Capítulo I

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Las espadas resonaban. Los escudos chocaban y crujían. Por todos lados se escuchaban gritos y jadeos. El hedor a sangre, sudor y demás penetraba el aire.
Una cabellera roja, apelmazada en polvo y transpiración, recogida en una trenza, era lo único q distinguía a Bellatrix de cualquier otro soldado. De pies ligeros, brazos y piernas musculosas, eludía cada uno de los hachazos q le eran dirigidos. Su armadura, ataño brillante y pulida, se encontraba manchada de sangre y suciedad, sin embargo entre las manchas se entreveían orgullosas las armas de la casa de las aguas. Se mantenía a la defensiva, no por gusto, sino porque era uno de los modos en q el oponente tomaba confianza y mostraba sus debilidades al creerse vencedor (así como a ella se lo enseñaron, se lo enseño a sus hombres).
Sus brazos con los músculos tensos se defendían de los ataques de esa enorme hacha; pero, bajo el yelmo, su mirada gris permanecía fría, calculando. El hacha, bajo conjuro, se prendió fuego. Bellatrix resoplo, comenzando a hartarse. Las palabras de su amado maestro resonaron en su mente.

"El fuego es peligroso y destructivo, así como da calor, quema campos y mata a su paso.
Pero el agua lo doblega, le obliga a humillarse y a extinguirse.
Allí donde el fuego deja raíz, el agua arrasa y carga con todo a su paso".

"Un hueco!" Exclamo mentalmente.
- Invocación 62, agua sagrada -dijo, al tiempo q atravesaba al otro por la mitad con su Excalibur, al tiempo q esta exhalaba una lastimera melodía.
El cuerpo que fue herido comenzó a convulsionar, mientras q por todos los huecos de su cuerpo comenzó a salir agua cristalina. Jadeo, algo cansada, mientras oía como todos los del bando opuesto tenían la misma muerte.
Se saco el yelmo, en busca de aire y, elevando a Excalibur hacia la mirada de los dioses, grito:
- ORION, VICTORIA!!!
Cerro los ojos y sonrió, antes las exclamaciones de jubilo de su Constelación.

Bellatrix caminaba, revisando los daños de su Constelación

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Bellatrix caminaba, revisando los daños de su Constelación. Por gracia de la Fortuna, estos no eran graves. El dolor lacerante de su espalda cada vez era mas fuerte. Al ser consciente de esto, sencillamente elevo su barbilla.

"Fue voluntad de los Dioses que las Estrellas Guías sean consideradas superiores. Loados sean, puesto que su voluntad es perfecta.
Pero Bellatrix, la superioridad ha sido concebida junto a la responsabilidad; y esto también es voluntad divina.
Vuestras heridas han de ser las últimas en curarse y vuestros estómagos los últimos en llenarse. Esto ha de ser así, excepto que la estrategia o la urgencia determinen lo contrario. Aquellos que portan la divinidad les han concedido a vosotros que la resistencia de sus cuerpos y la fuerza de sus músculos sea mayor. Y es por esto que se desnudaran para cubrir a su subordinado cuando este padezca frío, que vuestras serán las primeras en atacar y defender, pero las últimas en retirarse.
Bellatrix, que por designio de la Fortuna tu corazón sea digno de esta responsabilidad. El Honor, por más que muchos crean lo contrario, es aquello que significa y ensalza a las Constelaciones; y esto...comienza por su Guía."

Paseó su mirada por el campo de batalla. Brillaban los yelmos y armaduras caídas. El metal de las espadas era calentado al ser víctima del sol. Tenían prohibido tocar los restos de las batallas, menos aún tomarlos como trofeos. Si esto sucedía toda la Constelación era tachada de impura, indigna de los Dioses. Las Estrellas Guías no recibían demasiado castigo, sólo una destitución. Pero las estrellas inferiores, debiéndose a su Guía, perdían su razón de ser. Denigradas a una vida de servidumbre deshonrosa, la mayoría solo dejaba que su luz desapareciera.
Los cuerpos enemigos se habían desvanecido. Si así lo quería el Destino, su esencia se purificaría al haberse transformado en Elemento. Otro asunto eran las espadas. Si alguna poseía alma (cosa que dudaba) no eran dignas de tal misericordia. Mas eso no era su asunto. Su deber estaba para con sus hombres y su espada, aquella q canta en las batallas.

Avanzó hacia Rigel, el cual poseía un corte en el pecho, producto del golpe de un hacha, q no dejaba de sangrar. La mirada casi tranquila de Rigel, hizo desaparecer su preocupación en segundos. La herida no era profunda, si dolorosa, pero no profunda. La personalidad generalmente calma y libertina de Rigel confundía a quienes no lo conocían, su ímpetu y energía en el campo de batalla era feroz, quizás rozando lo cruel. De sonrisa amable y modos calmos, resultaba ser un gran conversador, evitando pleitos y discusiones en los que no era llamado. Bellatrix apreciaba su consejo justamente en cuestiones críticas, ya que sabía cuan contagiosa podía ser la serenidad en determinados casos.

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De la Caída de la Estrella Guía. PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora