Era una cálida mañana de verano en Estrasburgo, Francia. Podía sentirse en el ambiente que el día sería caluroso. Aún así, yo me encontraba corriendo entre las calles de la ciudad llevando bufanda, boina, túnica y pantalones color negro. A ratos mirando nervioso el reloj que llevaba en mi muñeca. No me malentiendan, no estaba nervioso por la hora, sino porque el reloj y la ropa, exceptuando la boina, son de mi jefe, y él no me ha prestado nada de esto.
-¡Oigan todos, el lechero se volvió afeminado!- Llegó hasta mis oídos, distrayendo mi visión y buscando el lugar del que venían aquellas palabras.
Me distraje un momento, ya que me observé en un charco de agua que estaba en el camino mientras corría, acariciando suavemente mi corta barba castaña de tipo candado y haciendo muecas para apreciarme con la ropa elegante que probablemente no volvería a usar otra vez.
Cuando por fin miré en la dirección correcta pude ver al repartidor de leche. Aquel humilde trabajador, bajito y gordito el cual se encontraba en una situación bastante vergonzosa.
Es decir, su uniforme blanco de siempre ahora estaba rosado, sus labios pintados de color mora, su cara como queriendo decir "¿Como demonios terminé así?" O bueno, eso quería creer que se estaba preguntando, al menos así sentiría que yo no era el único pensando que inició de forma extraña su día. Sin embargo, lo que mas llamó mi atención fue la luz delantera de la bicicleta para niñas que montaba aquel desdichado hombre, luz que tenía escrita una S con una caligrafía que se me hizo bastante familiar.
-Solo conozco a un idiota que se cree bromista en este pueblo, sin embargo, esa S podría tratarse de cualquier cosa. Hasta podría ser excremento de pájaro.- Dije en voz alta para posteriormente sonreír con la idea de que hasta un pájaro estaba humillando al pobre hombre. Sonrisa que no duró mucho ya que todos mis pensamientos fueron reemplazados automáticamente por una sola palabra: "¡Hilarante!".
-¡Mierda, Sennet!- Exclamé para mi mismo mientras comenzaba a disminuir mi velocidad hasta detenerme, ya que había llegado a la tienda en donde trabajaba.
Por fin estaba allí asi que eché una ultima mirada al reloj.
-Llegué a la hora, aunque eso no importa mucho el día de hoy...-
Abrí la puerta de madera tratando de no hacer ruido y me asomé para ver si mi jefe ya estaba dentro cuando de pronto siento que me empujan hacia el interior. El sonido de la puerta chocando contra la pared se escuchó por toda la pieza.
Mientras caía hacia el piso pude divisar a mi jefe parado delante de la chimenea a carbón al fondo del lugar durante unos segundos. Se veía enojado, aunque bueno, eso no me importaba mucho ahora, lo único que me importaba era sujetarme de lo primero que tuviese al alcance.
En mi intento por sostenerme de algo acabé agarrando un cordel que convenientemente se encontraba justo delante de mi, cordel que, al tirarlo hizo caer un cartel enorme desde el techo. Por mi parte caí de hocico al piso.
-¿Está disfrutando de su cumpleaños, señor Morozov?- Preguntó mi jefe en un tono irónico, aplaudiendo y acercándose mientras yo me levantaba del piso.
-¿Cumpleaños?- Pregunté confundido. -Pero si hoy no es mi cumplea...- Me quedé boquiabierto ya que, una vez de pie me lleve la sorpresa de ver que en el enorme cartel que colgaba delante de la pared en la entrada decía: "¡Feliz cumpleaños Adrik Morozov... o sea a mi mismo! Firma: S"
-¿¡Qué demonios!?- Exclamé mientras mi jefe me quitaba la bufanda y la túnica.
-Va a devolverme mi ropa y reloj en estos momentos, señor Morozov. Luego de eso tendrá la sanción que amerita esta situación. ¡Ay, me salió rima!- Dijo mi jefe mientras se sonrojaba auto halagándose.
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Sin piedras no hay fiesta
FantasyAdrik Morozov es un chico que ha estado despreocupado de las personas la gran parte de su vida. Sin embargo, el cambio de personalidad repentino de su más antiguo amigo, Sennet, sumado a temas sobre magia con él lo harán crear una incertidumbre dent...