1. El reencuentro
Aún recuerdo el día en que nos despedimos, fue todo tan...directo y escueto, y pese a que éramos los dos unos críos entendía perfectamente la situación en la que estaba metido. Mi mejor amigo desaparecería de mi vida y se iría nada más ni nada menos que a Alemania. ¿Cómo pretendía que reaccionaría? Sin duda alguna no de una manera demasiado agradable, la verdad, no quería que se marchara, él era como mi propio hermano en ese tiempo. Pero será más adelante cuando os explique los hechos en exactitud.
Pasaron diez años desde que él se marcho y aquel día, el 27 de Enero, regresaba. Si bien era cierto, los primeros tres años estuvimos en contacto, nos llamábamos para comentar cómo nos iba la vida y lo nuevo que habíamos hecho. También solíamos hablar sobre los estudios y los planes de futuro, de los amores y desamores y de las frustraciones de cada uno. Cuando pienso en el primer año que pasé sin él no puedo evitar sonreír, recuerdo que muchas veces había ido a buscarle a su casa casi inconscientemente, sin pararme a recordar que ya había marchado. El cambio fue al cuarto año, en esos días yo tenía quince años y, aunque seguía llamándole, no respondía tanto, claro, él debía estar ocupado al comenzar la universidad. El quinto año ya nos llamábamos como máximo una vez al mes y, al siguiente, habíamos perdido el contacto. Cuatro años sin saber nada el uno del otro, no podía saber si se acordaba de mi o simplemente había pasado, de todas formas cuando nos despedimos no eramos más que niños. Yo tenía once años y él catorce. ¿Que de qué nos conocíamos? Habíamos ido a parbularios juntos, mis padres y los suyos se conocían por asuntos de trabajo y, en resultado de eso, nosotros habíamos forjado una amistad la cual por cosas del azar se tuvo que distanciar. Pero una semana antes del día de su regreso me llamó anunciándome aquel hecho, quería verme y, obviamente, yo a él; así que concretamos hora y lugar; sencillamente le iría a buscar al aeropuerto.
La noche anterior a su regreso tuve que tomar una pastilla para conseguir conciliar el sueño, entiendía mi nerviosismo y admitía que tenía muchas ganas de verle, pero odiaba que eso conllevara a un consiguiente insomnio. Cuando desperté estaba en la cama, con la mirada clavada en el techo y pensando en el cambio que habría dado, era obvio que no sería la misma persona, que quizá ni lo reconocería. Tenía tantas cosas que contarle, tanto que explicar, no sabría ni por donde iba a comenzar. Pero algo desvió mi atención de esos pensamientos, una melodía, exactamente Sweet Child o' Mine de Guns 'n' roses. Era mi móvil el que sonaba, así que estiré el brazo y sin siquiera mirar quién era descolgué y llevé el aparato a la altura de mi oído.
-¿Si? -Pronuncié con la voz algo ronca pues aún estaba somnoliento.
-Buenos días, Erick -Se escuchó una voz dulce a través del altavoz del móvil, una voz que no tardé absolutamente nada en reconocer.- ¿Cómo has dormido?
-Buenos -Contesté tras carraspear un poco, tratando de aclarar mi garganta.- Bien, del tirón. ¿Tú cómo has pasado la noche? -Si había dormido del tirón había sido gracias a los somníferos, pero eso ella no tenía que saberlo, si se lo decía seguramente se preocuparía y eso era lo último que quería; además, tampoco había ocurrido nada excepcional ni era algo que me pasara siempre.
-Bien, aunque han bajado mucho las temperaturas estos días, he tenido que ponerme más mantas -Me encantaba aquella voz, era dulce y tranquilizadora.- ¿Quieres que nos veamos hoy?´-Preguntó en un susurro, aún no entendía por qué siempre se mostraba tan tímida conmigo, como si me molestara quedar con ella o algo parecido.
Me incorporé en la cama y me pasé la diestra por el rostro, tratando de desperezarme.- Claro, si quieres podemos ir a comer fuera -Dije con una sonrisa, aunque obviamente ella no la podía percibir.- Pero esta tarde voy a buscar a un amigo al aeropuerto, hace mucho que no lo veo. Si quieres te puedes venir.
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¿Recuerdas? [Yaoi]
RomanceSólo un adiós bastó para saber que no le volvería a ver, unas simples palabras que calaron en lo más hondo de mi pecho pese a que no éramos más que críos. Y ahora, que al fin regresa, todo ha cambiado.