Capítulo 33

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Después de que las cosas se calmaran y yo me ubicara bien en lo que quería.

Ya había pensado demasiado. Me había estrujado el cerebro pensando.

¿Qué quería?¿Qué me convenía?
Preguntas que rebotaban junto con otras miles. Lo raro era que todas me llevaban a una sola respuesta. Joaquín.

Intenté compararlos pero no podía. Joaquín era muy diferente a Ian.

Ian me conocía, era mi mejor amigo desde hace años; siempre se preocupaba por mí y estaba cuando lo necesitaba. A veces solo confiaba en él. Lo quería mucho, y odiaba la idea de lastimarlo.

Joaquín, en cambio, había llegado a mi vida desde hace unos meses y ya había puesto todo de cabeza. Había alterado todo lo que sentía y estaba instalándose en mi cerebro; como la raíz de una planta. Había descubierto que era con él me sentía la verdadera Macarena.

No podía seguir ocultando lo que sentía. O por lo menos no a Ian. Porque con mi madre era todo muy distinto.

Así que había puesto un horario para que nos viéramos; hace días que no lo veía. Me sentía nerviosa, ya había ensayado un poco lo que le diría.

Aparte de los nervios me sentía sola, porque estaba sola. Esperando en aquel parque. Hoy le podría fin a lo que había empezado. Ya que yo no era dueña de usarlo para olvidar a nadie. No podía jugar con sus sentimientos.
Lo vi acercarse, con su campera favorita, el otoño estaba más que presente en la ciudad argentina. Traía las manos detrás de su espalda.

—Ian...—Me acerqué y me abrazó. Durante un largo rato. Me extrañaba.

—Maca, te compré esto...—sacó las manos de mi espalda. Un ramo de flores. Me dio impresión verlas. Cortadas. Secas.

—Ahhh, me gusta—. Mentí. Agarré el ramo. Me causaba tristeza ver las flores muertas para mí; apartadas de su mundo. Yo me sentía una flor en un ramo, no por la belleza; por lo apartada de mi mundo.

Sonrió y lo miré, decidida a hablar.

—Ian, no sé como decirte...—suspiré intentando juntar valor—. Sos mi mejor amigo, confío un montonazo en vos y siempre estás cuando te necesito. Yo te quiero...

Ian sonrió, todo lo que le decía le parecía bien.

—Te quiero como amigo.—Agregué y su gesto se volvió serio.

—No... Entiendo.— Me miró un poco molesto.

—Que no sé para que intentamos tener algo, si somos amigos. Mejores amigos—. Ya no sabía como encarar la situación. Y me preocupaba saber como reaccionaría.

—¿Estás diciendo que no me querés?

—No, no, si te quiero. Como amigo.— Expliqué dificultada por sus ojos.

—No me digas.— Carcajeó fuerte, no por diversión, sino por rabia—. Ya sé lo que te pasa—. Hablaba con ironía, sin mirarme.—Estás así porque vino Joaquín.

—No, no es por eso...

—¡¿Cómo que no?!—se puso rojo.—Mirame a los ojos y decime que no es por él.—Sus ojos se clavaron en los míos.

Intentaba mantenerle la mirada peor no podía, no quería mentirle más porque ya me sentía demasiado basura para eso.

—No puedo enamorarme de vos, lo quiero a Joaquín...—casi inaudible.

—Ves, es por él—sus ojos se pusieron rojos.

—Tenemos años siendo amigos, y si no me enamoré antes; no creo poder hacerlo ahora... Menos con Joaquín rompiéndome la cabeza—. Intentaba ser clara.

—Estás equivocada, Rena, solo sentís atracción—. Ahora las lágrimas rodaron por sus mejillas.

—No, no estoy equivocada—. Hablé firme. Por fin estaba segura de lo que decía.

Quería a Joaquín y a nadie más, quería estar con él.

—No entiendo... Hice todo, yo te amo—escondió su cara en sus manos. Sollozaba y me rompía el corazón.

¿En qué momento me había vuelto tan cruel?

Me ponía mal verlo así. Apoyé mi mano en su espalda encorbada.

—¡No!—me asustó.—No me toques, andate. No te quiero ver.—pidió con su voz deformada por el llanto.

—Ian...

—No, andá con tu jugador. Pero cuando te rompa el corazón no me busques. Porque eso va a hacer, tonta.—Lo miré confundida.— Andá con la superestrella.

Me puse de pie, decidida a irme. Hice unos pasos y su voz me detuvo.

—¡Sos una puta!¡Interesada!—me di media vuelta. Toda la gente del parque nos estaba viendo—. ¡Andá a chuparle el cu...

No dejé que terminara y le di una cachetada, lo más fuerte que pude. Al instante mi mano comenzó a arder. Su mejilla estaba roja, hasta podía ver mis dedos marcados.
Puso su mano en la zona golpeada y me dedicó una mirada de odio.

No quería golpearlo, no quería hacerlo. Pero no tenía otra opción. No permitiría que me degrade ni mucho menos por lo que sentía por Joaquín.

Le dediqué una mirada de pena y angustia, porque era lo que sentía.

Sabía que estaba haciendo, perdía a un amigo de la infancia. A mi hermano de distinta madre. Pero lo hacía porque por primera vez estaba dejándome llevar por mis impulsos, por lo que Joaquín me provocaba y no por lo que era correcto. Me alejé de Ian sin decirle o hacer nada más.

Con Joaquín habíamos quedado en vernos en el único lugar que los dos conocíamos, donde teníamos privacidad completa. Durante el trayecto las palabras de Ian retumbaban haciéndome repensar todo. ¿En realidad me interesaba Joaquín o solo lo quería porque era un futbolista?

Entré y me lo encontré mirando algunas plantas.

—¿Cómo te fue?—preguntó cuando me vio.

Recordé a Ian, y lo que me había dicho. El enojo y dolor que yo le había provocado. Me sentía un asco de persona. Llena de culpa, una miserable por hacer sentir así de mal a mi mejor amigo.
Lo abracé para llorar segura. Era una de las cosas más difíciles que había hecho en mi vida.

 Era una de las cosas más difíciles que había hecho en mi vida

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