Mi razón de existir

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Narra William

 El lugar era tan ruidoso que me provocaba cierta molestia en los oídos. Estaba alerta a cada cosa que se movía a mi alrededor, nervioso tomé la mano de Stan para poder mantener la calma y sentirme más seguro entrando en contacto con alguien conocido. Stan no se quejó por tal acción, nunca lo hacía. Lo podía notar igual de temeroso que yo pero con cierto brillo de curiosidad en sus ojos, en eso él aprieta mi mano mientras se detenía.

 - ¿Qué es eso? - Dijo señalando un lugar específico.

 Un grupo, no muy grande de personas se encontraban arrodilladas con los dedos entrelazados y ojos cerrados al frente de un mural. Algunas que otras depositaban objetos como flores, en su mayoría, o pedazos de papel escritos, para luego unirse al grupo de personas en el suelo. Cuando éstas se volvían a levantar miraban la pared decorada con una sonrisa melancólica y algunas que otras pequeñas lágrimas.

 - C-creo que es un altar - Stan sin soltar mi mano, nos acercó hasta aquél paredón, de unos 5 metros aproximadamente, decorado con azulejos de distintos colores y tonos, demostrando el retrato de una joven y bella chica de cabellos negros y ojos dorados- La gente deja ofrendas al pie del altar para demostrar que la persona nunca será olvidada por la gente que la amaba - Miré detenidamente el rostro de la muchacha y me lamenté por lo que le habrá sucedido - Debió ser muy importante... - Murmuré, cerré los ojos y deseé que aquella alma pudiera descansar en paz y ser libre.

 Al abrir los ojos noté como Stan se había separado y dirigido a un árbol, un Jacaranda, y arrancando de uno de sus tallos una pequeña flor violeta. Abriéndose paso entre las personas en el camino depositó aquella pequeña, simple, pero aun así hermosa flor entre la cantidad de ramos de diversos colores, perdiéndose entre ellos. Al volver a mi lado me vuelve a tomar de la mano y empujando a la aglomeración de personas me guía a una zona más desierta. 

 Caminábamos entre calles de tierra, con notable suciedad y a comparación del lugar anterior, las viviendas de esta zona eran más chicas y se veían menos trabajadas. Poca gente se encontraba en la calle haciendo sus cosas o mirándonos con curiosidad, y por esa situación me puse más nervioso pegándome como chicle a mi hermano.

 - S-Stan... no me gusta este lugar... - Susurré cerca de su oído. Él sonrió de lado y con un simple "quédate tranquilo" se sumió el ambiente en silencio. Y por supuesto, no me tranquilicé.

  Mis molestos tics comenzaron; un pequeño temblor se expandió por todo mi cuerpo que poco a poco subía de nivel causando un suspiro de Stan, miraba a todos lados nervioso, asustado de todo lo que me rodeaba, levanté ligeramente la manga de mi camisa dejando ver mi muñeca derecha y justo donde se encontraba una serie de cicatrices comencé a rascar la zona. Las paranoias de que me pasará esto y aquello no se hicieron esperar rompiendo mi poca cordura y concentración del camino. En eso ciento como algo aparta bruscamente mi mano de mi muñeca, busco con la mirada la causa de esta inesperada acción asustándome por el echo de pensar que me estaban atacando. Mas me tranquilicé al notar que era Stan, mis tics pararon... Y al instante volvieron al ver el ceño fruncido de mi hermano y sus ojos de un vivo rojo escarlata. Sin soltarme de la muñeca izquierda me arrastró con brusquedad hasta un callejón, vacío y oscuro. Al llegar me soltó empujándome dentro y provocando que chocara con la pared mal hecha de ladrillos. Suspiré, ya sabía lo que venía a continuación.

 - ¿Cuántas veces te dije que no te lastimaras de esa manera? - Pronunció con una voz áspera y fría.

 - Yo... - Dejando la frase a la mitad desvié la mirada al suelo. Mala decición. 

 - ¡MALDITA SEA WILLIAM! - Gritó pateando una caja que se encontraba de casualidad en el suelo del lugar. Me alteré, pues nunca decía mi nombre completo y solo lo hacía si de verdad se encontraba molesto. Él volteó su mirada hacia mí y con solo mirar esos ojos rojos llenos de ira mis temblores aumentaron, mis piernas flaquearon y caí al suelo. Del nerviosismo mis ojos se cristalizaron y a pesar de querer aguantar no pude, mis lágrimas comenzaron a caer como cataratas. Bien sabía que ante tal alteración mis iris estaban de un color no muy natural, pues en ese momento eran, a comparación de Stan, de un rojo carmesí. 

 Stanley al notar mi deplorable estado suavizo el gesto, sus ojos volvieron a la normalidad y volviendo a tomar la compostura suspiró mientras sostenía un mechón de su cabello, era un método que utilizaba desde niño para calmarse a si mismo. Se agachó a mi altura y me abrasó, no le correspondí ni tampoco dejé de llorar, no podía salir del shock así que solo decidí escucharlo atentamente.

 - Perdóname... - Dijo suave, suspiró resignado al no tener respuesta mía y continuó - Solo entiéndeme, me preocupo por ti y me desespera que te sigas lastimando a ti mismo ¿Qué haría si te perdiera? Eres el único que mantiene viva mi cordura, mi moral, mi razón de existir - Se separó y me sonrió, me sequé mis lágrimas y me paré junto a él mientras sonreía ligeramente.

 - Te pareces a papá cuando te enojas y das igual de miedo - Al ver el fastidio en su mirada por el comentario me reí, sabía bien que no le gustaba cuando mamá y yo lo comparábamos con nuestro padre.

 - No vuelvas a decir algo como eso - Chistó y con una sonrisa dijo - Volvamos a la aventura.

 - Si.


Otro Cliché - 2° TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora