Prologo

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Decepción, fracaso, lágrimas y más lágrimas que me llenaban de insomnio y tristeza, huir, esa era la unica palabra que sentenciaba mi mente, había caído, tocado fondo, un ancla perdida en la mar.

Di una vuelta y mire el lado derecho del dormitorio, la almohada estaba empapada y mis mejillas pegajosas, mi cuerpo tiritaba y rios de tristeza fluian por mi rostro rellenando las pequeñas lagunas que desorientaban mi mente, no podía cerrar los ojos pues si no te vería y los recuerdos eran dolorosos. Una gota de sudor recorrió mi nuca y me hizo estremecer, entre la oscuridad pude disipar el escritorio de madera estacionado enfrente de donde mi vista se alcanzaba a ver, sobre el una pequeña lamparita esparcia su tenue luz haciendo un pequeño círculo luminoso en el escritorio, como si fuese un rallo celestial o algo parecido, el cajón de mi escritorio parecía tentarme, mi corazón palpitaba con fuerza, aun no se ni como podia mantenerse en pie después de tanto, pero mi corazón, no estaba donde solia, el latido parecía emerger del mismísimo cajón, dentro de él no veria mucho, nada más que polvo y hojas en blanco undidas en un inmenso vacío, una metáfora bastante buena dado a que mi corazón estaba igual.

Separé las sabanas de mi cuerpo y me sente sobre mi cama, pasé mis manos por mi rostro pegajoso y sudoroso, ya no lloraba solo dolía y quemaba por dentro, no podía acudir a nadie pues entonces estaria dandote la razón y afrontando que no puedo superar las cosas por mi misma, y no queria que tu salieses ganando pues no se si hay mas fondo de donde me encuentro.

Inhale aire y lo expulse con fuerza e impotencia, mire la mesita de noche donde un reloj indicaba que eran las tres de la mañana y que aun estaba despierta.-gracias, todo esto es por ti-. No tenia sueño, o tal vez si pero no queria dormir, cerrar los ojos y volver a verte era una tortura, y despertar y no encontrarte era peor que te rociaran con agua helada para levantarte, puse mis pies descalzos en el suelo tan frio como cada una de tus palabras, me hizo tiritar, gire mi cuello y lo hice crujir, deje caer el peso en mis piernas y comencé a caminar hacía el escritorio. Me amolde a la silla, coloque mis codos sobre el escritorio y puse mis manos en la frente, respire con fuerza y reteni el aire para después soltar un bufido.

Toqué el pomo del cajón y me quedé un rato parada pensando en la nada y bruscamente lo abrí, alli no había un corazón nuevo ni nada que me pudiese hacer sonreir, solo papel. Con delicadeza cogí un folio, tras ello me decante por una pluma de tinta negra y sin saber que, escribía.

Comence a escribir y me desenvolvia al hacerlo, quien iba a pensar que tu acabarias leyendo todo esto.

Tarde, Espero Que NuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora