Esclava

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Desde aquel agosto de 1990 nada volvió a ser lo mismo.
Era una mujer casada, con hijos, trabajo y gozaba de una situación económica estable pero en un abrir y cerrar de ojos todo desapareció, como desaparecen los pájaros que alegran las mañanas con su canto cuando cae el anochecer.
Si más lo recuerdo era un lunes de aquel agosto, un lunes como todos los demás lunes de mi vida. Uno de esos lunes en los que me dirigía a mi oficina con la única y más fiel compañía de mis auriculares, en los que a diario sonaban canciones de Jazz Blues. Pero ese lunes se iba a diferenciar de todos los demás, pues iba a ser el último en el que podría caminar libremente y teniendo una vida resuelta.
Lo único que se escuchaba en aquellas calles eran mis torpes pasos, llevaba puestos unos nuevos zapatos a los que aún no estaba acostumbrada. Se sentía como volver a la niñez, una vez más, llevando calzado incómodo y queriendo disimular la falta de práctica al caminar con ellos, al fin y al cabo solo quería aparentar lindas piernas y una postura que dejaría a muchos boquiabiertos.
Llegando a la avenida principal lo único que puedo oír son hombres arriba de sus vehículos gritándome cosas que nunca he pedido saberlas. Ya era rutina, no me sorprendía, como tampoco sorprendía a ninguna de las mujeres que caminaban por ahí. Piernas al descubierto, faldas, camisas ajustadas, labios pintados, hoy en día la sociedad ha sexualizado mucho cosas tan simples como ellas. Todos los ojos apuntan a lo mismo, como si se tratase de un blanco.
Esperé un taxi sobre la avenida, como todos los días de trabajo, para llegar puntual. Ese día tardó menos de lo normal, me extrañó, es raro encontrar taxis libres en hora pico. El chofer, amable como suelen aparentar los taxistas, comenzó a hablarme de las manifestaciones que se realizarían en los próximos días en la ciudad. Todo parecía una charla normal entre pasajero y chofer, como las que se tienen al viajar abarcando, en su mayoría, temas de interés general. Hasta que en un momento, omitiendo lo escuchado, noté que el hombre que conducía no era el mismo que figuraba en el carnet de identificación de taxistas que llevaba pegado uno de los asientos delanteros. Le pedí que estacionara en ese instante. Me ignoró y trabó las puertas delanteras y traseras. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo, de punta a punta. Volví a hablarle y él contestó:
-El destino ya estaba determinado y no precisamente por usted. Si no hace silencio va a lograr que las cosas empeoren.
Luego de escucharlo, sentí que el mundo se desmoronaba, que todos los edificios que en ese momento veía por la ventanilla caían sobre mí, me sentía totalmente vulnerable, y me atrevo a decir que como nunca antes. Miles de cosas pasaban por mi cabeza, no había solución para ninguna. Estaba siendo secuestrada, estaba siendo llevada a un lugar en el que nunca quise estar, estaba cayendo en una profunda y horrible pesadilla. Golpeé las ventanillas y grité, nunca experimenté tanta desesperación y angustia en una misma situación. En menos de cinco segundos tuve un revólver calibre 50 apuntándome la frente, comprendí entonces que si no me calmaba y hacía silencio, todo iba a terminar en un taxi.
Llorando desconsoladamente vivía la peor y más aterradora experiencia de mi vida, hasta que el vehículo se detuvo. Pensé que nada podía empeorar, hasta que dos hombres me sacaron del auto e hicieron subir escaleras hasta un tercer piso de un elegante y antiguo edificio. Allí, luego de que los hombres abrieran la puerta, me encontré con unas nueve mujeres vestidas de la manera más extravagante que en mi vida había visto. Llevaban puestos tacos aguja de plataforma, medias de red, corsés y lencería transparente. Noté que además de sus interesantes atuendos, llevaban consigo unos carteles de identificación en los que sólo decían sus nombres. Una de ellas, Allison. La única a la que le alcancé a leer tan diminuto cartel se encontraba contando billetes sin parar y sumamente concentrada, a la vez que apagaba su cigarrillo en un cenicero retro. Todas dirigieron sus miradas hacia mí, luego, me ignoraron. Solo me quedé allí, observando la situación, nueve mujeres en un mismo ambiente contando dinero junto a una nube de humo proveniente de sus cigarrillos.
