Capitulo 4.

7.7K 756 28
                                    


Miré por toda la casa tratando de encontrar a aquel sujeto pero no estaba en ningún lugar, ¿quién diablos era? ¿Había sido mi imaginación? No lo creo, cuando fui a ver a mi nevera efectivamente no había mermelada.

Tomé un poco de agua y volví a mi habitación aún asegurándome de que no hubiese nadie, al llegar a mí ésta noté que la tabla estaba encima de mi escritorio; no recordaba haberla dejado ahí. Aunque quería ignorarlo no podía sacarme de la cabeza lo que había visto o imaginado. Tenía levantarme temprano al día siguiente, así que me acosté apagando la lámpara de mi mesa de noche para poder dormir.

Desperté sin que sonara la alarma aún, eran las seis y media de la mañana y mi cuerpo imploraba por un rato más en la cama, me giré sobre esta mirando hacia la puerta. Los recuerdos de anoche no tardaron en hacerse presente en mi mente. ¿Habría sido un sueño? Di un vistazo rápido al escritorio donde aún se encontraba la ouija.

Suspiré y me levanté con toda la pesadez del mundo y fui a darme una ducha. Me cambié y bajé las escaleras, en la mesada estaba mí desayuno listo y a un lado una nota de papá; tuvo que salir urgente para su trabajo en la mañana, supongo que salió justo cuando desperté.

Me senté y me dispuse a desayunar, traté de no pensar más en aquello; quizá todo solo fue una ilusión por falta de sueño. Salí de casa y caminé hasta la universidad con mis auriculares puestos, los estudiantes como siempre me daban miradas extrañas, no les di importancia pues ya estaba acostumbrado a que les parezca raro el color de mis ojos.

Entré al salón algo apresurado y tomé asiento en mi lugar ignorando el bullicio de mis compañeros, pasaron unos cuantos minutos hasta que él profesor atravesó la puerta y los estudiantes se relajaron ocupando sus asientos iniciando la clase. Sentí que la hora no iba a acabar nunca hasta que por fin escuché el sonido del timbre de receso.

Había olvidado el almuerzo en casa por lo que tuve que comprar algo en la cafetería. "Genial", pensé con sarcasmo mientras me formaba en la fila con una bandeja. Me senté en una mesa vacia y le di una mordida a mi rebanada de pizza, revisé un momento mi celular checando la hora.

Solté un bostezo cuando terminé y me dirigí nuevamente al aula tomando asiento y esperando a que retomarán la clase. Para mi desgracia, apenas terminó la jornada de estudio, el profesor anunció que debíamos investigar en la biblioteca una tarea pendiente para el lunes.

Salí del salón casi arrastrando los pies y le envié un mensaje a mi papá para avisarle que me quedaría un rato en la biblioteca estudiando, entré en la estancia bloqueando mi celular y fuí a los estantes buscando la sección de medicina. Después de un rato buscando encontré el libro de historia de la ciencia y medicina. Me encaminé a una mesa vacía tomando asiento mientras abría el libro. No sabía cuánto tiempo había pasado estudiando pero ya debían ser casi las siete y media de la tarde.

Me levanté de mi asiento y fui al mostrador pidiéndole a la bibliotecaria que me permita pedir prestado el libro, hizo el debido papeleo y me registró para darme un tarjeta de estudiante. Salí de la universidad y me apresuré en regresar a casa pues no acostumbraba a estar afuera de casa de noche.

Ví la hora en mi celular, ya eran las ocho y media. Abrí la puerta e ingresé a casa dejando mi mochila junto a la escaleras.

Mientras me hacía un emparedado en la cocina un ligero escalofrío recorrió mi espalda, me sentía observado pero quise ignorar todo lo que había imaginado la noche anterior ya que no quería sugestionarme estando solo en la casa.

Subí a mi habitación dejando mi mochila encima de la cama y mi emparedado en el escritorio, la puerta de mi baño estaba ligeramente abierta cuando recordaba haberla cerrado; entré para lavarme las manos y refrescar un poco mi rostro. Salí para comenzar a estudiar, absolutamente nada más había pasado, la ouija seguía bajo mi cama, mi papá había llegado casi a las doce de la noche, cuando yo ya estaba en el 5to sueño.

Mi alarma comenzó a sonar justo a las seis de la mañana. Con los ojos aún cerrados intenté apagarla tardandome tres minutos en lograrlo; di un largo bostezo para después quedarme mirando el techo sin ningún motivo, como cualquier otra persona que no quiere levantarse de la cama. Cuando giré mis ojos hacia el escritorio quedé atónito. Aquel sujeto de la otra noche se encontraba sentado en la silla mientras jugaba con el indicador de la ouija, no apartaba esa mirada tan penetrante de mí.

-Ni se te ocurra gritar-. Dijo con el ceño fruncido.

Por alguna razón me quede inmóvil viendo como aquel chico se levantaba de la silla, mi corazón comenzó a acelerarse rápidamente.


En las garras del demonio (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora