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No puedo quejarme después de esa pelea que tuve con mi compañero, se calmaron las cosas o mejor dicho hicimos un trato en no hablarnos y evitar en meternos en asuntos que no nos concierne.

Es sábado y muchos vienen a festejar al bar, me tuve que cambiar de trabajo; motivo y circunstancia ya no estaban pagando tan bien ahora en este bar de mala muerte como me gusta llamarlo me va mejor, los hipster y los millenians les gusta venir a este lugar, claramente es un bar de la calle Regina de la CDMX, así que espero que dure un rato mi buena suerte, como cerramos a las 3 y el metro empieza a funcionar a las 5 no tengo problema en esperar 2 horas por aquí o dormir un rato en alguna mesa.

Hay una chica muy linda se llama Uraraka es demasiado feliz para mi gusto estudia en una carrera relacionada con los niños, soy el peor amigo del mundo pero se me olvida que estudia, viene bien normalmente con su grupo de amigas.

Me hice amiga de ella por haber evitado que un tipo la tocará, y porque no su risa es contagiosa y nos topamos luego en las islas; tocando ese tema el viernes me pareció ver el cabello de mi Midoriya cerca de la zona escultórica o conocida como el lugar donde uno puede ir a perder el tiempo.

Todo parecía normal, los grupos de amigos riendo, las chicas dando sus típicos grititos de sorpresa. Un ambiente demasiado relajado.

Hasta que apareció un chico con cara de pocos amigos, que tomó asiento en uno de los lugares más alejados

Les había dicho que estaba feliz este día, pero todo se fue cuando lo vi y no podía pedir que alguien más lo atendiera porque esa era mi mesa asignada.

No fue tan dificil solo tomar su orden y dejarla, aún así algo me dice que no está aquí por el gran ambiente que se siente o por festejar que acabaron los parciales

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