Neón, música fuerte, conversaciones ruidosas. Nada era realmente una distracción. Hice danzar una vez más a la coctelera en mis manos, notando por el rabillo del ojo cómo su mirada me seguía, interesado, y vertí el contenido sobre el vaso de vidrio. Cayó limpiamente. Con una sonrisa, se lo entregué.
—¿De verdad va por cuenta de la casa?
Sonreí más. Parecía realmente confundido, con un brillo pícaro y de agradecimiento difícil de disimular. Me encogí de hombros.
—Siempre te veo aquí, JungWoo. Cosmopolitan, tu favorito —sus labios, bañados por los colores que danzaban sobre nuestras cabezas, se curvaron en una suave sonrisa. Combinaba a la perfección con las tonalidades naranjas y rojizas del cóctel—. Espero que te ayude a olvidar a tu novia.
—Yo también lo espero. Ya ha sido demasiado tiempo —me comentó, levantando el vaso de la barra. Usualmente jamás la habría mencionado por miedo al dolor que ensombrecía sus pupilas cada vez que hablaba de aquella mujer, pero esta vez era necesario. Pese a todo, le vi mantener la sonrisa—. A tu salud.
Imité su gesto con un vaso imaginario, y reí antes de tener que realizar otro de los pedidos que la larga barra me obligaba a atender.
Pero entre vasos y vasos, me aseguré de mirarlo.
Primero, un pequeño cabeceo. Luego, le vi aferrarse a la plancha de zinc colocada a lo largo del espacio, a modo de barra, con la punta de los dedos deslizándose continuamente sobre la superficie. Las luces comenzaron a bajar. Con todo, solo le tomaría media hora más; tiempo suficiente para que cerrara el bar.
—Tranquilo, olvidarás a tu novia —aclaré, apenas el último de los clientes se retiró. Un cerrojo después, y estábamos completamente solos. JungWoo me miró a duras penas; segundos después le vi hacer arcadas—. Solo me recordarás a mí.
—¿Lucas...?
—Así me dicen solamente acá —aclaré. Sus piernas intentaron huir, pero tropezó del banquillo en el que estaba sentado y terminó cayendo pesadamente en el piso. Negué con la cabeza y suspiré—. Es inútil. Llámame desde ahora por mi nombre, Wong YukHei
Sabía que el nombre no le decía nada, pero pronto lo haría. A diferencia de él, yo sí que conocía su nombre: Kim JungWoo, veintidós años, botado hace exactamente diez meses y veinticinco días por su patética novia. Sabía muchas cosas más, como su dirección, su número telefónico, el nombre de su primaria, la ciudad de origen de sus padres, su número de calzado, la hora en que se iba a dormir y la hora en que se levantaba... pero no tenía sentido recordarlas. No en esos momentos.
—Siempre fuiste tan descuidado, ¿sabes? —lo miré, sentándome sobre la barra. Levanté una de las comisuras de mis labios. Era tan divertido. Se arrastraba igual que un gusano, desesperado por escapar, demasiado torpe como para ponerse otra vez de pie—. Tu voz hablándome tan suave, contándome tanto de ti, lo suficiente para investigar lo demás por mi cuenta. Si no hubieras puesto un sistema de alarma en tu departamento esto habría sido más fácil para los dos. Menos incómodo. Pero bueno.
—¿Cómo sabes... dónde vivo? —reí. Intentó retroceder, sin quitarme la mirada de encima. Pánico—. ¿Qué pretendes...? Dios, dios... déjame irme. No volveré. No le diré a nadie que me drogaste, solo... déjame ir.
Salté de la barra y me agaché, inclinándome para alcanzarlo de mejor manera. Sostuve su rostro, pese a sus débiles intentos por zafarse, pese a las lágrimas que cubrían sus pupilas. Habría sido tan fácil darse cuenta de que le había agregado algo a esa coctelera. Lo había preparado frente a sus narices, pero JungWoo no se había dado cuenta.
Igual que nunca había podido notar estos desesperantes meses deseándolo, viéndolo llorar por una mujer que no valía la pena, confortándolo desde mi puesto tras la barra y armándome de paciencia al verle sufrir y lamentarse.
Pero se había hecho insostenible.
—¿Qué pretendo? —pregunté, acariciando el costado derecho de su rostro. Tan suave como siempre me imaginé. Relamí mi labio inferior cuando vi sus lágrimas verterse y caer por sus pómulos; abajo, dentro de mis pantalones, un calor me apremió—. Que solo me quieras a mí. Eso pretendo.
Gritó cuando lo empujé más contra el piso para sentarme a horcajadas sobre él. Sus manos aún intentaron quitarme, su mirada llorosa aún intentó convencerme de que diera marcha atrás y le dejara escapar, pero hice caso omiso; estaba caliente por él, por él y su manera tan suave de ser, siempre tan dulce, tan malditamente amable que me volvía loco. No lo pensé dos veces y lo besé. Mordí sus labios. Su sangre se entremezcló con su saliva y bebí todo como un perro ansioso, sediento de él. Jadeé y seguí besándole, sin obtener más queja, ni tampoco recibir un beso de vuelta.
Cuando me alejé, entendí la razón y reí.
—Oh. Te quedaste dormido.
Apagué las luces de afuera y la estancia quedó a oscuras cuando solo dejé encendida la luz central, reflejada en JungWoo y su perfecto rostro. Sus perfectos labios, rojos tras besarlos y romperlos a mi antojo. Su perfecto cuello. Su perfecto cuerpo, aún oculto tras la ropa. Sonreí, tomé el primero de los botones de su camisa, y lo desabroché con presteza.
Por esta noche, el bar estaría cerrado antes de lo usual.
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De verdad que esta pairing me encanta. Espero les haya gustado este tipo de "amor" obsesivo y retorcido (sí, creo que me gusta demasiado escribir este tipo de cosas hahah), y si quieren más de esta parejita déjenlo en los comentarios (lo que honestamente estaré contentísima de hacer).
El próximo capítulo estará centrado en el TaeTen <3 ¡Saludos!
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February // one-shots de NCT
FanfictionColección de one-shots y drabbles de distintas pairings de NCT. Febrero es el mes del amor para muchos, del desamor para otros. En NCT, en tanto, varios de los cumpleaños de sus integrantes suceden en este hermoso mes. Esta colección muestra a dich...