Capítulo único

132 14 1
                                    

15 de septiembre de 1995.

Han pasado alrededor cinco años desde la Guerra Santa contra Hades, no he sabido nada más del Santuario porque me he retirado, decidí que mi deuda terminó al derrotar al dios del Inframundo. No era deuda en donde debía luchar, no soy una guerrera, solo debía mantenerme al servicio de Atenea hasta que la principal razón de su nacimiento sucediera.

Y hoy, después de mucho tiempo, me decido a escribir sobre esto. Nadie lo leerá —o tal vez sí—, pero necesito reforzar que no lo he olvidado. Por eso mis memorias de esos años serán escritos en este diario que mucho tiempo atrás él me regaló, para que anotara cada cosa que recordara de mi tiempo antes de llegar al Santuario.


 18 de septiembre de 1995.

La primera vez que vi a Saga fue por un corto instante, donde no sabía si era real o mi mente me jugaba una mala broma —todo por un fuerte golpe del que me enteré después, consecuencia de una gran caída que, hasta la fecha, no recuerdo la causa—; lo único que guardé de ese instante fueron sus ojos verdes.

La segunda vez que lo vi fue con el Patriarca y Aioros de Sagitario —ambos Santos usando sus armaduras—; ese día me convertí en doncella porque, al parecer, ellos se sentían culpables de mi situación y querían asegurarse de que estaría bien —al menos, hasta que recuperara mis recuerdos y pudiera regresar a casa—.

Esa vez no hablamos, pero me aprendí su nombre y, con el pasar de los días, conocí su reputación. Era muy querido por todos, de corazón bondadoso y gran poder.

Para esas fechas solo había dos caballeros dorados. Y ellos tenían doce años, creo que yo también —mi edad la fui contando a partir de la de ellos, aunque puede que sea un poco mayor—.


23 de septiembre de 1995.

Cada vez que puedo me siento frente a este viejo escritorio de abeto, tan deteriorado por el tiempo, pero que se mantiene a pesar de todo cumpliendo su función. Así me siento a veces, rota, con piezas faltantes y trozos que no encajan. ¿Pero qué puedo hacer? Aunque tengo recuerdos de antes, mi vida empezó con esos ojos verdes y ha continuado con otros igual, mucho más inocentes, más alegres, sin esa pena que los de él tenían.

Esa pena que cargaba a causa de sus pecados, después de "la muerte del Patriarca Shion y de la traición de Aioros" —entre comillas, porque esa muerte no fue natural ni esa traición fue real...solo la de él y en su verdadera mirada se notaba el dolor, la lucha que mantenía—.

Cuando él era él y no el otro, siempre trataba de sonreír para mí, pero sus ojos nunca reflejaron esa sonrisa. Fue solo una vez, pero fue rozando el final.

«Selenia, ¿hay algún lugar que te gustaría conocer?». Una vez me hizo esa pregunta; nunca le contesté, no por descortesía sino que por falta de respuesta. No había otro lugar, no conocía otro lugar y aunque él me enseñó bastante del exterior, me sentía cómoda ahí...

Además, no deseaba dejarlo solo con su tormento.


24 de septiembre de 1995.

Conforme pasaban los años parecía flaquear en su lucha, parecía estarse rindiendo a los deseos del otro. Y, aun así, frente a mí siempre trataba de ser él, solo él, quien estuviera en mi presencia.

Sus dedos apenas rozaban mis cabellos cuando la noche se alzaba y su despedida era siempre un beso acompañado de unas suaves gracias; esa era su manera de agradecer mi permanencia a pesar de todo, porque él se sentía indigno de algo como eso.

Cherry Blossom || Saga x OcWhere stories live. Discover now