Reto imaginativo de risa ¿Qué ha pasado aquí?

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¿QUÉ HA PASADO AQUÍ?

—¡Ahhhhhhh!

Un grito de pavor resonó a lo largo y ancho de toda la granja. ¿Por qué chillaba de esa manera la granjera? Ni el perro labrador quiso perderse la escena. Todos corrieron asustados hasta la casa.

—¡Maldito pavo del diablo! La que me ha liado. ¡Juan! ¿te has dejado abierta la puerta del corral? ¡Juaaaaaannnnn!

El marido corrió hasta la cocina para averiguar qué le sucedía a su esposa. No le dio tiempo ni a contestar, pisó algo blandito y resbaladizo que le hizo perder el equilibrio. Cayó despanzurrado todo lo largo que era al suelo. Un revoloteo de alas y unos graznidos, le hicieron dar manotazos para apartar el culo de aquel bicho que iba directo a su rostro y le arañaba con sus patas.

—Pero ¿qué demonios hace aquí el pavo? —preguntó exaltado. Cuando por fin se pudo poner en pie, vio que había resbalado con una de las múltiples cagadas que había desperdigadas por toda la cocina.

—¿No me digas? Eso mismo quiero saber yo —le contestó la mujer airada—. ¿Te has dejado la puerta sin echar la llave? Dejé a secar el maíz y la avena y mira que estropicio. Se lo ha comido todo. Mira la cantidad de cagadas que hay por todos lados. Esto más que una cocina parece un corral.

—¿Y qué hace la ventana abierta? A nadie más que a ti se le ocurre ventilar toda la casa. Esto parece más el polo norte.

—Oye, no te desvíes del tema, que nada tiene que ver. Te he hecho una pregunta muy sencilla, ¿sí o no echaste la llave?

—Pues claro, mujer.

La granjera enarcó la ceja con desconfianza.

—¿Seguro?

—Seguro —volvió a decir el hombre.

—Pues coge al pavo, antes de que no lo haga yo y lo mate.

El animal, comenzó a cloquear histérico y lanzar su pico a diestro y siniestro para defenderse. Corría de un lado a otro mientras el granjero trataba de darle alcance inútilmente. Con tanto revuelo, atorado como estaba el hombre, no se percató de la estantería y al levantar la cabeza, se llevó el mueble entero. Los tarros de cristal con la legumbre de la cosecha, cayeron al suelo, causando mayor estropicio. La mujer harta de tanto escándalo cogió un cuchillo y se lo lanzó al bicho como en los circos. Este quedó clavado en la tabla de planchar que había tras la puerta sin rozarle tan siquiera.

—¡Mujer! ¿Estás loca? ¿acaso quieres trincharme a mí?

—Apártate ya. A este bicho lo cocino hoy como me llamo María Luisa del Prado —y se colocó en posición de rugby con las manos abiertas.

El animal se quedó tieso en el centro observando con atención a aquella mole de mujer para descubrir sus intenciones. Lo último que vio en vida fue como le caía por los aires el cuerpo de la granjera ante su estupor. La señora que estaba entrada en carnes y un poco rolliza, aplastó al infeliz pavo.

—¡Uff! —resoplaron todos los testigos.

—Eso ha tenido que doler —se rio el granjero a pierna suelta al ver a su mujer tirada en plancha contra el suelo y las piernas abiertas.

—Juaaan, ¡desgraciado!, déjate de reír y ayúdame a levantarme. Creo que me he roto algo. ¿Se puede saber por qué me has lanzado por los aires?

—Mujer, ¿no querías deshacerte del bicho? Lo tenías a huevo y como sabía que no ibas a dar en la diana, te he hecho yo el favor. Ya tienes ahí tu cena.

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