-once mil doscientos pesos en una noche con cuatro hombres, ¿cómo la ven?.
No estaba delirando por más que lo deseara. Esas mujeres estaban contando los billetes ganados por la prestación de un servicio, y en ese caso, el servicio era sexo. Yo estaba allí, viéndolo todo.
Detrás de mí la puerta se abrió y entró un hombre de unos cuarenta años vestido de camisa y pantalones oscuros. Me dirigió una mirada tan penetrante que me incomodó desde un primer segundo.
-¿Tu nombre?. -me dijo-
-Lauren. -contesté-
-Bien, Lauren. Bienvenida al club, saluda a tus compañeras. Esto es un negocio. -señaló a las mujeres-
Me estremecí, no había vuelta atrás. El hombre le pidió a Allison que trajera la vestimenta adecuada para mí.
-Mi nombre es Paul, más precisamente Paul Dressmond, encantado.
-Quiero irme -entre lágrimas-
-No. Vivir aquí dentro o morir allí fuera. Es fácil elegir. -dijo desafiante-
En ese momento, mi cabeza explotó, mis nervios me consumieron, me desmayé y caí frente a sus ojos.
Desperté vestida como las demás mujeres, Allison estaba terminando de colocarme unas medias rojas de red.
-¿Qué haces? ¿Por qué? -le pregunté aún confusa-
-Reglas son reglas, y las reglas hay que cumplirlas. Lo pidió el jefe.
-¿Quién carajo es el jefe?
-Paul. Cuida tu boca, compañera.
Paul era el jefe y ellas eran sus esclavas, yo también estaba a punto de serlo, solo deseaba que todo sea una pesadilla.
Esa misma noche, las mujeres me explicaron de que se trataban sus madrugadas. Paul, por su lado, me dio órdenes. Entre una crisis de nervios y demasiada tensión en mi cabeza, le dije que yo no iba a ejercer la prostitución y le pedí que disparará en mi cuerpo, quería irme, y si esa era la única salida pues la iba a tomar sin dudarlo. Ignorándome, Paul, enojado, me tomó de las manos haciéndome bajar las escaleras del edificio y secando mis lágrimas me empujó en una camioneta en la que me esperaban Allison y las demás sentadas.
La camioneta se detuvo en una esquina de poca iluminación y con vista a dos bares en diagonal. Nos indicaron que descendamos y hagamos lo dicho por el jefe. Así fue, nos quedamos de pie en esa esquina, observando la actividad nocturna.
-Hoy le toca debutar a Lauren, ¿no es así?. -dijo una de ellas-
-No quiero. -contesté fríamente-
-No se trata de querer o no, todas estamos aquí pasando lo mismo, todas estamos en la misma mierda. -dijo elevando su voz y golpeando su puño contra una pared-
-Quiero huir -dije-
-Si te ven en algo sospechoso puedo jurarte que no queda ni una pestaña tuya. Te destruyen, y luego van hacia tu familia. Esto se llama mafia, esto te arruina si no haces silencio. -dijo otra de las mujeres-. Ya lo hicieron con mi hija cuando quise huir -agregó secándose una lágrima-.
-Sólo cumple y te dejarán ir. -dijo Allison-
En ese momento un auto de alta gama estacionó frente a nosotras. Luego de un bocinazo, bajó una de sus ventanillas e invitó a dos mujeres a subirse. Allison me tomó la mano.
-Hagámoslo, no tenemos remedio. El jefe necesita el dinero.
Caminamos hacia las puertas del auto. Allison subió al asiento delantero dejándome a mí en el trasero. Esta era la peor parte de la pesadilla.
Escuché al hombre preguntarle a Allison cuánto costaba el servicio. No quise escuchar cual era mi precio. Luego, se dirigió al primer albergue transitorio que encontró.
Ya en la habitación, se deshizo de sus pantalones y le pidió a Allison que se aproveche de él. Quedé totalmente destruida al ver a mi compañera cogerse a aquel tipo, sin ni siquiera disfrutarlo, hacerlo únicamente por obligación y no por deseo propiamente dicho. Me tocaba sumarme, éramos dos contra uno. Le hicimos pasar la mejor noche de su vida, según dijo él, mientras nos tocaba todo el cuerpo y gemía. Luego de múltiples maltratos durante el sexo y dos polvos intensos, nos pagó y se fue. Me sentía una muñeca utilizada y manoseada por cualquiera. Me sentía muy triste. Estaba viviendo una realidad muy distinta a la mía.

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⏰ Última actualización: Feb 28, 2018 ⏰

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