de él, verla crecer con miradas y elogios sobre su belleza lo ponían furioso.

Se separó para ver su bello rostro, siempre amaba su primer beso.

—Meliodas-sama... —sus mejillas eran de un carmesí parecido al del trono. Estaba avergonzada.

—Mandaré a mudar tus pertenencias a mi habitación. —no había duda en sus palabras, solo dulzura.

—¿Uh? 

—Los reyes no deben dormir en habitaciones separadas... —había picardía en su voz— Y la mía es la más grande, —se frenó y levantó el dedo índice— perdón, me corrijo, la nuestra. —una bella sonrisa se hizo presente. Él estába feliz.

Levantó a la princesa para ponerse de pie, Elizabeth de inmediato se bajó y paró por si misma, aún estaba roja.

Nadie podía ver al rubio y pensar que podría haber sido el próximo Rey demonio. Era tan suave, bueno y decidido, que sería imposible que haya traicionado sus ideales. Unos en lo único que importaba era la salud y el bienestar de Elizabeth.

Amaba a esa mujer como jamás amaría a nadie, y no es que tuviera otra opción realmente, pero aún si la tuviera, no la tomaría. Era su perdición y su salvación, su inicio y su fin, era todo.

Comenzó a caminar hasta llegar a la enorme puerta que daba entrada a la sala del trono, eran necesarios unos dos o tres guardias que la abrieran, pero Meliodas simplemente tiró del mango y abrió sin problemas. Del otro lado se veía un pasillo que se dividia a tantos lugares hubiera en ese castillo.

—Usted primero princesa —dio una reverencia exagerada para que Elizabeth sonriera.

Y así lo hizo, la chica paso primero emocionada. No tardo en recibir un apretón en el trasero de parte del nuevo Rey. Dió un pequeño salto de la impresión.

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—¡No dejaré que hagas eso! —el rosado cuerpo del cerdito saltaba de un lado a otro furioso.

—Cállate Hawk, tu no estás invitado a discusión. —la voz del capitán era serena, pero por dentro había una pizca de molestia por la intromisión de su compañero.

—¡La princesa no se quedara sola en la misma habitación que tú para dormir sin mi!

—¿Alguien quiere cerdo asado? —su imagen se volvió sombría.

—¡Higk! ¡Tú no harías eso!

—¿Apostamos?

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—¡Diane! Por favor, ¡devuelveme mi ropa! —gritaba un muy sonrojado hada dentro del agua sagrada en El bosque.

—Nop, primero dime qué es lo que escondes debajo del árbol, y por qué vienes a verlo tan seguido.

La chica era dulce pero su actitud infantil no ayudaba en la situación. Él estaba completamente desnudo y no podía abandonar el lago para buscar ropa nueva sin pasar frente a todas las hadas del lugar.

Un Verdadero Rey para Camelot (Meliodas x Elizabeth)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora