Dialing...

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❛ C a l l ❜

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Porque el recibir tus llamadas a las una con dos de la madrugada me mataba lentamente

【☹】

  El sonido incesante del teléfono al sonar interrumpe el silencio avasallador de mi pequeño departamento. Suelto un suspiro agotado, levantándome del cómodo sillón en el que me encontraba para coger el llamado. Mi ánimo decae un poco más al ver tu nombre en el identificador de llamadas. Deseo, porque realmente lo hago, no contestar, no tener esa necesidad imperante de estar ahí para tí, siempre, pero no puedo llevar a cabo mis pensamientos al oír la insistente melodía sonar nuevamente. Con el corazón hecho un puño, contesto.

  Y aquí estamos nuevamente, escucho tu voz quebrada a través del teléfono, llorando desconsoladamente. Mi voz tiembla el escuchar como te quiebras, y mi corazón sufre contigo más de lo que puedes imaginarte. Porque duele, duele escucharte llorar, duele verte con una mueca de dolor en donde antes reinaba una dulce sonrisa. Me ruegas desesperadamente que vaya a tu departamento, dices que me necesitas. No puedo negártelo. Nunca he podido, sin importar la hora o el lugar, siempre corro hacia tí, porque mi corazón grita por tí, duele por tí, y no puedo evitarlo. No puedo evitarlo, no puedo evitar necesitar estar contigo, tratar de darte un poco de calma en ese infierno en el que vives, ese infierno del cual no puedo sacarte, porque no deseas salir de él. Ruegas nuevamente y yo termino por aceptar, igual que siempre.

  Me despido, pareces calmarte un poco. Te escucho pedir una cajetilla de cigarros, asiento sin que puedas verme y corto. Como siempre, no puedo negártelo.

  El camino es frío y corto, la cajetilla de cigarros se siente dura en mi bolsillo y las llaves de tu hogar frías en el otro. Muerdo mi labio frente a la puerta, respiro profundamente para luego abrir la puerta lentamente. Miro el interior, hay algunas cosas en el suelo, pruebas de una discusión. Cierro la puerta y recojo los trozos de un plato quebrado para dirigirme a la cocina y botarlo. Hay otro pequeño desorden ahí, suspiro y me digo que lo limpiaré luego. Dejo mi chaqueta en el perchero frente a la entrada. Me dirigí hacia tu pieza, sé que estarás ahí. Y no me equivoqué, estabas mirando a través de la ventana, tus mejillas húmedas por el llanto, una camisa muy grande para tu menudo y delicado cuerpo te cubre, me miras en silencio y vuelves nuevamente el rostro hacia la ventana, apoyándote en tus antebrazos. Veo como lloras, ahora en silencio. Me acerco a tí sin pronunciar palabra, dudando si tocarte o no, sin saber cómo reaccionaras.

  Poso mi mano delicadamente en tu suave cabello, te quedas quieto, cierras los ojos y sigues llorando. Te acaricio suavemente, deseando abrazarte pero sin atreverme a hacerlo. Me quedo de pie junto a tí, tus muslos están a la vista y no puedo evitar notar que estás más delgado que la última vez que te ví. Me arrodillo a tu lado, sin dejar de acariciar tus cabellos, y me quedo a la altura de tu rostro. Volteas hacia mí, sin dejar de apoyarte en tus antebrazos, y me miras directamente al rostro. Tus lindos orbes color castaños están hinchados y enrojecidos, tus mejillas pálidas y húmedas por el llanto, tu labio herido, seguramente porque lo mordiste con mucha fuerza en uno de tus intentos desesperados de no quebrarte frente a él. Seco con cuidado tus mejillas, tratando de ser dulce contigo, cierras los ojos y casi pareces disfrutar de nuestro pequeño contacto, y cuando siento que vas a abrirte y contarme qué pasó, volteas evitándome. Suelto un suspiro cansado y miro nuevamente la piel de tus muslos. Tienes frío, lo noto. La ventana abierta no ayuda y lo que menos quiero es que te agarres un resfriado.

  — Jimin, vamos. Te vas a resfriar— susurro con dulzura, tú niega y sigues mirando hacia afuera, tu mirada perdida en la calle y en las pocas personas que pasan debido a la hora.

102 ;; kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora