Pequeños Relatos.

Casa sola.

Me llamo Verónica, desde hace unos días estuve observando al vecino, joven, con sus músculos perfectamente marcados, dios, el mismísimo dios griego en persona.

Le echaré unos veinte años, pero no más

Y os estaréis preguntando "¿y tú que?" Pues yo treinta, con un hijo de seis años, divorciada y amargada, lo que diría es que necesito una buena follada.

Tengo dos días con la casa sola, mi hijo está con su padre y habrá que aprovechar al máximo.

Me adentré en la cocina e hice un pequeño bizcocho de chocolate ¿muy típico no? Pero como buena vecina que soy llevo pasteles a los vecinos y rogarle con los ojos de que me pegue a la pared y me folle como nunca nadie lo ha hecho.

Me puse unas mayas, obviamente sin ropa interior y un top de deporte. En cuanto pasaron los cuarenta minutos, saqué el bizcocho y lo puse en una bandeja, salí de mi pequeña casa y fui a la suya. Por sorpresa su madre estaba saliendo, le miré sonriente y estuvimos hablando, me dijo que Hugo estaba dentro y que se lo dejase a él.

Toque a la puerta y me abrió, le miré fijamente y sonreí.

—Buenos días vecino, soy Verónica, por si no nos conocíamos.

Iba sin camiseta, marcando sus perfectos abdominales y dejando ver la uve que tenía perfectamente marcada, me lo comí con la mirada y luego le miré a los ojos

—Soy Hugo, pasa. -se echó a un lado y me dejó pasar, creo que los dos nos comimos con la mirada.

Miré su casa y dejé el la bandeja en la cocina.

—¿Cuántos años tienes Hugo? ¿No deberías de estar en la universidad?

Me miró y levantó una ceja

—Recién cumplido los veinte, y si, debería, pero tengo exámenes. ¿A que curso vas tú?-

¿Qué? ¿A que curso voy? ¿Este chaval me ve con cara de tener veintiún años o qué ?

—Ojalá cielo, tengo treinta y estoy de camarera en la cafetería del pueblo.- mordí mi labio y le miré

—Pues se conserva usted muy bien.- se acercó a mi y noté como ya chocaba mi espalda con la pared —Escúchame, Verónica... no me hago el loco cuándo te veo desnuda a través de la ventana o cuándo vienes aquí con ojitos de cordero pidiendo que te folle.- puso mi pelo detrás de la oreja y me ericé rápidamente.

—Veo que sabes a lo que vengo.- acaricié su pecho y baje las manos hasta su pantalón, lo bajé de golpe hasta dejar ver su gran polla, ya erecta y gorda.

Cerró los ojos y yo solo actué, me puse de rodillas y empecé a chuparsela. Pasaba mi lengua por toda ella y me la metí hasta el fondo sintiendo una arcada venir.
—Vaya vaya... a la zorrita de la vecina le gusta atragantarse.- su respiración estaba entrecortada

Le miré haciéndole ojitos y me levanté —Tengo la casa sola, no quiero que tu madre interrumpa, vámonos.-

Dicho esto salimos y fuimos a mi casa, nada más llegar me acorraló y empezó a besarme todo el cuello, quitó mi top y mordió mis pezones, los succionaba hasta dejarlos rojos, me estaba volviendo loca, era gemido tras gemido. Bajó mis mallas y me abrió las piernas, iba empapada, mis fluidos se resbalaban por mis piernas, me dio un pequeño azote en el coño a lo que respondí con un jadeo y rápidamente metió dos dedos.

—Dios mío... Hugo no pares por favor... ¡ahh!—

Y no paró siguió más rápido hasta que note como una oleada se acumulaba en mí.

—Hugo me voy a correr... ¡Hugo joder¡ ¡Ah dioos!.- mis piernas temblaban mientras mis fluidos corrían por su mano.

Me cogió del pelo y me apoyó en el sofá, separó mis piernas y de una estacada la metió hasta el fondo, entraba y salía sin parar.

—Dios vecina, voy a tener que venir más a menudo.- me dio un azote y siguió moviéndose rápido.

—Ah dios... sii... cuándo quieras joder. Fóllame más duro por favor, quiero sentirla Hugo...- clavé mis uñas en el sofá mientras gritaba, gemía, lo que fuese, me estaba volviendo loca.

Dando las últimas embestidas, salió y se corrió en mi espalda, dejando todo su semen sobre ella. Como buena vecina que soy, me arrodillé y me tragué lo que iba tirando de su gran polla.

Me dio dos palmaditas en la mejilla y se fue cerrando la puerta, dejándome ahí tirada llena de semen y bien follada, como siempre había querido.