Desde niña soñaba con mi príncipe azul. Ese hombre perfecto y maravilloso que llegaría a mi vida para transformarla en un cuento de hadas. Que hermosa es la ingenuidad infantil y la ilusión adolescente. Pero la realidad suele ser muy distinta y al chocar con ella empiezas a mirar mas allá y darte cuenta que el amor verdadero, ese que se da sin esperar nada a cambio, no sólo se manifiesta entre una pareja.
Solíamos jugar desde muy pequeñas y por eso nuestra complicidad y cariño es tan profundo. Una tenía el punto exacto entre dulzura e inteligencia, y la otra aunque no igual de inteligente le agregaba el toque de espontaneidad y locura que se necesitaba para juntas de la mano volar fuera de este mundo. Y sucedía algo maravilloso pero a la vez extraño, jamás nos peleábamos, era una mezcla de afinidad y complemento tan singular como el brillo del diamante. Ella es mi prima y mucho más que eso, mi hermana del alma.
Solas no nos hubiésemos atrevido, era la seguridad que nos dábamos mutuamente, la que nos permitió entrar a ese emocionante mundo de aventuras, que después de tantos años aún recordamos con gran emoción y nostalgia.
Todo empezó con el primer respiro de libertad que nuestras madres nos concedieron: regresar a la casa, por primera vez, solas!, solitas!, yupi!, luego de la clase de aeróbic. Siempre fuimos niñas mimadas y protegidas, así que no nos lo podíamos creer.
En ese preciso momento, recibimos la llave para entrar a ese mundo increíble que pronto conoceríamos. Así que sin perder un instante más, nos cambiamos la ropa de aerobic detrás de unos arbustos, pues la idea de escaparnos surgió camino a casa, y ya listas, para no tener nada que nos incomodara, lanzamos nuestros maletines hacia el cielo, para que atravesaran el portón de la cochera y quedaran seguros dentro de la casa, sin necesidad de poner en evidencia que ya habíamos regresado, y otra vez quedar atrapadas entre las cuatro paredes de siempre.
De pronto, la libertad inundo nuestras almas y por primera vez nos sentimos dueñas de nuestro destino y capaces de tomar el mundo en las manos hasta darle la forma de cada uno de nuestros sueños.
El primero era descubrir el amor con la llegada de ese hombre perfecto que describían en el cine y la tele. Así que con el viento en nuestro rostro, la grama crecida en nuestros pies y el árbol más hermoso de todo el parque en nuestras manos, decidimos tallar nuestro sueño, nuestro secreto de amor, sintiendo muy adentro que esta sentencia era el primer impulso a nuestro objetivo.
Así quedaron tallados dos corazones con contenidos diferentes, pero muy unidos el uno del otro. Quien diría que este tallado describiría en gran parte nuestro futuro, pues en el amor y el desamor siempre hemos contado la una con la otra.
Gracias a esta nueva libertad, pudimos hacer nuevos amigos, comenzar nuevas historias y, sobre todo, empezamos a darle forma a nuestra personalidad. Aunque estas nuevas historias, no fueron tan increíbles como las del cine, nos divertimos tanto. Ha pasado tanto tiempo y aún las recordamos y nos reímos como si las estuviéramos viviendo otra vez.
