Capitulo: 14 Sin razón

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"AMOLAD es propiedad de The Snipster"

Camino por el oscuro pasillo que daba a su departamento, Lourdes estaba sentada en su escritorio, nunca la había visto en esa posición tan sugerente, le encantaba la jovencita, pero ella siempre había sido fiel a Des, no espero verla ahí, en su casa con la disposición de darle algo que él anhelaba, quería todo de ella, pero se conformaría con su cuerpo.

La piel morena solo estaba cubierta con una bata de seda blanca, era como ver un ángel de ébano sobre aquel escritorio de caoba, Tomás lanzó un suspiro, la excitación se le notaba, pero debía ser más listo, no entendía por que la jovencita estaba ahí.

— ¡Al fin te convencí! — exclamó al verla sonreírle, estaba a punto de lanzarse encima de su premio, pero algo no cuadraba, esa dulce sonrisa se volvió perversa, y los ojos sakura se volvieron amatista.

— ¿Por qué esa cara Tomás? — murmuro Vania, mirándolo con lujuria, Natt dio un paso hacia atrás al ver que su visión angelical se convertía en un súcubo, en aquella mujer que el utilizó durante meses para intentar seducir a Des.

— Esto es una pesadilla, tú no deberías estar aquí, si no Lou — se quejó el millonario, agarrando a la chica por los hombros.

— La pesadilla será cuando despiertes y sepas que todo se acabó Tom, yo solo soy el reflejo de la culpa — se rio aquel cuerpo, que ahora no era ni Vania ni Lourdes, él observó los ojos que ahora eran verdes, su rostro estaba cargado de años, y con una bala en la frente que aun sangraba.

El alarido de Tomás sonó por todo el cuarto, a su lado no había nadie, estaba solo en su loft de lujo, pero el sueño volvía, después de todo, la culpa no moría.

Leo Spindler miraba la cara pálida del hombre que hace unos instantes lo besaba con pasión, no imagino que tenía que confesar quien era su abuelo, no así, Des lo miraba interrogante, Leo sorbió su nariz y se incorporó de los brazos de Aeva, estaba necesitado de hablar, de confesar toda la mierda acumulada de su vida.

Pero... el plan se iría al caño.

— No importa quién es él, ya está muerto — soltó Leo, pero Des no le creyó en lo más mínimo.

— ¿Por qué tendrías la foto de un muerto si no importara, no mientas Leo?

Spindler se puso de pie, solto un alarido, se había encajado un vidrio de botella en la mano, y ahora empezaba a sangrar profundamente, Des solto un juramento y cubrió con un pañuelo de lino que tomó de su saco, la mano sangrante.

— Vayamos al hospital, tienes que atenderte esto — lo retó, Leo solo accedió de mala gana, el estado de ebriedad no lo dejaba pensar con claridad que ventajas tendría ir a emergencia.

Con cuidado Des lo subió a su Audi, Leo estaba siendo irracional, pero podría manejar a la clínica más cercana de Long Island, el GPS de su vehículo lo estaba ayudando, debido a que no conocía la zona donde residía Leo, llegaron a un centro de salud pequeño, donde la fila de vehículos era algo extensa, en la sala de espera había muchos hombres que habían tenido un mal día.

Desde peleas callejeras, hasta intoxicados por alguna sustancia, la fila de emergencias era un lugar donde no importa si eres poderoso u humilde, a lo médicos solo les interesaba  cuál era tu padecimiento.

Leo pataleaba, no quería entrar al hospital, era como un niño pequeño haciendo un horrible berrinche, como pudo Des lo arrastró hacia una de las sillas blancas e incomodas de aquel nosocomio, la sangre había impregnado su camisa de seda, pero no le importo, su mente estaba pensando sobre el rostro de aquel hombre mayor, que abarcaba la foto, solo sabía que estaba muerto, pero su cara le era terriblemente familiar.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó una voz chillona a su espalda, una jovencita veía a Leo con reproche, eso puso en alerta a Des, quien no sabía quién era esa chica que se tomaba la libertad de regañar a Spindler.

— Maia, déjame en paz, no recordaba que trabajabas aquí — murmuro con burla el moreno, la jovencita lo tomó de la oreja y le dio un estirón tan certero que provocó que Aeva se tensara, la chica era una fiera.

— Señorita, buenas noches, ¿conoce a este chico? — preguntó con educación, la joven traía el uniforme de guardia del hospital, era sin duda una estudiante, probablemente esa clínica era su servicio.

— Es mi estúpido hermano mayor — Maia presto atención a la voz aterciopelada que la cuestionaba, tuvo que tragar su coraje al ver quién era el acompañante de su hermano, en que momento Des Aeva había ido a parar a una clínica de asistencia con su hermano desangrándose.

— Leo, tengo que pasarte a urgencias, necesitas suturas, yo me haré cargo de él, señor, no es necesaria su presencia, gracias por traerlo — Des se quedó estático ante la actitud prepotente de la jovencita, pero la dejo llevarlo con cuidado a un cuarto para curaciones.

Des salió rápidamente de ahí, se sintió un intruso, ni siquiera sabía que Leo tenia familia, las dudas lo atacaron, ambos solo eran amigos con derechos, ni siquiera entendía si eran amigos, él le pagaba a Leo por sexo, pero el moreno se había enamorado de él, y eso le gustaba.

¿Amar a Leo?

Si no fuera el hecho de que ambos eran hombres, la prensa lo haría trizas, se había arriesgado a ser descubierto, no tenía nada que cubriera su apariencia, salió con un traje caro, un auto de lujo a una de las peores zonas, donde cualquier paparazzi podría tomar una jugosa nota, todo por Leo.

El amor lo estaba volviendo estúpido.

Leo hacia muecas, mientras la aguja le perforaba la piel, en un zurcido perfecto, las esquirlas de vidrio eran colocadas en una bandeja con unas pequeñas pinzas, Maia estaba mortalmente seria, odiaba que su hermano la haya desobedecido, la idea era hundir al millonario no que fueran pareja.

— ¿Desde cuando te enamoraste de él? — le preguntó certera, Spindler se sonrojo ante aquella pregunta, pero la jovencita no quitaría el dedo del renglón, era obvio que algo andaba mal, y ella como la hermana menor debía de saber que pasaba con su tonto hermano.

— Maia, aún estoy ebrio y dopado, no quiero hablar de Aeva, menos oliendo a antiséptico, solo llévame a casa — le suplicó el moreno.

— Te emborrachas y juegas al gigolo, las mujeres de la fundación están sospechando de ti, ten cuidado hermano — le dijo la jovencita, viendo como la herida ya había sido suturada.

— Estoy perdido, pero te prometo que encontrare el camino — sonriendo, por primera vez desde hace meses, Maia se dio cuenta que su hermano no podría hacer algo contra el millonario.

La mañana era un día ajetreado en la oficina, y más si el director brillaba por su ausencia, Lourdes estaba asustada, su jefe le llamó por la pérdida de Spindler, para después avisarle que se tomaría la mañana, no era norma en él, pero ella como fiel asistente tenía que cubrirlo.

El sonido del teléfono la sacó de sus cavilaciones, la recepcionista le anunciaba una visita no deseada.

— Hola Lourdes, ¿Dónde está mi pequeña jirafa? — se burló Vania Vega, ante la poca paciencia de Lourdes, ahora ¿Qué quería esa mujer?

N.A. Actualizacion de fin de semana.

Saludos.

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